En lo más profundo de cada ser humano, late una pregunta esencial, un llamado que trasciende el ruido del mundo y se sumerge en la quietud del alma. Esta pregunta, simple en su formulación, pero vasta en su alcance, es la búsqueda incesante del porqué de nuestra existencia.
No basta con simplemente vivir; sentimos un impulso irreprimible de comprender el significado de nuestra vida, de descubrir el verdadero propósito que da forma y dirección a nuestro paso por este mundo.
Esta búsqueda es la chispa divina que ilumina nuestro camino en la oscuridad, el fuego que arde en nuestro corazón, impulsándonos a mirar más allá de lo visible, a explorar más allá de lo conocido. Nos preguntamos: ¿quiénes somos realmente? Más allá de nuestros nombres, roles y máscaras que llevamos en la vida cotidiana, existe una esencia, una verdad que anhela ser descubierta. No somos simplemente cuerpos físicos ni mentes pensantes; somos almas inmortales, expresiones individuales de un todo infinito, reflejos de la luz divina que da vida a todo lo que existe.
Al preguntarnos ¿Quiénes somos realmente?, nos enfrentamos a la vastedad del misterio de nuestra propia existencia. No somos solo seres hechos de carne y hueso; somos chispas de una energía divina, eternas y profundas, nacidas del amor y la conciencia infinita. Esta verdad nos invita a desprendernos de las limitaciones de nuestra identidad superficial y a abrazar la realidad de que somos parte de un vasto océano de vida, interconectados con todo lo que existe, desde las estrellas en el cielo hasta el latido del corazón de la Tierra.
La siguiente pregunta que surge inevitablemente es: ¿Por qué estamos aquí? Esta pregunta nos lleva a contemplar la misión que cada uno de nosotros tiene en esta vida. No estamos aquí por casualidad, nuestra presencia en este mundo tiene un propósito sagrado que al descubrirlo y abrazarlo, nos permite vivir con plenitud y significado. Estamos aquí para aprender, para crecer, para experimentar el amor en todas sus formas, para servir a otros y para contribuir con la evolución del universo.
La vida, con todos sus altibajos, es el terreno fértil en el que nuestras almas florecen, nuestra verdadera naturaleza se revela y es en esos momentos de claridad donde entendemos que estamos aquí para recordar quiénes somos realmente y para vivir en alineación con esa verdad.
Somos creadores, artistas del espíritu, llamados a dar forma a nuestras vidas con amor, sabiduría y compasión.
Karina Holoveski
Mujer Medicina-Chamana.
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