En el barrio Cruz del Sur, ubicado detrás del aeropuerto de Posadas, alrededor de 230 familias viven en condiciones de desabastecimiento hídrico, donde el agua potable es un recurso escaso y el sistema de tanques, implementado como medida paliativa, ya lleva ocho años sin mejoras.
Patricia Wilke, una de las vecinas, describió, en diálogo con PRIMERA EDICIÓN, la compleja situación que enfrentan desde los inicios del barrio hace más de tres décadas.
“El barrio tiene 35 años, y empezó con solo 28 viviendas que contaban con una perforación rústica”, comenzó explicando Patricia.
Con el tiempo, se incorporaron más habitantes, formando tres sectores: las viviendas iniciales, un sector de casas construidas por el Instituto Provincial de Desarrollo Habitacional (IPRODHA) y un asentamiento. Sin embargo, la expansión del barrio no fue acompañada de infraestructura hídrica adecuada, dejando al sector del asentamiento y a muchas de las viviendas de IPRODHA sin acceso al agua.
Tanques precarios y camiones cisterna insuficientes
La Municipalidad abastece al barrio con camiones cisterna que llenan dos tanques de 8.000 litros ubicados en diferentes sectores. Sin embargo, este sistema presenta serias falencias.
“Trajeron los tanques hace ocho años, pero la manguera con la que los llenan arrastra tierra y suciedad por la calle antes de verter el agua”, denunció Patricia.
Condiciones insalubres y riesgos para la salud
Además, la calidad del agua es alarmante. “El agua que consumimos a menudo es sucia. A veces sale marrón, y hemos tenido problemas de dolores estomacales por el agua turbia”, relató Patricia. Los tanques no son limpiados regularmente, y algunos incluso carecen de tapa, lo que aumenta el riesgo de contaminación.
La situación es tal que los vecinos se ven obligados a caminar dos cuadras para cargar agua desde un tanque más pequeño o, en casos extremos, de una canilla pública instalada en otro sector. Lo hacen con baldes o bidones, una tarea ardua que se complica para aquellos con movilidad reducida o enfermedades.
“Acá hay gente incluso en silla de ruedas, señores con muletas, hay gente grande, mamás embarazadas, acarreando baldes para poder tomar, bañarse, cocinar. Y tampoco es un tanque que está en buen estado, sufre las mismas condiciones que los otros tanques”, añadió.
Esfuerzos de los vecinos ante la falta de respuestas
A pesar de que se han hecho intentos para mejorar la situación, como la limpieza de los tanques, la falta de una solución sostenible persiste. “Nosotros, los vecinos, tuvimos que juntar dinero para limpiar uno tanques”, confesó Patricia.
“Le pagamos a un vecino, él nos mostró lo que era adentro. Era una pasta de arena con tierra dentro de ese tanque, con hierros y palos, y pensar que eso consumimos después”, agregó.
A pesar de que los tanques se llenan dos veces por semana, el agua no alcanza para todos. Patricia detalló que, para cada familia, quedan alrededor de 500 litros semanales, lo que no es suficiente. “En un día el tanque se vacía. Nos alcanza apenas para lavar un poco de ropa, y después tenemos que esperar varios días para volver a tener agua” relató.
Cobro por el agua y falta de solidaridad
Los residentes del asentamiento recurrieron a diferentes medidas para conseguir agua potable, como la conexión a mangueras de casas vecinas que están mejor abastecidas. Sin embargo, la situación llevó a que algunos vecinos intenten sacar provecho de la escasez, cobrando dinero extra por permitir que otros se conecten a sus tanques. Esta falta de solidaridad se suma a la dificultad de acceder a un recurso que debería ser básico y accesible para todos.
Reclamos sin respuesta
Ante esta problemática, Patricia y otros vecinos presentaron innumerables notas a la Municipalidad y otros organismos, sin obtener respuestas satisfactorias.
“Le escribí a Solé Balán, quien en su momento vino, pero cuando le volví a pedir ayuda, respondió que en este momento no es viable traer una red de agua porque el Estado no tiene fondos para hacerlo”, contó Patricia.
“Hace poco se rompió el camión que traía, de lunes a viernes estuvimos sin agua, con el calor que hizo todos esos días. El sábado recién vino el camión, los cargó por la mitad a estos dos tanques y tuvimos que estirar lo más que pudimos con esa cantidad, es una locura lo que nos hacen vivir”, agregó.
Problemática de larga data
La lucha por el acceso al agua no es nueva en el barrio. Patricia rememoró que desde el año 2019 los vecinos vienen presentando quejas y solicitudes de mejoras en el sistema de abastecimiento. En 2021, incluso realizaron un corte de ruta para exigir una respuesta a sus demandas.
La promesa de un sistema de agua potable estable sigue sin cumplirse. Según Patricia, lo que comenzó como una medida temporal de asistencia se convirtió en una rutina de precariedad, sin una intervención concreta para mejorar el acceso a un recurso tan básico como el agua.