Cada 27 de enero se conmemora el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, tal y como estableció la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 2005.
Esta fecha recuerda que durante la Segunda Guerra Mundial, el régimen nazi y sus colaboradores asesinaron a 6 millones de personas -hombres, mujeres y niños- en un intento de eliminar al pueblo judío de Europa. Asimismo, movidos por su ideología racista, persiguieron y mataron a millones de personas de otros grupos: gitanos roma y sinti, personas con discapacidad, opositores políticos, homosexuales…
Sin ir más lejos, este lunes se están cumpliendo 80 años desde que las tropas soviéticas liberaran el campo de concentración y exterminio nazi alemán de Auschwitz-Birkenau, el 27 de enero de 1945. En este lugar fueron asesinadas más de un millón de personas, en su mayoría judías.
Pero el Holocausto no solo afectó profundamente a los países donde se cometieron crímenes nazis, sino que también repercutió en muchos otros lugares del mundo.
Ocho décadas después, como sociedad tenemos la responsabilidad colectiva de no olvidar -mediante educación, conmemoraciones e investigaciones fidedignas- para que fenómenos tan vergonzantes como este no se repitan.
Es que, aunque sin la intensidad nazi ni los focos de la opinión pública tan prendidos, genocidios y otros crímenes atroces siguen ocurriendo en varias regiones del mundo.
Además, en los últimos años vienen recrudeciendo de forma alarmante los discursos de odio, amplificados por la diseminación masiva a través de las redes sociales.
Recordar siempre y mostrar la cara más cruda de nuestra historia a los más jóvenes, aquellos que no la vivieron y son más permeables a la desinformación, es el único antídoto eficaz con el que contamos.