Hoy quiero compartir contigo una historia que me ha hecho reflexionar profundamente sobre el valor del perdón y cómo puede cambiar nuestras vidas. Quiero que la imagines algo conmigo: estás en una celda, condenado por un hecho que consideras injusto. Observas a tu alrededor las condiciones insalubres en las que vives.
Pasas el día entero solo en el mismo lugar, el tiempo se hace eterno. Pasa una semana, ¿cómo te sientes allí dentro? Pasan los meses y nada cambia. Pasan los años: uno, cinco, diez… hasta que un buen día te das cuenta de que has estado 27 años encerrado por una causa injusta.
Al salir, en lugar de buscar venganza, decides reunirte con las mismas personas que te enviaron a la cárcel para buscar la paz. Esta es una historia real y pertenece a la vida de Nelson Mandela. Él fue el primer presidente negro de Sudáfrica luego de 40 años de apartheid, un sistema de racismo institucionalizado contra el que luchó pacíficamente.
Cuando fue elegido mandatario en 1994, después de 27 años de prisión, en lugar de buscar venganza eligió un camino de reconciliación. Uno de sus gestos más icónicos fue en 1995, cuando entregó la Copa del Mundo al equipo nacional de rugby, los Springboks, que durante el apartheid no aceptaba jugadores negros.
Allí estaba Mandela, vestido con la clásica camiseta verde del equipo, simbolizando la unión y el perdón.
La pregunta entonces es: si Mandela pudo perdonar ofensas tan enormes, como pasar más de la mitad de su vida encerrado por luchar contra las injusticias, ¿por qué a veces nosotros somos incapaces de perdonar cosas mucho más pequeñas? Desde una traición o una infidelidad hasta… ¡un mensaje no respondido en Whatsapp!
Quiero aprovechar este momento para preguntarte: ¿A quién o qué no has perdonado? Te invito a que revises sin juzgarte y explores esos sentimientos de rencor, resentimiento o deseos de venganza que puedas tener guardados.
El perdón es una herramienta poderosa que nos libera y nos permite avanzar hacia un futuro más brillante.
Ismael Cala
Estratega de vida.