Caá Catí era hasta hace muy poco -con la irrupción del turismo y el progreso- una tranquila y típicamente correntina localidad con calles de arena y tierra y viejos edificios con galerías externas.
Su nombre –cambiado por el de General Paz y luego vuelto a instaurar como Nuestra Señora del Rosario de Caa Catí- significa “monte de olor pesado”.
Asiento de un destacamento militar a principios de 1700, hoy en día es patrimonio cultural de interés turístico, pero al margen de ello, también tiene un lugar en la historia por haberse cometido allí el primer asalto a una sucursal del Banco Nación.
Corría el 24 de enero de 1935. Según registra la crónica de la época, esa mañana se contrató un camión con el pretexto de traer a un enfermo de los alrededores. De mitad del monte salieron unos quince individuos “todos con (pistola) máuser y una bolsita que le colgaba del hombro con balas de repuesto”.
Pobladores memoriosos y testigos presenciales comentaban que, excepto la suegra del gerente del Banco, que falleció por una herida de bala, no hubo heridos, a pesar de que cuatro tiradores apostados en las calles disparaban a cuanto curioso se asomara para ver el suceso.
Unos versos de autor anónimo registran, con cierta ironía, este acontecimiento: parece ser que los bandidos actuaron tranquilamente pues sólo unos pocos pobladores intentaron rechazar el atraco.
“Y decían descaradamente / ya se fueron los bandidos / lástima no haber venido / a darle la mano al gerente”
También comentan que, cuando se alejaron, los asaltantes iban desparramando billetes para que la gente los recogiera y no los persiguiera.
Si bien en un principio huyeron con el camión, luego lo hicieron a caballo, atravesando esteros, lagunas y montes.
Lo notable es que, según cuentan, casi todos los asaltantes fueron muertos después, en distintos enfrentamientos: un tal Gómez, por el hermano de una mujer que tenia en Pasito; otros dos, cuando intentaban cruzar al Paraguay, por los propios canoeros y para quedarse con lo mal habido.
Pero unos pocos sí disfrutaron del botín: un poblador que regresaba a caballo desde Paso Florentin encontró un fajo de dinero cerca de una alcantarilla. Con eso compró cuatro bueyes y cinco lecheras.
Se cuenta todavía que algunos políticos no fueron ajenos al caso.
Fuente: Rosita Escalada Salvo / Aída Chamorro (publicado por PRIMERA EDICIÓN en 1995)