La comunidad de María Auxiliadora de Garupá, ya casi centenaria, es testigo y es animadora de su devoción. Por ello, ponen en palabras ese sentimiento de amor y agradecimiento hacia la Madre de Jesús y Madre Nuestra.
“Antes de nacer, mi vida ya estaba unida a María Auxiliadora porque mi padre fue receptor de la obra evangelizadora de los Salesianos en San José, y mi mamá nació en una casa ubicada frente a la capilla María Auxiliadora en el tiempo que se inició su construcción. Todas las etapas de mi vida, siempre unida a ella. Tanto es así que, a cada lugar que llego de paseo, me cruzo con su imagen, sea en capillitas, ermitas, plazoletas, catedrales, es como si viajara conmigo. Cada vez que me encuentro con ella en algún lugar lejano a Garupá, me embarga una nostalgia infinita y una felicidad enorme, porque la siento muy cercana”, manifestó Alicia.
Durante la preparación para fiesta de la Virgen María Auxiliadora, la imagen recorre las instituciones públicas y en 2017, Lorena la conoció cuando pasó por el BOP 21. “Le pedí, de corazón, que intercediera ante Dios para que pudiera tener una casa para mis hijos. Fue doble la bendición, porque me concedió dos casas. Pudimos comprar un terreno y construir una, y juntamente, el IPRODHA nos entregó la que habíamos estado esperando”, dijo.
A María auxiliadora, auxilio de los cristianos
Una vez recurro a Ti
En procura de salud.
Mirad de arriba por Mí
Que templo mi laúd.
Mi hijo tengo enfermo
Sé su médico celestial,
que, como remedio a ese mal,
De rodillas, acá vengo,
Escucha madre querida
Mis voces y mi clamor
Que una madre afligida
Te pide con gran amor.
Ana Ríos de Corti 03/02/1953. Gracias a mi Madre, María Auxiliadora
Desde hace muchos años, la familia de Claudina colabora con la capilla María Auxiliadora. “Le prometí a la virgen, que mientras tengamos campo para los animales y, por ende, trabajo, que permita sostener las puertas de nuestro mercado, voy a poder seguir ayudando a la capilla. Que ella nos ayude, y yo a ella, ese es el pedido que le hice a la madre. Así, sostuvo nuestra fuente de trabajo, desde que montamos el negocio. Esa es una promesa que le hice y ella lo está permitiendo. Intercede por nosotros ante su hijo amado”.
Flores infaltables
Se podría decir que Gerónima Blanco, nació junto con la capilla. Vivía enfrente, por lo tanto, toda la familia era servidora de María Auxiliadora, gracias a la formación católica que les inculcó su madre. Su padre se encargaba de la limpieza del templo, y al patio, lo carpía. Su hermana mayor, Máxima, fue parte del grupo “Hijas de María”. Las demás: Amalia, Damacia, Jovina y María, fueron parte activa del grupo de liturgia y de la limpieza del templo. Su hermano, Pío, tuvo por muchos años, el resguardo de las llaves del templo.
Gerónima fue creciendo en ferviente devoción a la Patrona del pueblo. Ya casada, y por trabajo, se tuvo que ir a vivir a Buenos Aires. Desde allí, todos los 24 de mayo, infaltablemente, venía a Garupá para celebrarla, trayendo con ella, flores blancas y amarillas “para su mamita”, que luego se sumaban a los arreglos que la coronaban y embellecían.
Esos ramilletes los traía desde Escobar, capital nacional de la flor. Fueron 50 años de peregrinar a su pueblo natal con sus manos colmadas de flores perfumadas con las que viajaba en tren, primeramente, y luego en ómnibus, hasta que el 26 de noviembre del 2020, “cerró sus ojos para siempre en esta tierra, para volver a abrirlos en el cielo. Si quieres las alas del fervor, sea la Virgen María tu amor. Un alma a ella fiel, puede al cielo llegar. Así como dijo San Juan Bosco, la veo a mi tía allá, con sus flores para María Auxiliadora”, relató emocionada, su sobrina Claudia.
Con los ojos de la fe
“Cada vez que celebramos su fiesta, vienen a la memoria recuerdos de mi niñez que quedaron grabados. Mamá me llevaba de la mano a la capilla y antes de entrar, se cubría la cabeza con una mantilla, en ese momento no entendía, pero más tarde, comprendí del respeto y la fe de mi madre. Con esa acción me transmitió el valor de la fe en un padre, que es Dios, y una madre, que es María, y que nos cuidan. Ya adulto, un 24 de mayo, movidos por la emoción, un joven seminarista y yo pedimos a la virgen que, de esta comunidad, salga un sacerdote y un diácono y haríamos juntos la primera misa acá. Dios le dio otra misión a este joven y a mí me ordenó Servidor de Cristo, llevando su evangelio, su amor, su paz, su bendición”, comentó Jorge.
