Este miércoles cumple 73 años el cantautor santafesino León Gieco, nacido en Cañada Rosquín el 20 de noviembre de 1951, bajo el verdadero nombre de Raúl Alberto Antonio Gieco.
Su apodo, “León”, no solo refleja su espíritu indomable, sino también su valor como cantor de protesta. Sin embargo, surgió de forma casi anecdótica: en 1963, siendo aún un adolescente, Gieco formaba parte de la banda Los Moscos. Durante un ensayo, el líder de la banda le pidió que revisara los enchufes de sus equipos. Un tiempo después, el propio cantante recordó el incidente: “Pelé bien los cables, los uní pelados y los separé. En el primer show, conectamos todo y hubo un fogonazo tremendo, quemando mi equipo. Mis amigos me dijeron: ‘No te vamos a hacer nada, pero sos el rey de los animales: sos el León'”.
Lo cierto es que León Gieco es una de las figuras más influyentes de la música argentina, donde ha dejado una huella imborrable en la historia del folclore y el rock nacional. Desde joven combinó su talento artístico con un fuerte compromiso social. Sus canciones, cargadas de mensajes sobre derechos humanos, inclusión y justicia social, lo convirtieron en la voz de los más vulnerables, tanto en Argentina como en toda Latinoamérica.
Estas son sólo 5 de sus más representativas creaciones, que trasciende generaciones, fronteras y estilos musicales:
El fantasma de Canterville (1977)
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El tema que da título al tercer álbum de estudio del cantautor santafesino en realidad fue compuesto por Charly García y originalmente grabado por la banda PorSuiGieco para el disco homónimo de 1976; sin embargo, se decidió eliminarlo debido a la censura imperante durante la última dictadura a causa de frases como “siempre fui un tonto que creyó en la legalidad” o “he muerto muchas veces acribillado en la ciudad”. En 1977 Gieco decidió desafiar igualmente a los militares y lo convirtió en un himno para varias generaciones.
Sólo le pido a Dios (1978)
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Gieco la compuso en su pueblo natal, junto a su padre, quien le dijo que sería una canción mundialmente reconocida. Curiosamente, el artista no estaba muy convencido de incluirla en su siguiente disco “IV LP”, puesto que la encontraba “aburrida y monótona”, pero siguió el consejo de Charly García y, a partir de entonces, se convirtió en su gran emblema para el público. En 2002, la revista Rolling Stone y la cadena MTV la seleccionaron como la sexta mejor canción de la historia del rock argentino.
Ojo con los Orozco (1997)
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Compuesta por Gieco y Gurevich, forma parte del álbum “Orozco” y se caracteriza por ser una inesperada incursión en el fraseo típico del rap o el hip hop. Su mayor particularidad es que es un lipograma monovocálico, es decir, que la única vocal pronunciada a lo largo de toda la canción es la o.
La letra trata de la forma en que el autor ve a ciertos grupos de la sociedad argentina: los Orozco (“son ocho los monos”) son una familia donde todos son corruptos excepto Rodolfo Orozco, que es músico y del que dice: “Yo pongo los votos solo por Rodolfo, los otros son locos, yo los conozco”.
La memoria (2001)
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Una de las canciones más emblemáticas del “León”, que vio la luz en el traumático 2001 e invita a encontrarse con el pasado y a repensarlo, no como una mera reproducción de la memoria, sino como un modo de habilitar espacios para nuevas preguntas surgidas de acontecimientos que golpearon a la sociedad argentina durante los últimos años, desde la Dictadura militar hasta la epicrisis de ese mismo 2001, pasando por los atentados a la AMIA y a la Embajada de Israel, entre tantos otros.
El ángel de la bicicleta (2005)
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Compuesta por Luis Gurevich, es la quinta canción de su álbum de estudio “Por favor, perdón y gracias”. La canción es un homenaje a Claudio Pocho Lepratti, un militante social de la ciudad de Rosario, quien fue asesinado por miembros de la Policía de Santa Fe en el medio de las protestas sociales ocurridas en el país durante la crisis de diciembre de 2001.