Octubre es el mes dedicado al Santo Rosario en la tradición católica, especialmente en honor a la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, que se celebra el 7 de octubre. Cuando rezamos la oración del Santo Rosario, meditamos sobre la vida de Nuestro Señor Jesucristo a través de sus misterios, lo que nos fortalece espiritualmente y permite unirnos más a Cristo en la fe, en compañía de nuestra Madre María. Este mes nos ofrece la oportunidad de profundizar nuestra fe y nuestra comunión con Dios a través de la Virgen María.
Desde los primeros tiempos de la Iglesia, el Santo Rosario se ha considerado una forma de espiritualidad que nos acerca a Dios. María vivió en una profunda cercanía con el Señor al aceptar la misión de ser la madre de Jesús. En el rezo del Santo Rosario, pronunciamos las mismas palabras que se encuentran en la Biblia: “Dios te salve, María, llena eres de gracia” (Lc 1, 28), escrito en el Nuevo Testamento. En el evangelio de San Lucas, también leemos: “Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre” (Lc 1, 43), palabras pronunciadas por Isabel cuando recibe la visita de María.
El rezo del Santo Rosario, es una fuente de abundantes gracias. Además de ser una oración integral que requiere el uso simultáneo de nuestras capacidades físicas, vocales y espirituales. Las cuentas nos ayudan a concentrar la mente. Al recitarlo repetidamente, expresamos nuestro amor, pues el amor y la piedad nunca se cansan de repetir las mismas palabras; siempre contienen un significado nuevo.
Al rezar los misterios del Santo Rosario. gozosos, dolorosos, luminosos y gloriosos, recordamos con la mente y el corazón los misterios de la vida de Jesús y la entrega admirable de María: esta oración nos abre a la intercesión por las diversas necesidades de nuestros seres queridos.
En cada uno de los misterios del Santo Rosario, acompañamos a Jesús y a María en los momentos cruciales de sus vidas. Es una oportunidad para pedirles ayuda a fin de que podamos imitar las virtudes y cualidades que ambos mostraron. Al meditar estos misterios con frecuencia, llevamos nuestras propias experiencias, impregnándolas con las esperanzas de nuestra Madre celestial. Mientras desgranamos las cuentas del Rosario, contemplamos con sencillez evangélica las alegrías, dolores y glorias de Jesús y María. La meditación sobre los misterios del Rosario debe inducirnos a imitar sus virtudes y a caminar como Jesús y María en nuestra vida cotidiana, viviendo desde la Palabra de Dios.
La verdadera riqueza del Santo Rosario se alcanza al rezarlo con una actitud contemplativa, transformándolo en una experiencia espiritual profunda, evitando convertirlo en una mera repetición mecánica de cincuenta Ave Marías. Esta conexión con Dios, a través de la intercesión de nuestra Madre María, nos eleva como cristianos y nos acerca más a Jesús, convirtiéndonos en receptores de las promesas de la Virgen. El Rosario nos acompaña y nos otorga fuerzas en momentos de soledad, desaliento, enfermedad y pérdida de nuestros seres queridos, llenándonos de esperanza: “todo cuanto se pida por medio del Rosario se alcanzará prontamente”.
Que la práctica de esta oración tan preciosa sea una oportunidad para profundizar nuestra vida espiritual y llenarnos de esperanza frente a las dificultades que enfrentamos en estos tiempos. Unámonos como comunidad en esta poderosa intercesión por nuestras necesidades personales y comunitarias, rezando con fe el Santo Rosario para fortalecernos como personas, familias y sociedad.