Por: Elba Cristina Ríos
Con los ojos cerrados, en calma,
con ansias de detener el tiempo,
recuerdo mi octogenaria historia
reflejada en el cristal de mi alma.
Construyo una escalera imaginaria
para subir al podio de la vida
siento frío, tiemblo, dudo,
caigo al vacío… sobrevivo.
Afilo mis garras ante la sensación de ira
Por ese verdugo despiadado
que arrancó de mi cuerpo mi flor preferida…
que rasguña mis heridas,
que taladra mi mente y opaca mis sentidos.
Sepulto mis miedos cada día,
siento compañía de esa niña-mujer,
de esa madre, de esa abuela,
hermana o amiga.
¿Será un aprendizaje de vida
o un despertar al letargo que nos acuna?
Juntas nos embarcamos hacia un rumbo desconocido,
juntas naufragamos
tocamos fondo, resurgimos…
Recorro una y otra vez
la telaraña que tejí con osadía,
me estremezco y me abrigo,
confío en esa persona que me acompaña en mi rutina
de quimio y terapias dirigidas.
Y, a pesar de todo lo que hoy vivo,
disfruto más que ayer el olor a café, la compañía,
el chisporroteo de la lluvia,
el aroma de jazmines y azahares,
los lapachos en flor, la sonrisa de un niño,
el abrazo, el “te quiero”,
la manta que me cobija,
el aire que inhalo
y las paletas de colores que se reflejan en mi retina.
Sonrío, siento paz, gratitud,
dirijo mi mirada a Dios
y me lleno el corazón de Vida.
Porque las que libramos esta batalla
no somos sobrevivientes,
somos… “Guerreras”
hasta el fin de nuestros días.
(*) Primer Premio en Poesía del Certamen “La Letra Rosa” 2023.