El amor incondicional es el lenguaje del alma, la vibración más pura que emana del corazón del universo. Es el estado natural de nuestro ser, aquello que somos en lo más profundo antes de que el ego nos envuelva en capas de miedo, juicio y separación. Amar sin condiciones es recordar nuestra verdadera esencia, trascender la ilusión de la dualidad y caminar hacia la libertad del espíritu.
Para llegar a este amor, debemos soltar aquello que nos mantiene prisioneros: el odio, el rencor y las heridas que hemos acumulado en el viaje de la vida. Estas emociones no son sino sombras que cubren nuestra luz, cadenas que nos atan al sufrimiento y nos desconectan de la paz que reside en nuestro interior. Aferrarnos al rencor es cargar con un fuego que quema nuestras propias manos, mientras el alma clama por liberarse de ese peso.
Soltar el odio no es un acto de debilidad, es un acto de poder. Es abrir las puertas del corazón para que el amor pueda entrar y sanar cada rincón de nuestro ser. Cuando soltamos el rencor, dejamos de ver al otro como el enemigo y reconocemos que, en el fondo, todos somos viajeros en este camino de aprendizaje.
El amor incondicional nos invita a mirar con ojos nuevos, a reconocer que detrás de cada herida hay un alma buscando sanar, detrás de cada ofensa hay un corazón que ha olvidado cómo amar. Al soltar el rencor, dejamos de pelear con las sombras y comenzamos a iluminar el camino. Comprendemos que el perdón no libera al otro: nos libera a nosotros mismos pues en este acto de amar sin condiciones, nos unimos al flujo divino de la existencia.
La dualidad se disuelve y descubrimos que no hay “yo” y “tú”, no hay separación, solo un campo infinito de amor y unidad. Entendemos que no estamos aquí para poseer, controlar o dividir, sino para ser reflejos de la luz que todo lo conecta.
Amar incondicionalmente es la puerta hacia nuestra evolución espiritual. Es recordar que cada acto de amor hacia otro es un acto de amor hacia nosotros mismos, porque en la gran danza de la creación, somos uno y al abrazar el amor incondicional nos convertimos en canales de sanación para el mundo.
Nos transformamos en faros de luz que inspiran a otros a recordar su propia divinidad. Y en ese recordar colectivo, el mundo comienza a sanar, porque el amor incondicional no solo nos transforma a nosotros: transforma todo lo que toca.
Este es el llamado del alma: amar sin límites, perdonar sin condiciones y vivir desde la unidad. Solo a través del amor incondicional podemos encontrar el propósito más elevado de nuestra existencia: ser una expresión viviente del amor divino.
Feliz y bendecida Vida.💖
Karina Holoveski
Mujer Medicina-Chamana.
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