Marcial Giménez es el mburuvicha (cacique) de la tekoa Marangatu, una comunidad mbya guaraní ubicada en el municipio de Mártires, sobre la Ruta 103, dentro del departamento de Candelaria. Hace dos años, Giménez es testigo de un problema que aqueja a su comunidad: la invasión constante de colonos que entran a sus tierras, talan los árboles, roban la madera y, en muchos casos, venden parcelas de manera ilegal.
Destrucción del territorio
“Nosotros somos 11 familias, con 39 personas en total, incluyendo a los chicos”, contó Giménez en diálogo con PRIMERA EDICIÓN, quien describe la difícil situación que atraviesan. Las tierras que ancestralmente pertenecieron a sus antepasados están siendo despojadas sin contemplaciones. “Esta parcela tiene 109 hectáreas, y casi toda la madera ya fue talada. Quedó muy poco”, agregó.
Lo que antes era un espacio fértil para el cultivo y las actividades tradicionales, hoy está prácticamente destruido. “Antes se podía hacer bien todo el acceso a las plantaciones, pero ahora estamos incómodos. La gente pasa y hace lo que quiere”, lamentó. Además, la ubicación estratégica cerca de la ruta facilita la entrada de personas que llegan desde otras localidades.
El cacique detalló que los responsables son colonos que vienen desde otras partes, muchas veces sin conexión alguna con el municipio. “No son de acá”, afirmó. “En todos los rincones de Mártires roban madera. Nosotros hemos hablado varias veces con ellos, pero nunca llegamos a un acuerdo. Son los mismos, siempre los mismos”. A pesar de intentar el camino del diálogo, la situación persiste.
Venta ilegal de tierras
Uno de los aspectos más preocupantes para la comunidad es la venta ilegal de tierras. Según relató el mburuvicha, una porción considerable de su territorio fue vendida varias veces, de manera fraudulenta. “Como 25 hectáreas de esta parcela se vendieron cuatro veces, a distintas personas. Vienen de Posadas, de Oberá”. A pesar de que el verdadero dueño de las tierras, un hombre que reside en Buenos Aires, les confirmó que nunca vendió nada, las ventas fraudulentas continúan. “Hablé con él hace cuatro meses y me dijo que no vendió ni un pedazo de tierra acá”, explicó Giménez.
Estas ventas ilegales no solo afectan la titularidad de la tierra, sino que complican aún más la situación de la comunidad, que históricamente ha habitado esa región. “Este es territorio indígena, fue de nuestros abuelos. Acá vivían ellos y hasta quedaron algunos cementerios”, compartió.
Denuncias ignoradas
Ante esta situación, la comunidad ha intentado buscar soluciones a través de diferentes vías. “Estamos organizando varias cosas dentro de la comunidad para frenar esto”, aclaró Giménez. Han presentado denuncias en diferentes instancias, pero las respuestas han sido insuficientes. “Hemos hecho varias denuncias ya, pero hasta ahora no nos hacen caso”.
A pesar de que las tierras son reconocidas como territorio ancestral mbya guaraní, Giménez y su comunidad intentaron formalizar su presencia en el lugar pidiendo permiso al propietario legal, quien les ha permitido permanecer allí. Sin embargo, la comunidad no ha recibido respuestas sobre una posible donación del terreno, lo que mantiene su situación en una incertidumbre constante. “Hablé con uno de los dueños hace tiempo. Ellos quieren donar, pero los hijos no están de acuerdo todavía”, explicó.
El impacto de la deforestación es devastador, no solo para la tierra, sino también para la cultura y subsistencia de la comunidad. “Se robaron toda la madera. Hasta el dueño de las tierras está enojado, porque él tenía yerbales acá, y también se los robaron”. Según Giménez, en ese sector había 53 yerbales que ya desaparecieron, víctimas de la tala indiscriminada. “No solo roban madera, también roban yerba”, dice, explicando cómo el robo de madera ha destruido todo lo que solía crecer allí.
La comunidad mbya guaraní depende del cultivo para su subsistencia, y aunque intentan mantener sus prácticas tradicionales de plantación, la situación se vuelve cada vez más difícil. “Muy poco ya podemos plantar, pero seguimos plantando algo para no pasar hambre”, confesó Giménez.
A pesar de las múltiples denuncias, la respuesta de las autoridades ha sido mínima. “En una ocasión vino Ecología, pero desde entonces no vinieron más”, relató. Las demás entidades, como Asuntos Guaraníes, también están al tanto de la situación, pero no han intervenido. “Sí, saben lo que está pasando, pero no hicieron nada”.