Transitando ya el segundo semestre y, económicamente hablando, el primero será recordado más bien por la caída de la actividad que por la desaceleración de la inflación.
Es verdad que los precios comenzaron una trayectoria descendente a partir de las medidas que tomó el Gobierno, pero también lo es que, en mayor medida, bajaron por el desplome del consumo y la destrucción del salario y las jubilaciones.
Dicho de otra forma, los precios que en enero y febrero andaban por las nubes bajaron a tierra, pero las medidas sobre la economía no lograron hacer la reconversión necesaria y, en el desfasaje entre ambos, millones de personas cayeron en la pobreza en tiempo récord.
Es por ello que los principales indicadores siguen arrojando resultados negativos y la inercia de tamaño desfasaje asegura que las mediciones seguirán por el mismo camino durante el corto plazo.
La segunda fase a la que alude el Gobierno y que comienza este semestre, de la mano de la Ley Bases aprobada recientemente por el Congreso, debería torcer el rumbo y comenzar a mejorar la microeconomía, al menos ese es el planteo. Pero sin inversiones que dinamicen la economía doméstica y con los despidos creciendo semana a semana tanto en lo público como en lo privado, aún no caben expectativas positivas.
Es de esperar entonces que el Gobierno vuelva a poner la lupa sobre los empresarios tal y como hizo semanas atrás, cuando frente a un auditorio de hombres y mujeres de negocios de todo el país, el presidente Javier Milei les pidió que “pongan lo que hay que poner”.
El problema es un verdadero círculo vicioso. Si el consumo no despega de la mano de una mejora en los salarios y las jubilaciones, los empresarios no ven un contexto conveniente para producir y vender y, por tanto, para contratar personal.
La diferencia respecto de otras gestiones es un nuevo enfoque técnico y político y un nuevo compendio normativo del que el actual Gobierno echará mano desde ahora. De eso dependerá el segundo semestre. Su rasgo distintivo será entonces el de las bases para un rebote o de la profundización de una crisis que mes a mes hunde a un millón de personas en la pobreza.