Hay algo profundamente poderoso en el simple acto de la gratitud. Aunque a menudo se asocia con una emoción efímera o un sentimiento de cortesía, la gratitud tiene una resonancia mucho más profunda. Es, en muchos sentidos, una forma de alinearnos con una inteligencia que subyace en todo el universo, una fuerza invisible que guía la vida hacia un propósito mayor.
En nuestra vida cotidiana, a menudo nos enfocamos en los desafíos, en las metas que aún no hemos alcanzado, o en los problemas que parecen inamovibles. Sin embargo, cuando practicamos la gratitud -cuando nos detenemos a reconocer las bendiciones, grandes o pequeñas, que nos rodean- ingresamos en una sintonía diferente. Esa gratitud genuina no solo cambia nuestra perspectiva mental, sino que nos conecta con una fuerza más grande que nosotros mismos.
Cuando nos alineamos con esta fuerza mayor, se despliega ante nosotros un camino que antes parecía invisible. Las acciones que llevamos a cabo desde un estado de gratitud y conexión con el universo son poderosas porque ya no están impulsadas por el ego o el miedo, sino por un profundo sentido de pertenencia y propósito. Al dejarnos guiar por esta inteligencia, nuestras decisiones tenderán a ser más sabias y nuestras acciones más significativas.
La gratitud no solo nos ayuda a alinearnos con la inteligencia superior en nuestros mejores momentos, sino que tiene el poder de ir más allá de nuestro estado de ánimo, puede cambiar el mundo. Esta afirmación, aunque profunda, puede parecer difícil de aceptar cuando miramos a nuestro alrededor. En medio de guerras, desigualdades y crisis, en momentos en que pareciera que “todo se cae a pedazos”, en que la violencia y el caos se expanden, la palabra gratitud parece una utopía y hasta podría sonar ofensiva.
Sin embargo, si miramos con profundidad, podemos ver que incluso este contexto, lleno de desafíos, también encierra un don. Este don no se manifiesta como una recompensa inmediata, sino como una oportunidad. La crisis global es un llamado a despertar y ponernos en acción para hacer de otra manera.
Lo que el presente nos brinda, en medio del caos, es la posibilidad de ver más allá de las circunstancias y transformar nuestra realidad. La gratitud, por lo tanto, no es un sentimiento superficial o una negación de la dificultad; es una forma de ver el don y la oportunidad escondida en cada crisis. Y cuando logramos hacer carne esta perspectiva sucede también la posibilidad de transformamos en agentes de cambio.
Cuando nos permitimos ver las oportunidades que nos presenta el momento actual, la gratitud nos impulsa a actuar. No es un acto pasivo de aceptación, sino un motor para el cambio. Nos recuerda que tenemos la capacidad de influir en el mundo que nos rodea, y que cada pequeño gesto, cada acción, cuenta.
Es precisamente en los momentos más oscuros cuando la gratitud cobra más poder. Nos invita a redefinir nuestra realidad, nos impele a crear un mundo nuevo a través de acciones conscientes.
La gratitud, entonces, no es una respuesta ingenua o ciega ante los problemas del mundo. Es una actitud valiente y consciente que nos permite conectar para hacer desde otro lugar.
Así, la gratitud nos recuerda que incluso en medio del caos, siempre hay una oportunidad para crear algo mejor. Y en ese acto, no solo cambiamos nuestra percepción del mundo, sino que también contribuimos a su transformación. Cada momento difícil, cuando se ve desde la gratitud, se convierte en una semilla de cambio, de crecimiento y de esperanza para el futuro.
Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
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