Añadió que hace unos años, una periodista le preguntó: “¿Qué significaba la imagen de María, para nosotros? Le dije: todo. Me salió del alma y continué, porque Garupá vive en ella desde que nació y seguirá viviendo, en sus ojos están registrados nuestros antepasados. En ellos vemos a todos nuestros seres queridos que partieron, cuando la llevaban en sus hombros y a las mujeres rezando el rosario, en las procesiones, todos ellos viven en sus ojos y cuando nosotros nos vayamos, también estaremos ahí. La periodista se emocionó y no hubo más preguntas. Solo me dijo: gracias y se fue. Al otro día, al leer el diario, puso esta frase entre comillas: ‘Cuando uno mira con los ojos de la fe’ y una lágrima se me escapó, porque entendió el mensaje”.
“Todos los años, cuando es su fiesta, me paro o me arrodillo frente a su imagen y la observo, miro su carita, y según como la veo, sé cómo me va a ir ese año. A veces, se sonríe y otras veces está triste, y le digo: no mamita, qué pasó y le hablo, como si fuera una persona, porque está viva, está al lado nuestro. A mí me ayudó siempre, pero cuando fui a tener a mi última hija, sin ninguna esperanza para la bebé ni para mí, le pedí, le imploré. Mientras me hacían la cesárea, rezaba el Ave María y la veía ahí, a mi lado, estaba de pie, paradita, y me sonreía. Cuando relato esto, seguro piensan que estoy loca, pero yo no estaba dormida porque la anestesia era local, no fue un sueño. Para mí fue fuertísimo eso, y me dije: Ella me escucha. Está acá a mi lado. En cuanto escuché el llanto de mi bebé y pasó todo el peligro, hablé con mi esposo, y él me dijo que estando afuera, oraba a María Auxiliadora, y entonces le conté lo vivido. Ambos decidimos que nuestra hija se llamara María”, manifestó Norma.
Isabel contó lo que le sucedió “a una persona que ama a la virgen, que le demuestra su afecto a través del servicio en el Ministerio de Música, que aporta su don como animador en las celebraciones que lo requieran. El 24 de mayo quería participar de la procesión, pero su esposa se demoraba. Quería ver cuando la imagen salía de la capilla y bajaba las escalinatas, que era lo que anhelaba. Como tardaron, pensó que se perdería de ese momento. Llegó a la capilla y entre el cúmulo de gente, se dio cuenta que la imagen todavía, no había salido. El diácono pasó a su lado, lo toma del brazo y le dijo: quiero que lleves a María. La emoción más grande fue la que le embargó ese día cuando solo quería verla, pero María Auxiliadora quiso que la llevara. Así como a este muchacho, María lo llamó, lo mismo hizo con mi padre, que era un hombre duro, sin religiosidad y, de un día para el otro, comenzó a ir a la misa a la capilla. Era quien nos invitaba a las hijas a asistir a las celebraciones. Después que falleció, recién nos acercamos a María Auxiliadora. Seguramente papá intercedió para que eso sucediera. Así, ella fue obrando en mí, y me regaló el honor de portar a su hijo, me lo encomendó, a través del Ministerio de la Eucaristía”.
Claudia comentó su experiencia con Dios y con la intersección de María en una situación en la que su salud estuvo comprometida a causa de una peritonitis. “Estuve entre la vida y la muerte. Consciente de lo que sucedía le pedía a Dios y a Mamá Auxiliadora que me den fuerzas para soportar lo que se venía en el quirófano, escuchaba la conversación de los médicos preocupados, que hablaban de un doctor que debían llamar y al que no ubicaban. Oré por ello. Pedí que pueda llegar ese médico que sería mi última esperanza. El médico llegó, entonces me prepararon para la cirugía, me durmieron y fue como estar en ‘trance’. Pedía a Auxiliadora que, como madre, intercediera ante Dios, que pudiera salir de esta enfermedad. Le pregunté si me iba a morir y, claramente me contestó: ¡¡No!! bien fuerte… Entre esos momentos de diálogo con Dios, también sentía palmadas en la cara y fue así que me desperté y era el anestesista, que estaba intentando sacarme del adormecimiento”. Recordó que “le dije a mamá María que si me recuperaba la iba a llevarla al hombro en la procesión, todos los 24 de mayo, hasta el fin de mis días. Volví a vivir. Me fui recuperando lentamente y con la herida abierta todavía, lo cumplí ese 24, la llevé en andas”. Otro de los momentos en su vida en que “obró grandemente cuando en unos de los controles posoperatorios, el médico me comunicó que no iba a poder tener hijos debido al daño que provocó la infección. Con mi esposo, lloré mucho… mucho, pero, como no estamos solos, le hablé a mi mamá del cielo y le dije: quiero saber qué es ser madre. Pasaron dos años y empecé a sentirme mal y visité al médico para que me haga un control general. Fue ahí que, en medio de un estudio, me comunicó que estaba embarazada. Hoy mi hija tiene 15 años. La enseñanza que me dieron estas experiencias de vida, es que aprendamos a valorar la vida, que María nunca nos deja solos y que junto a su hijo nos auxilian”.
