A lo largo de los años y a pesar de los cambios culturales, sociales y filosóficos, entre otros, casi siempre se ha vinculado a las cosas referidas a Dios directamente con “religión” y a la “religión” con un montón de actividades y rituales que se realzan como una especie de “mientras tanto”. Es decir, como algo preparatorio para algo muy lejano que comenzaría después de la muerte. Dando lugar a expresiones como vida eterna, vida después de la muerte, aun el concepto de reencarnación heredado mayormente de la cultura y religiones orientales.
Bajo esas formas de considerarlo, para la mayoría de las personas el “mientras tanto” resulta casi una pérdida de tiempo, en muchos casos hasta absurdo, más aún para personas jóvenes y adultos con una concepción “finita” de la vida, la cual hay que aprovechar al máximo mientras se pueda porque con la muerte termina todo. En el artículo publicado el pasado 26 de mayo, “lo esencial es invisible a los ojos”, prometí explayarme respecto a lo que es y representa “el reino de los cielos”, a la luz de la Biblia que es la palabra de Dios.
Para ello necesariamente debemos ver el protagonismo de Jesucristo siendo ÉL, el ejemplo, metro patrón para medir, espejo, referente a seguir, una verdadera puerta de acceso por la fe a una dimensión de vida diferente, a una vida vinculada a principios espirituales y verdades bíblicas del reino de los cielos, pero “cotidiana”, para la cual el mismo Jesús enseñaba con su testimonio de vida primero y con contenidos bíblicos que cobraban vida emergiendo de lo teológico y teórico a lo práctico y vivencial.
La Biblia refiere a Jesucristo como el “rey de reyes” y “señor de señores”. Es muy conocido el relato del nacimiento de Jesús en un pesebre en Belén y la visita de los magos de Egipto (reyes magos) trayendo presentes para ÉL… oro, incienso y mirra.
Tal vez querido lector leer o escuchar la palabra “rey” te hace pensar automáticamente en palacio, trono, poder, riqueza, autoritarismo, ostentación y soberbia, atributos y características de los reyes “terrenales”. No obstante, estos regalos representaban cosas muy diferentes y serían objetos simbólicos con un mensaje de identidad de ese niño como rey de un reino diferente.
El oro no representa en este caso a las riquezas y lo natural, sino a lo que no cambia su esencia, aunque se lo someta al fuego no cambia. Simboliza a Dios, que nunca cambia su amor, misericordia gracia y poder.
El incienso representa la “adoración” que recibiría ese rey como una expresión de fe de multitudes que aceptarían su mensaje de amor y salvación a través de su sacrificio en la cruz.
La “mirra” es una planta originaria de Egipto con la cual se hacían aceites, perfumes y un vinagre especial que eran ingeridos como calmante para mitigar el dolor, lo cual fue un vaticinio de la acción del soldado en el relato de la crucifixión, cuando le acerca a su boca una esponja embebida en esa preparación.
Jesús, en su peregrinar de vida terrenal, apeló a varias maneras de expresarse para que las personas entiendan el “mensaje del reino de los cielos” que ÉL venía a poner al alcance de la humanidad. Dijo por ejemplo “mi reino no es de este mundo”, lo cual acompaño con su entrada triunfal a Jerusalén montado sobre un burrito (que representaba un animal de trabajo y humildad en comparación con los caballos que usaban los reyes terrenales).
También dijo que el reino de los cielos es semejante a un “tesoro escondido”, el cual un hombre encontró y, con gozo y alegría, vendió todo lo que tenía para “comprar” ese campo. La costumbre en esa época y anteriores era enterrar los tesoros para evitar que sean robados por los ejércitos de pueblos enemigos.
La acción de vender todo para adquirir ese campo es un paralelismo con la única forma de “entrar a vivir una vida de reino de los cielos cotidiana accediendo por la fe en Jesucristo”. Se trata de dejar todos nuestros caminos para seguir su camino, el único que nos conducirá al Padre.
Estimado lector, en un mundo tan convulsionado donde nada parece ser seguro, todo parece ser amenazante de la paz, la seguridad y el bienestar, esta manera de aceptar ese reino de los cielos que Jesús acercó a la humanidad tiene una particularidad… es absolutamente posible de experimentar por la fe que se activa con el interés por buscar de ÉL.
“ÉL es el camino, la verdad y la vida” y su máxima expresión de amor para acercar el “reino de los cielos” fue morir en la cruz para salvación y vida eterna de todos aquellos que aceptarán por la fe su sacrificio vicario.