La sesión que decantó en el desplazamiento del ya exsenador detenido en Paraguay con dólares injustificados escenificó la pelea que se desarrolla cada vez con más fuerza en el Poder Ejecutivo de la Nación.
El presidente y su vice protagonizan un enfrentamiento que va en escalada y ante los ojos de la sociedad que, con su voto mayoritario apostó a un cambio, a dejar atrás la visceralidad política para pasar a un gobierno técnico que resuelva los problemas que ya existían y los que fueron surgiendo en el primer año de mandato.
Acaso no son suficientes los ejemplos que dejaron los gobiernos anteriores en los que la puja por el poder se deglutieron a sus personajes y, con ello, repartieron esquirlas que dañaron la economía y el tejido social.
Sin ir más lejos la interna que hace poco protagonizaron Cristina, Massa y Alberto fue tal que el mercado se cansó de enviar señales de agotamiento con luces rojas sin que el trípode del poder desescalara al menos un peldaño en su pelea.
Que al cabo del primer año el actual presidente y su vice sigan por ese camino no es una buena señal para el futuro.