“Mi mamá nos transmitió recurrir al auxilio de María Auxiliadora, siempre nos llevaba a la capilla, ante alguna enfermedad y también pedir a Santa Lucía por mi visón, luego me di cuenta, ya grande, que en la capilla existe una hermosa imagen de esta Santa”. “Cuando trabajaba en el Servicio Penitenciario, me llegó el traslado a la ciudad de Oberá. Pedí a María que quería estar con mi familia, que no se ejecutara esa orden, me arrodillé frente a su imagen con el traslado en la mano, y le dije que, como madre, intervenga. El alcaide me dijo que, lo que se escribe con la mano, no se borra con el codo. Entonces le dije a María: que se arregle nomás, porque yo no le pedí a nadie más para que me ayude. El traslado no se dio, ella lo hizo, pude quedar cerca de mi familia. Provengo de una familia, en las que todos colaboran en la capilla María Auxiliadora, ya sea en las pastorales, liturgias, ministerios, en grupos económicos, en todo lo que sea evangelizar. Serví para el Señor y lo sigo haciendo, acompañado por mi esposa y todas mis hijas”, confió Ángel.
Gracias oh Madre querida
Una y mil veces perdón,
Te lo pide de corazón
Una hija agradecida.
A mi hijo lo salvaste
De una grave enfermedad
Los dolores de crueldad
Con tus milagros curaste,
Por eso, hoy en la tierra,
Publico este milagro
María Auxiliadora, mi adorada
a la magna, a la pía,
a esta Madre amada
(por Ana Ríos de Corti, Garupá. Septiembre de 1953)
“La imagen de mi madre con su devocionario, rezando frente al altar del hogar, frente a la imagen de María Auxiliadora, es el modelo de Mujer y de Madre que llevo. Hoy me veo, tal cual, como ella, encomendando a la virgen, todo cuanto no se pueda resolver humanamente, sino por la acción divina”, rememoró Liliana. Sostuvo que venía atravesando situaciones complicadas y debía tomar una decisión. “Rezando el Rosario, al amanecer, escucho claramente una dulce y suave voz que me dijo: te amo. Hice silencio, y comprendí que ahí estaba la respuesta”.
En la capilla “siempre hallé paz, desde pequeña, ayudaba a la señora que limpiaba los altares y cambiaba las flores y también, en la misa, cantaba con ella, así que, nuevamente, de grande, busqué ese lugar de acogida y en momentos de incertidumbre, pedía la llave del templo y lo abría, para estar sola con el señor. Fue ahí que me demostró su presencia viva en la hostia consagrada, cuando, después de permanecer en oración con él, apoyaba la palma de la mano en el sagrario, lo sentía latir, sus palpitaciones, cual corazón en mi mano”.
Otro regalo fue “mostrarse y poder ver su rostro en la fotografía tomada por los adoradores, a la hostia expuesta en un jueves de adoración, a las 3 de la tarde. “Agradezco el fervor heredado de mis antepasados, ese amor a María, porque ella nos lleva y nos muestra a su Hijo. Y ¡cómo nos cuida!, nos cubre con su manto en esos momentos en que pareciera que los vientos, las tormentas azotan, como que todo se cae; se la invoca y es impresionante ver que todo pasa y nada fue grave!. También voy a mencionar cómo ella obró cuando se abrió la capilla especialmente, para que toda una comunidad se reúna y ore por nuestro diácono que estaba con problemas serios de salud. Gracias María Auxiliadora, porque hoy tu Servidor continúa, grandemente, hablando de vos y conmoviendo los corazones”, reflexionó Liliana.
