Ataraxia, en griego significa paz interior o imperturbabilidad. Los estoicos creían que la verdadera felicidad no se encontraba en los placeres exteriores o en la aprobación de los demás, sino en la tranquilidad de la mente.
Decían que la ataraxia se logra al aceptar el mundo tal como es sin desear que las cosas sean distintas. Es entender que no podemos controlar los eventos externos, solo nuestra reacción a ellos. Al liberarnos de las expectativas y aceptar la realidad, podemos encontrar la paz interior. Epicteto: (filósofo estoico) “no te perturban las cosas, sino las opiniones que tienes de ellas”, nos recuerda que nuestra paz interior depende de cómo interpretamos y respondamos a los eventos de la vida, no de los eventos en sí mismos.
La ataraxia, por lo tanto, es una clave poderosa para enfocarte en ti mismo. Al cultivar la paz interior, puedes liberarte de las preocupaciones innecesarias y concentrarte en lo que realmente importa: Tu crecimiento y desarrollo personal. Entonces, “Yo soy la manera que yo observo la realidad”, el observador es el que la crea, pero mi felicidad dependerá de la actitud que yo adopte ante las situaciones y el curso que vaya adoptando mi tranquilidad mental se irá manifestando en mis reacciones y con ellas mi evolución.
Ataraxia: Si Yo Soy la manera en que observo la realidad, al mundo debería mirarlo con amabilidad, dejaré de boxear con la vida y transformaré cada golpe en alegría; nada que llegue a mí lo tomaré como personal, entenderé que soy el espejo en que el otro se quiso mirar. Taparé mis oídos a la crítica y condenación, esto me dará alas de liberación, consolaré al afligido mostrándole esta manera de vivir, gozaré con el amigo que fue premiado en su existir.
Tomaré cada situación como una oportunidad para crecer y al enemigo como un maestro que me la hizo ver. Descubriré los pactos previos en cada una de ellas disolviendo así las ataduras previas, el egoísmo no entrará en mi manera de ser porque naturalmente seré Yo Soy Quién se dejará ver.
Miraré al mundo a través de los ojos de Dios y lo convertiré en una legión de enamorados.
Por Graciela del Carmen Zaimakis de Abraham
Escritora/ Escuela de Pensamiento
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