El libro “Historia del Puerto Santa Ana, un tiempo fabuloso”, de Oscar Alberto Irala Álvarez, se presentó recientemente en coincidencia con los festejos del 110 aniversario de la Biblioteca Popular Sarmiento de Santa Ana y el 45 aniversario de la refundación de la Biblioteca Popular en Santa Ana.
Como parte de los festejos, Elsa Inés Tañski, Elvira Andrade y Eduardo Alfredo Galeano, presentaron el ejemplar durante la Primera Feria Regional del Libro, Concurso Literario “Santa Ana tierra de Letras”. En la oportunidad, se resaltó el aporte de este libro destacando al Puerto Santa Ana, y el prólogo del libro, que fue escrito por Rubén Aníbal Zamboni, profesor universitario misionero.
“Cuando tomé mis maletas y decidí venir, dejé todo sin mirar atrás para no transformarme en una estatua de sal como la esposa de Lot, en la Biblia. Simplemente, no veo hacia atrás, no dejo que me gane la nostalgia, pero en mi casa tengo plantas y vegetación suficiente que me parece que estoy en alguna parte de Misiones”, manifestó Irala Álvarez, que es oriundo de San Ignacio.
El libro es fruto de recuerdos, vivencias y de todo aquello que Irala Álvarez vivió en este lugar. Se situó en la década de 1960, llamado Puerto Santa Ana, donde mucha producción de maderas, yerba mate, té, caña de azúcar y otros productos de la madre tierra se preparaban para su viaje en barcazas de vapor hacia el puerto de Buenos Aires. En esas barcazas también iban pasajeros porque era el medio adecuado en ese tiempo para trasladarse tanto en Misiones como en el resto de la República Argentina.
Debían sortear diversas peripecias y circunstancias para que los pasajeros llegaran a destino, dependían de las manifestaciones de la naturaleza para tener un viaje propicio. El tiempo de viaje variaba entre una y tres semanas, dependiendo de las lluvias torrenciales. También influía si había lluvias fuertes en la selva amazónica, porque eso impactaba en el caudal de aguas del río Paraná. Todo eso provocaba una navegación peligrosa para las barcazas y las personas que viajaban a bordo.
En las épocas que no había lluvias, tenían problemas por el poco caudal de aguas y el peligro de golpear las barcazas con piedras que pudieran hundirlas. Así era el panorama de aquellos tiempos en los cuales la vida tenía condicionantes grandes y fuertes para trasladar los productos de la tierra colorada hacia la capital de Argentina.
“De primero a segundo grado estuve en San Ignacio; de tercer a séptimo grado, en el Puerto de Santa Ana, en la Escuela Provincial 107 que todavía existe y sigue formando a niños de la zona. Terminé como perito mercantil en la Escuela de Comercio 10 ‘Bicentenario del Natalicio de Don José Francisco de San Martín’, en Santa Ana”.
A través de los interlocutores, el autor expuso sobre los grandes obrajes con la mano de obra para preparar las cargas hacia las barcazas, todo el esfuerzo humano y animal para moverlas desde distancias considerables hacia la orilla del río Paraná para embarcar y así lograr que llegaran a los centros de consumo.
La motivación principal de Irala Álvarez para escribir este libro fue tratar de aportar aspectos de la historia del Puerto Santa Ana, “lugar en donde viví desde mi niñez junto a mi familia estudiando en la Escuela Primaria Provincial número 107, que estaba a más o menos mil metros de la orilla del río Paraná y del Destacamento Reforzado de la Prefectura Naval Argentina”.
El Puerto Santa Ana, “es un lugar hermoso que tuvo un pasado glorioso y por muchas causas un presente triste porque la mayoría de los que radicaban allí ya no están, sea porque fallecieron o porque se cambiaron hacia el pueblo de Santa Ana o migraron a otros lugares de la provincia o del país”.
Además de “Historia del Puerto Santa Ana, un tiempo fabuloso…”, Oscar Alberto Irala Álvarez publicó: Archivística: Alternativas y propuestas de organización de los documentos públicos. Edición Kindle. 2022. Alfabetización Archivística: Rescate y organización de los documentos públicos latinoamericanos. México: Librerío, 2022. Y Valoración Documental. México: Librerío, 2022.
Promociona su tierra
Si bien reside en México desde hace casi 40 años, en cuanto puede manifestar su origen, “lo hago, con el orgullo que caracteriza a los misioneros. También, a lo lejos, soy un promotor turístico, invito que vayan a conocer las Cataratas del Iguazú, tanto del lado argentino como del brasileño, porque es una maravilla del mundo que conviene conocer. Hay gente que me tomó la palabra y regresó maravillada, extasiada, de la belleza que tienen en sí mismas las Cataratas. Les encantó que les haya recomendado que las conocieran, al igual que Buenos Aires y otras provincias argentinas como Córdoba, San Juan, La Rioja, Mendoza, la zona vitivinícola argentina como de Chile”, expresó.
“Mirar atrás”
“Evocar” es un verbo activo en la mente del hombre que permite desempolvar nuestro archivo de vivencias para que los recuerdos fluyan y nos haga rememorar y emocionar. Más aún cuando los vaivenes de la vida nos han alejado de los escenarios de nuestra infancia. Tal es el caso de Oscar, un misionero nacido en San Ignacio pero que a su infancia lo nutrió con varios años de aventuras en el puerto de Santa Ana, para luego radicarse en la capital Posadas, y establecerse más adelante en Córdoba. Su derrotero no acabaría allí, sino que los caprichos del destino lo llevarían al hemisferio norte en el que un amor mexicano lo haría echar raíces definitivas en la ciudad mexicana de Puebla.
Los largos días de encierro de la nefasta pandemia dieron lugar a un “mirar atrás”, a las raíces, para reconstruir y añorar los años transitados. Y es en la primera etapa de su vida en que las imágenes del Puerto de Santa Ana, de la provincia de Misiones, se le proyectan con una emotiva claridad.
Allí donde el caudaloso río Paraná surca profundo con sus aguas rojizas y se mete como temeraria cuña entre Argentina y Paraguay. En los muelles de ese punto portuario, en la década de los 60, la frenética actividad fluvial en la carga y descarga de productos en las barcazas era incesante; los grandes depósitos de yerba mate y sus decenas de peones; el tránsito de pasajeros de y hacia Buenos Aires; la arenera con sus altos montículos de arena extraída del cauce; el destacamento de la Prefectura Marítima y los patrullajes por la costa. Y ahí nomás la Escuela Provincial Nº 107; la canchita de fútbol; y no muy lejos la fábrica de cerámica.
Las vivencias del Puerto se entrecruzan con las del pueblo, a unos cinco kilómetros de distancia en donde, también, el progreso se manifestaba con su incesante trajinar.
Nuestro amigo Oscar logra rescatar de su memoria emotivas descripciones y anécdotas de ese pasado glorioso del que fue protagonista para divulgarlas en forma de testimonio y evitar que se desperdiguen ante el inexorable viento de los años. Es que la mejor manera de valorar el presente de un lugar es hurgar por los vericuetos de su historia.
Con esta sentida evocación sobre el pueblo de Santa Ana, su puerto, su gente, sus costumbres y su actividad cotidiana, se proclama un valioso legado de vida, para no olvidar.
Reseña del Mg. Rubén Aníbal Zamboni. Comunicador Social/Profesor Universitario.