Todos tenemos un alma familiar que está compuesta por sus historias, mitos, creencias, dinámicas propias, secretos, lealtades. Temas ancestrales que no fueron resueltos se repiten una y otra vez dentro de la psique familiar simplemente para que puedan ser vistos, reconocidos, sanados y honrados, ya que gracias a ellos nuestra familia puede evolucionar y tomar todos los dones y virtudes que fueron conquistados por nuestros antecesores.
Estos dones al igual que las heridas quedan guardados en nuestro ADN a modo de archivo adjunto y se repiten una y otra vez ya que, no solamente quedan registradas en el ADN sino también impresas en la estructura familiar, condicionando de esa manera nuestra conducta que, por cierto, es inconsciente.
A modo de patrón energético como si fuera un proyecto no resuelto en la historia familiar se manifiesta en el presente a través de algunos de sus descendientes para que pueda ser ordenada, registrada y tenga la posibilidad de ser reparada.
Cada uno de nosotros es heredero de su historia familiar, esta información que nos fue trasmitida por nuestros ancestros a lo largo de generaciones, va conformando nuestra manera de percibir la vida, la manera de sentir y de pensar de nuestra familia.
Vemos que en la historia de los que nos precedieron hay tramas arquetípicas que se repiten de generación en generación, es como si el alma familiar tuviera algo que aprender.
En algunos casos podemos -a través de la observación de nuestro árbol genealógico-, encontrar identificación con alguna de las historias de nuestros ancestros o en cambio otras historias nos pueden producir rechazo y rebeldía.
De cualquier manera, abrirnos a las imágenes, historias o sensaciones que habitan nuestra memoria nos conecta con nuestro pasado familiar y nos puede ayudar a liberar algunos de esos mandatos que seguramente vamos a resolver por conciencia o por destino, mandatos que vienen siendo arrastrados de generación en generación.
Este puede ser un viaje de reconciliación hacia nuestro pasado, pero también puede ser un viaje de sanación hacia nuestro interior.
Honrar desde el amor y el reconocimiento cada historia de dolor, desesperación limitación o ignorancia de nuestros ancestros es permitirnos poder habitar nuestro presente y asumir la capacidad que todos tenemos de poder elegir otra forma de resolución de situaciones.
Dejar atrás el miedo a la no pertenencia forma parte de una nueva actitud. Ya que jamás vamos a perder la pertenencia a nuestro sistema, pero si podemos a través de nuestras elecciones generar un salto cuántico en el alma familiar abriendo caminos, más amorosos, más empáticos, caminos diferentes del ser que tienden a una nueva manera de vivir.
Todos en definitiva formamos parte de una familia mayor que habita el planeta y al reencontrarnos con nuestras raíces y esa historia personal estamos contribuyendo a una liberación no solo personal sino planetaria.
Sin raíces no hay alas para el cambio. Acepta el desafío de ser el diferente en tu sistema. Solo hay una ley constante y es la del cambio.
Patricia Couceiro
Máster en Constelaciones
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