Cuando contemplas la realidad que te rodea, ¿qué es lo que realmente ves? ¿Percibes la luz que irradia esperanza o te sientes atrapado en la oscuridad que consume el alma? ¿Puedes sentir el amor que une corazones o te quedas atrapado en el odio que separa? ¿Eres testigo de la felicidad que danza en cada risa o sucumbes a la tristeza que ahoga el espíritu? ¿Ves la esperanza que ilumina el camino o el miedo que paraliza el andar?
El mundo que percibes es un reflejo directo del estado de tu ser interior. Cuando permites que la vida, en su faceta más superficial y materialista, dicte tu destino, te conviertes en prisionero del ego. Este ego fabricado por las falsas creencias y condicionamientos que hemos aprendido a lo largo de los años, crea una realidad donde solo existen oscuridad, odio, tristeza y miedo. Este mundo es una proyección de las ilusiones que llevamos dentro, de los miedos y las inseguridades que nos atan a una existencia limitada y sin brillo.
Sin embargo, dentro de cada uno de nosotros reside una chispa divina, una voz interior, un espíritu que no conoce limitaciones. Este espíritu es tu guía verdadero, la esencia pura que sabe que estás destinado a más, que simplemente existir. Permitir que este espíritu dirija tu camino es despertar a una nueva realidad, donde la luz ilumina cada rincón de tu vida, donde el amor fluye libremente y une corazones, donde la felicidad es una constante y la esperanza es la estrella que guía cada paso.
Cuando permites que tu espíritu sea el faro que ilumina tu camino, comienzas a ver la vida con nuevos ojos. Cada persona que encuentras, cada desafío que enfrentas, se convierten en una oportunidad para crecer y aprender. La luz se revela en los lugares más oscuros, el amor se encuentra en los actos más pequeños, la felicidad se descubre en los momentos más simples y la esperanza se fortalece con cada paso que das.
Esta transformación no ocurre de la noche a la mañana, pero con cada acto de conciencia, con cada momento de introspección, te acercas más a tu verdad interior.
Recuerda, la percepción de tu mundo exterior es solo un reflejo de tu mundo interior. Al sanar y nutrir tu espíritu, transformas no solo tu propia vida, sino también el mundo que te rodea. La luz, el amor, la felicidad y la esperanza no son solo sueños inalcanzables, son realidades tangibles cuando vives desde tu ser más auténtico y divino. Feliz y bendecida Vida.💖
Karina Holoveski
Mujer Medicina-Chamana.
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