Las estadísticas frías, cuando se trasladan a personas, impactan. En la vida escolar tanto el ausentismo circunstancial como el abandono de la educación obligatoria, es un problema.
Ahora bien, esa salida temporaria o por largo plazo de los niños, niñas y adolescentes de las aulas puede deberse a múltiples circunstancias. Más aún en crisis económicas donde el preponderante suele ser no tener los medios necesarios para estudiar (útiles, ropa, etc).
Las cosas cambian cuando los padres no tienen en claro qué prioridad significa para sus hijos, la escolaridad básica en tiempo y forma.
Dejando de lado la deserción y puntualizando en el ausentismo, ¿qué se hace en la familia cuando llueve o el día que los estudiantes piden no ir a la escuela? Evidentemente, los adultos a cargo vienen optando muy seguido por darles la posibilidad de faltar a sus clases.
Decir que uno de cada 4 alumnos falta casi un mes hábil de clases al año, es un montón.
En el debate, no faltarán los que pidan en la comodidad del hogar que las escuelas se encarguen de hacer notar las ausencias reiteradas. Y también los que ni siquiera se enteren de las “rateadas” de los más grandes.
Por esas razones es que los tutores deberían poner en práctica un mecanismo de seguimiento, sabiendo que cada día de ausencia es una jornada menos de aprendizajes para el futuro.
Así como casi el 50% de los directivos de los establecimientos consultados en el estudio de Argentinos por la Educación dijo que el ausentismo es la principal preocupación, habrá que profundizar en las familias si se encuentra en la misma proporción.
El tema es que, después, al momento de rendir pruebas, muchos no las superan por falta de conocimientos.