Cuando miramos un mapa, como hoy podemos hacer desde cualquier página que georreferencie puntos en un territorio, es posible visitar pueblos, lagos, mares, puntos históricos, museos, recorridos dentro del mar y sobrevolar ciudades.
Es posible conocer restaurantes y bibliotecas, obras de arte urbano o alineaciones de menhires, imponentes estructuras megalíticas que resguardaron sitios de rituales y reuniones.
Por cuanto estructuras naturales y artísticas se traten, si se asocia alguna comunidad humana a ella, tendrá al menos una historia que delinee el tiempo, el recorrido, la esperanza de mantener vivo cada relato, tradición maravillosa que pueda hacer latir el núcleo de la misma y el corazón del que escucha, porque somos una misma vida que se extiende y a la vez se bifurca.
En Honduras, si hacemos zoom en la costa caribeña sobre el océano Atlántico a los 15°47’12.74”N de Latitud Norte y los 86°40’43.25”O de Longitud Oeste, podremos encontrar Villa Garífuna, un sitio donde se converge un punto de inflexión entre ver, sentir, vivir y experimentar lo que la vida tiene desde hace unos 200 años dando vuelta a la cabeza. Aproximadamente en 1635, cuando un barco que aparentemente venía de Angola trayendo personas esclavizadas naufraga y éstos logran escapar, los reciben los nativos del Caribe en Islas de Centroamérica lo cual devino en sucesivos recorridos que marcaron un proceso.
Las comunidades, ocuparon poco a poco el territorio de costa atlántica y desarrollando su cultura, duramente, pero libres, saltando el paso que muchos otros no pudieron sortear. Los Garífunas nunca fueron esclavizados, sí desarraigados y con ello el dolor seguro hizo mella, pero este hecho les valió una mención especial por parte de la UNESCO quien declaró la cultura garífuna como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad el 14 de noviembre de 2001. Esta declaración se realizó durante la 29ª sesión del Comité Intergubernamental para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, celebrada en Nairobi, Kenia.
La inclusión de la cultura garífuna en esta lista reconoce su rica tradición oral, música, danza y prácticas sociales, destacando su importancia cultural.
La declaración de la cultura garífuna como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad provee los medios para que el reconocimiento sea global y así lograr aumentar la visibilidad y el reconocimiento de la cultura garífuna a nivel internacional, además colaborar con la preservación de su cultura, fomento del turismo, fortalecimiento de la identidad y apoyo a proyectos que promuevan la conciencia.
Todo esto desde una base muy sólida, los conceptos que se desprenden desde la contraposición de la libertad y la esclavitud dieron que hablar durante cientos de años.
Hoy en día lo que no conocemos nos esclaviza, a lo que tememos, nos maneja, domina. No tener poder sobre nuestras decisiones y encontrarnos apresurados, limitados, sobreesforzados o deprimidos, angustiados o apáticos habla de una vida ajena a la libertad.
¿En qué barco nos subimos? ¿Uno que naufragó y antes de tocar tierra ya éramos libres o uno que al llegar al continente ya nos puso precio y tras inspección se nos vendió y puso a trabajar por la comida y el descanso?
Experimentar la libertad de un pueblo que lleva años viviendo de cara al mar, donde aprendieron a bailar de nuevo, a vestirse de colores y respirar profundo. Donde la autosuperación se ve en la forma que sonríen y te hablan, “conmueve”, y cuando una cosa así te atraviesa, ya no puedes volver a ser el mismo, la misma.
Libertad desde la experiencia de otro ser. Eso también es ecosanación. Agradecimiento especial a Lic. Pablo Guity Zapata miembro y referente de Corozal, comunidad Garífuna de Honduras.
Anahí Fleck
Magister en Neuropsicología. 0376-154-385152