De visitar enfermos a Ministro de la Eucaristía
Para Griselda “María es muy poderosa y nos auxilia siempre” y que, si tuviera que contar todas las formas hermosas “en que me auxilió, no me alcanzaría un libro”. Narró cómo conoció la capilla y que fue de una manera muy “especial” cuando recién se había mudado a una casa de los barrios del IProDHa, hace 19 años. Estaba, un Domingo de Ramos, con su esposo y su primer hijo, sentada frente a la casa que está sobre la avenida principal de Garupá, cuando, de pronto, escuchó cantos alegres sobre María y Jesús, voces de jóvenes, y “me pregunté: ¿estoy loca? Salí a ver y visualicé en lo alto, que sobresalían unas grandes Marionetas que se movían, que bailaban al compás de los cantos. Eran las figuras de María y de Jesús. Le digo a mi hijito: ¡Mirá, son Jesús y María…vamos! No lo dudé, fue un impulso, nos pusimos las zapatillas, y nos sumamos al grupo de gente que caminaba y que llevaba palmas en sus manos y yo no tenía, pero me dije, ya alguien me va a dar y fue así que, una señora me da dos palmas al verme sin nada”. Después supo que se trataba de la tradicional peregrinación “Garupata”. “Habían dibujado en el asfalto, unos pies enormes, unas huellas, como que marcaban el recorrido, y me parecía hermoso todo eso”, acotó.
Llegaron a una esquina donde el sacerdote bendijo las palmas y continuaron dos cuadras y “divisé una capilla. La miro y digo: ¡qué hermosa es!, la señora me dice: es nuestra capilla, ¡María Auxiliadora! Y esas palabras quedaron grabadas en mi corazón. Fue así que, siguiendo a Jesús y María, conocí la capilla”. Sin embargo, en esos momentos no visité la capilla porque estaba cerrada y luego, por otros motivos, no volvimos más; pero quiso el destino que, por mis hijos, por sus sacramentos, fui encaminada, nuevamente, como aquel día, hacia la capilla. Estaba abierta, apenas llego a la puerta, veo a Nuestra Madre, radiante, hermosa, y cómo me enamoré de esa imagen; que uno la mira y parece y parece que nos mira, bueno, no es que parece, nos está mirando, te sonríe, te da la bienvenida, ella nos acerca a Jesús”.
Pero, quiso contar algo “que me pasó, muy hermoso, durante la misa, una de los domingos; estábamos sentados, como siempre, en los bancos frente al sagrario y a su lado está ubicada en su pedestal, la imagen de María Auxiliadora, cuando las palabras del texto bíblico me resonaron en mis oídos “la Fe sin obras, no es Fe” y miré mis manos y dije: tengo las manos vacías…(aunque, un sacerdote me dijo una vez que en nuestras manos están las obras buenas que hacemos todos los días ,en la familia, en el trabajo, en ellos amigos, y que las presentamos al Señor), pero para mí no era suficiente. Luego de recibir la eucaristía, en ese momento de silencio, miro a María y le digo: qué puedo hacer por tu Hijo, qué puedo hacer por vos. Quiero hacer algo, ¡ayúdame! qué puedo hacer para estar más cerca de ustedes. En ese momento, el coordinador lee los avisos parroquiales e invita a los que quisieran hacer algún servicio o desempeñarse en alguna pastoral y menciona a la Pastoral de la Salud, ahí me quedé pensando qué era eso. Pregunté y me dijeron que se trataba de visitar a los enfermos, llevarles la Eucaristía, charlar con ellos, eso es lo que quiero, dije, me salió del corazón. Ella obró en el instante. Luego, de un año, el sacerdote me propone ser ministro de la Eucaristía, le dije: yo, padre? No me considero digna. ¡El sacerdote me dice que aproveche todos estos momentos de estar tan cerca de Cristo, tan cerca de Jesús Vivo! Ahora, lo llevo a los hermanos enfermos, y ver cómo se alegran, te cambia la vida. Tengo que agradecer todo a María Auxiliadora, porque a Ella le pregunté: ¿qué puedo hacer por tu hijo?”, celebró.
De la mano de María Auxiliadora “transcurrió toda mi vida: bautismo, catequesis, misas, fiestas patronales y mi matrimonio. Ahí mis hijas fueron bautizadas, realizaron su catequesis, asistieron a grupos juveniles y fueron catequistas”, aseguró Graciela. Con su esposo, “servimos en distintas áreas de la capilla. Hoy mis nietos están dando sus primeros pasos en la catequesis y también fueron bautizados en María Auxiliadora. Continuamos participando y colaborando en familia en las diferentes actividades que se proponen en la comunidad, sintiendo siempre su acompañamiento, su protección, su auxilio”, manifestó.