Por: María del Rosario Suarez
La noche estrellada acompañada de un fogón con grandes troncos, hacía transformar ese momento único y mágico. Se cubría con su poncho de lana pura y allí permanecía distante e inmutado quien sabe en cuantos recuerdos. Así, algunas charlas se daban entre la luz de tal fogata ¿qué significados tendrían?
En un frío amanecer del 28 de mayo de 1936, a orillas del río Uruguay, la espesura del verde monte y la tierra roja abundante de Concepción de la Sierra, era testigo del nacimiento de Lito. Dicen sus allegados que el vigor de su primer llanto fue indicio suficiente para contemplar su fortaleza.
De condición humilde, a los 5 años sabía montar a caballo: un petizo, su amigo y fiel compañero. En su casa, tenían algunas vacas lecheras, una gran huerta y otros cultivos para su sustento, claro está que vivían de lo que podían vender y cubrir algunas necesidades básicas del hogar.
Además de ir a la escuela, sus tareas consistían en la distribución de lo que producían a clientes del pueblo, su madre se encargaba de ordeñar las vacas muy temprano seleccionando al mismo tiempo las mejores verduras.
De adolescente acompañaba a su padrastro a trabajar en un secadero de yerba cercano; a los 18 años con el número de sorteo 617, cumplió el Servicio Militar Obligatorio durante un año, cuyo destino sería en la localidad de San Javier.
Para llegar hasta allí, el recorrido de ida o de vuelta lo hacía en bicicleta o a caballo por caminos de tierra, muchas veces el arroyo Persiguero era su parada de descanso para luego continuar el viaje hasta su casa, donde esperaba su madre con el pan recién horneado, alguna mermelada de estación y no faltaba el matecocido con leche sobre la cocina a leña.
Pasado ese tiempo en busca de oportunidades viajó a Buenos Aires junto a dos hermanos mayores, se desempeñó en el sector de ordenanza del Club Hípico Argentino. Del pueblo a la ciudad una nueva experiencia de vida muy diferente a la que estaba acostumbrado, extrañaba su monte, picadas, la pesca en el río…
Unos años después, la tragedia se asomó viajando en una carta que decía:
“Hijos míos, rogando a Dios que los proteja siempre, espero se encuentren bien” la madre de Lito, muy enferma, entre otras líneas hacía un pedido especial a él, su hijo menor: “están incorporando en Gendarmería, volvé a Misiones, intentá, tal vez la suerte te acompañe, tendrás un futuro mejor”.
Fue entonces que Lito, con 24 años, inicia los trámites e ingresa al Escuadrón 8 Alto Uruguay de su pueblo natal, cumpliendo así con el pedido y sueño de su madre.
Desde entonces recorrió varios puntos del país, del cual guarda los mejores recuerdos y sus anécdotas, esas que tal vez los transporta al ver las llamas de su fogata, esas que reúne a la familia los domingos con un buen asado al ritmo de su acordeón, esas que son repetidas pero escucharlas significa vivirlas junto a él nuevamente…
Mientras ardían los leños las historias brotaban con pasión, de las cuales solo después de mucho tiempo pude hilvanar y comprender.
Hoy puedo plasmar ese sendero vivido, en el que experiencias y emociones envuelven sus relatos, patrullas, montes, montañas, nieve o lluvia con un único objetivo: brindar seguridad y bienestar a los que habitaban en las fronteras del país como el soldado que fue y sigue siendo.
Pocos entenderán las ausencias en festividades, cumpleaños y momentos importantes en los que no pudo estar presente por cumplir con su deber y convicción. Dio su tiempo, su vida en cada misión encomendada, agradeciendo siempre el buen consejo de su madre para luego servir y ayudar a la sociedad con humildad, disfrutando, llevándose de cada lugar un pedacito de cada paisaje de cada cielo, de costumbres y afectos en cada despedida.
Por eso, a través de estas líneas quiero homenajear y contarles con mucho orgullo que el “Centinela de la Patria” del que les hablo, el hombre del fogón bajo las estrellas, el de la mirada perdida, a veces distante, en esas noches estrelladas de mucho frío, que estoy segura recorría con sus recuerdos cada lugar de destino con sentimientos encontrados de todo lo vivido, de a momentos con una sonrisa que solo él sabrá… seguramente no son las únicas, habrán muchas más.
Repasando ese sendero de vida que cumplirá 85 años, puedo visualizar amor, sacrificios, ausencias, valor y por sobre todo entrega, una palabra muy amplia, entrega por él mismo, por su familia, por su Patria.
Ese hombre… es mi papá.