El paso del Jefe de Gabinete de Ministros, Guillermo Francos, por Córdoba casi pasa desapercibido. Pero, cebado por el éxito financiero de octubre, soltó una frase que llenó de bronca a la Mesa de Enlace. Francos había dicho que al recorrer la zona desde Río Cuarto hasta La Carlota, vieron “muchas silobolsas” y añadió: “Vimos gente que todavía no liquidó”.
La respuesta al pleito que planteó el funcionario no tardó en llegar. “Un simple comentario fue suficiente para que reaparecieran los mismos miedos que antes eran cotidianos y que, creíamos, habían desaparecido”, expresó la Mesa de Enlace de Córdoba que agrupa a las entidades del agro local.
“Pensamos que con un Gobierno que se autodenomina libertario no era necesario justificar cómo usamos nuestra propiedad o qué destino damos a nuestros bienes de cambio. Creímos que de eso se trataba el respeto irrestricto de la propiedad privada que este Gobierno pregona. Pero vemos que no. Que la propiedad cuando está en manos de productores agropecuarios, es distinta de los demás. Nosotros tenemos que vender nuestros productos cuando el Gobierno de turno quiere y al precio que decide, por supuesto como desde hace veinte años, a un precio disminuido por los derechos de exportación”, sigue el documento.
Ayer, con el tema y el comunicado dando vueltas, el funcionario intentó bajar el tono asegurando que fue una “broma”, “tampoco eran tantas”, dijo.
Carlos Castagnani, presidente de Confederaciones Rurales Argentinas, también dio su parecer sobre las declaraciones de Franco: “Reflejan un desconocimiento de la idiosincrasia del productor. En octubre se logró una importante liquidación por parte de los productores, y hoy, en plena época de siembra, esos granos en silobolsas son la moneda de cambio que tenemos para poder honrar nuestros compromisos como las labores de siembra y el pago de insumos y servicios. Esto demuestra el compromiso del productor con el país, que sigue apostando y poniendo lo mejor, aun en condiciones adversas”.
Al fin y al cabo, la promocionada libertad parece tener un límite, el de la voracidad recaudatoria.