Ser específico es bajar un sueño que está en el aire, a algo concreto. Es darle forma a lo que nos gustaría alcanzar, y así, poder hacerlo tangible. Ser específico ayuda a acortar la brecha que separa lo posible de lo imposible. Cuando tenemos un deseo o un objetivo pero lo pensamos de manera general, para nuestro cerebro, ese objetivo es lejano.
Sin embargo, si lo especificamos se vuelve más real, concreto y tangible. “Quiero viajar” por ejemplo, es muy general y por tanto lejano, sin embargo, si lo especificamos diciendo ¿en qué fecha? ¿a qué lugar? ¿con quién lo haríamos? ¿dónde nos alojaríamos?; lo general se vuelve específico y por tanto más concreto.
Cuando especificamos lo que queremos conseguir, el cerebro logra claridad y enfoque y esto ayuda a conseguir los objetivos en menos tiempo.
Ser específico ayuda además a dimensionar correctamente un problema. Muchas veces escuchamos decir “todo me sale mal” y esto afecta nuestras emociones, nos entristece, porque nos hace pensar que nada bueno hay en nuestra vida.
Sin embargo si somos específicos, podríamos darnos cuenta que de ese “todo” inicial; solo estamos teniendo dificultades con un tema específico. Esto nos ayudará a enfocarnos en la solución más adecuada y a ver el vaso medio lleno.
Ser específico no significa ser inflexible. El ser específico nos ayuda a saber con claridad que es lo que queremos pero no significa que no estemos abiertos para otra cosa. Ser específico favorece la comunicación con las personas, reduce los errores de interpretación y así, evita malentendidos.
Cuando somos específicos en lo que queremos conseguir, o en el mensaje que queremos transmitir, aportamos claridad y estamos más cerca de lograr lo que deseamos.
Como decía Séneca: “No hay viento favorable para el que no sabe adónde va”.
Natalia Moyano
Contadora con
corazón de escritora
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