Detrás de un sueño y con apenas 16 años, el obereño Luciano Zapaya partió semanas atrás hacia Estados Unidos, la meca del básquetbol mundial. Fue un paso más en ese largo y difícil camino detrás de la ilusión de llegar algún día a la NBA.
“Acá se vive el básquet de otra manera, el nivel es muy alto, en la calle ves que la gente vive el básquet de otra manera… Estoy acá hace un mes y ya vi por los menos treinta canchas de barrio”, resaltó el base de 1,91 metros a EL DEPORTIVO, quien contó sus primeras impresiones y ratificó el sueño máximo que lo llevó a dejar el terruño. El futuro llama a la puerta.
Luciano… ¿cómo arrancaste con el básquetbol?
Yo hacía natación, hasta que a los 11 años, por ‘culpa’ de mi hermano Fernando (se ríe), empecé a jugar al básquetbol en el Oberá Tenis Club. Justo se dieron una serie de cambios en el club, y ahí conté con muchísimo apoyo de profes como Marcos Figueredo, Gastón Giuliani, Luciano Gornatti y Julio Romero.
¿Y cómo se dio lo de Estados Unidos?
Es un proyecto en el que veníamos trabajando hace mucho tiempo junto a ‘Pilín’ Álvarez, de Puerto Rico, que es mi mentor. Lo empezamos a charlar y se inició un proceso largo de trámites y todas esas cuestiones. Yo pasé algunos videos, hubo un interés, les gustó mi juego… y acá estamos.
¿Cuándo llegaste a Miami?
Llegué acá el 1° de octubre. Estoy en la ABF High School, estudiando y jugando al básquetbol. Vine bajo el programa ‘Miami Prep’, que cuando terminás la secundaria y no tenés una oferta concreta para jugar, hacés un año más jugando y estudiando, preparándote para la universidad. Por eso, venir este año me facilita mucho el hecho de que voy a tener mucha exposición de cara a los scoutings de las universidades. Ellos comienzan a ver jugadores a mi edad.
¿Hay otros argentinos en el programa?
Sí sí, estoy viviendo con once jugadores más en una de las tres casas que tiene el programa. Y acá somos cuatro argentinos, hay dos cordobeses y un santiagueño, además de chicos de Honduras, Guatemala, Puerto Rico, de todo el continente.
¿Qué diferencias notás dentro de la cancha?
La primera diferencia importante es el nivel, que acá es muy alto. Hay más físico, más individualidades, se salta más…. y eso va de la mano con los entrenamientos, que son en doble turno: de 8 a 10 entrenamos, de 11 a 15 vamos al colegio y después entrenamos de vuelta, de 19 a 22. Y después, en la calle… acá se vive el básquet de otra manera, le dan mucha importancia. Eso es algo que me sorprendió. En la calle ves que la gente vive el básquetbol. Por ejemplo, estoy acá hace poco más de un mes y ya habré visto por lo menos 30 canchas de barrio. Se juega en todo momento, a toda hora.
¿Costó la adaptación?
Acá es todo distinto, fue como comenzar de cero en todos los sentidos, pero confío en que es un proceso que me va a ayudar a madurar. Un punto a favor es que acá está lleno de latinos y hay varios argentinos, entonces eso da un plus a la hora del día a día.
¿Cuáles son tus objetivos a corto y largo plazo?
Ahora hice un ‘reclass’, es decir que retrocedí un año para poder crecer como jugador. Acá la high school va de 1° a 12° y yo ahora estoy en décimo. Las clases comienzan en octubre y terminan en mayo. Y bueno, tengo hasta 2027 en la high school, así que a entrenar a full todos los días. El primer objetivo es mejorar lo más posible para llegar mejor a fin de año, entendiendo el juego de acá. Y después, la idea es poder ingresar a una universidad con una beca que me permita seguir jugando al básquetbol. Es un proceso largo. Y para el futuro, lo que queremos todos los que estamos acá… el sueño final es jugar en la NBA… y si no se puede, jugar de manera profesional en alguna otra liga importante a nivel mundial y poder vivir del básquetbol.
Dejó las motos por la “naranja”
Luciano se ríe cuando le preguntan por qué no se subió a una moto. Y es que el basquetbolista es hijo de Diego Zapaya, recordado piloto del motociclismo provincial y nacional.
“Sin dudas, mi papá es mi ídolo, siempre me apoya en todo. Cuando empecé con el básquetbol, me parece que no estaba tan contento (se ríe)…. pero después vio que empecé a crecer como jugador y ahí todo cambió”, contó Luciano a EL DEPORTIVO.
Y a tal punto llegó el fanatismo de Diego por Luciano, que el piloto dejó todo por seguir al basquetbolista. “Él fue siempre a todos los partidos, tanto que dejó su carrera en el motociclismo para acompañarnos a mí y a mi hermano”, agradeció el player.