Cuando el mundo se paralizó por la llegada de la pandemia de COVID-19, los ciudadanos de los diferentes países ponderaban y elogiaban a los científicos que producían diferentes avances, para enfrentar una enfermedad desconocida. Especialmente si trabajaban en medicación o la tan ansiada y esperaba vacuna anti COVID.
Pero la pandemia terminó y en Argentina muchos de esos científicos tuvieron que soportar el olvido o, lo que es peor para quien ama una profesión, el desfinanciamiento o la finalización de su rol en las universidades como en el CONICET.
Durante el último tramo del mandato de Alberto Fernández, se comenzó a notar la falta de recursos volcados hacia la ciencia. Cada vez se achicaba más la cantidad de investigadores o no había mejoras salariales frente a una inflación que crecía a pasos agigantados.
Ahora llegó el gobierno de Javier Milei que no solo siguió con el camino de su antecesor, sino que está dispuesto a cerrar investigaciones en los campos que, ideológicamente, la derecha no pretende seguir financiando: ambiente, ciencias sociales y divulgación serán las primeras “víctimas” del 2025.
Hace varios años, la mayoría de los argentinos festejó el regreso de los científicos que se habían ido a otro país a trabajar desde la década menemista.
Se hablaba en aquel momento de los “repatriados”, que volvieron al país por sus afectos más que por el dinero, ya que en el exterior ganaban mucho más. Pues parece un deja vú este presente, donde se toma la ciencia argentina como un gasto y no una inversión en las diferentes líneas de trabajo.