Por:Diego Luján Sartori
Mataron al Negro, fue la noticia de aquel nefasto día.
Los celulares explotaron con la novedad. En las oficinas, el taller, en el campo, en los barrios, aquella noticia invadía todo el pueblo.
Entre la nueva y el momento en que se congregaron en el lugar del hecho, pasaron pocos minutos, a ambos lados de la avenida del suceso, decenas de autos, centenares de personas, policías, patrulleros con las balizas encendidas eran la escena dantesca.
El Negro había nacido en un hogar humilde, con un padre alcohólico, pero una madre sufrida y laboriosa. Sin embargo, era inquieto y dicharachero, hacía changas y se rebuscaba para andar prolijo.
Durante la adolescencia fruto de su esfuerzo personal, lucía como el que más entre la runfla de jóvenes: pantalón palazo, zapatos con plataforma, melena hasta el hombro, brillaba destacadamente.
Pero el Negro, ya sea por genética o por dones de Dios, tenía imán para las mujeres. Así fueran casadas o solteras, rubias o morochas.
Tenía un sueño desde muy chico, ser locutor.
– Mataron al Negro. Algunos brindaban, otros lloraban, pero nadie era indiferente.
Llegada la edad, el Negro fue a cumplir con la patria y sirvió en un regimiento en Entre Ríos, a su retorno empezaría a tejer su sueño de ser aficionado a la comunicación, ya casado con una docente, su estatus creció.
También encontró en la política su veta para prosperar. Contaba con herramientas poderosas: su verborragia, osadía y un vehículo con altoparlantes, eso era esencial en aquellos años en que no había radios.
Pero el Negro era polémico y conflictivo. Hacía chistes pesados, ponía motes y se expresaba con una carcajada provocadora. Más de una vez, le dieron unas palizas por eso.
Beneficiado por la política y su esfuerzo, izó unos parlantes a una gran torre de hierro y al estilo de otras localidades le dio a la suya una propaladora.
Desde allí difundía música de moda, saludos, mensajes, leía noticias del único diario que circulaba, pero… no se aguantaba de hacer comentarios, criticas injuriosas y su conducta audaz para poner motes a políticos y funcionarios. Le valieron más de un drama. En una oportunidad un vecino furioso le baleó con una escopeta los parlantes.
– Mataron al Negro. Fue una celada cobarde. Lo hicieron cuando iba a trabajar en su radio.
Con la política, el Negro fue escalando e ingresó a la administración pública. Sin dejar de lado “sus convicciones”: la confrontación y la crítica.
Con la llegada de la FM el Negro encontró su canal. Inició un programa en una emisora llamado “Con razón o sin razón”, así vio extendida su prédica.
Hasta que un diputado provincial y su familia, de origen correntino lo sacaron de la radio a los guachazos. Lo echaron de la radio, como lo habían echado ya de un sinnúmero de empleos públicos. Pero no bajó la guardia. Consiguió capital y puso su propia emisora.
– Mataron al Negro. En los barrios y las colonias no se hablaba de otra cosa y surgían polémicas, diversas, hacia el mediodía el único tema de conversación y debate era este.
Desde su propia emisora el Negro se hizo muy popular, era “la voz de los de abajo”, como decía. Los de abajo lo lloraban, algunos encumbrados brindaban con champán.
Se postuló a candidato a intendente y conformó una lista de concejales con gente humilde y trabajo, arrasó, fue electo intendente con el plus que desde la vigencia de la ley de lemas nunca había ocurrido que un solo sublema pusiera la totalidad de concejales del lema.
Pero el Negro a pesar de pragmático y salir a juntar personalmente la basura del centro de la ciudad en un tractor y cachapé, no supo o no quiso ser estadista. No pudo superar su adicción al conflicto, en pocos meses confrontó con sus concejales, les cortó la luz del Concejo Deliberante, les retuvo las dietas, todo para el preludio de su destitución. Frente al edificio comunal hubo manifestaciones a favor y en contra, multitudes dividían a favor y en contra.
Mantuvo una polémica por un predio en pleno centro que decía era de dominio municipal, que una diputada nacional, de un tradicional partido político opositor al suyo había usurpado. En realidad era un predio oportunamente donado por la comuna a una organización no gubernamental.
El día que lo destituyeron una multitud se reunió frente a la municipalidad, mientras tanto entre paréntesis ocurría algo que al Negro le gustaba: salir en la tapa de los diarios y en la TV nacional, el conflicto había escalado a magnitudes colosales.
– Mataron al Negro, cuando estaba de regreso del exilio.
Los concejales lo habían destituido, pero el Negro, el mimado de un exgobernador resistió y llamó a los de “abajo a ayudarlo a resistir”. Solía decir: me dicen que, desde la colonia, los barrios “los de abajo venían a defenderlo con machetes, azadas y escopetas, pero nada de eso ocurrió.
Tenía todo en contra las fuerzas vivas que no pagaban tributos, los políticos, la policía, mantenía una memorable disputa con el jefe de la unidad regional y sumó un conflicto innecesario con los veteranos de la guerra de Malvinas, cuando por radio les dijo cariñosamente: ‘Los locos de la guerra’”.
Por estar en cierne la conflictividad y la actividad municipal casi inactiva, el ejecutivo provincial intervino el municipio en forma silenciosa, cuando quiso atinar a defenderse ya era tarde estaba destituido, detenido y procesado.
II. El exilio
Una caravana lo esperaba, el día que fue liberado, su lugar de prisión se convirtió en el nuevo escenario de la política, lo visitaban ex intendentes, diputados provinciales y nacionales, en la mayoría de los casos con un similar perfil de confrontación con los sistemas establecidos.
Le clausuraron la radio, rodeado de hostilidades y sin poder expresarse, tomó el camino del exilio. Algunos fieles seguidores suyos, fueron “los patos de la boda”, prisión, torturas, malos tratos, violaciones.
Lentamente entró en el olvido. Se rumoreaba que estaba aquí o allá, que ya volvería. Para entonces el Negro había convivido con tres parejas diferentes, todas con hijos. De su primera pareja nació su hija, apodada lógicamente “La Negra”, quien tomaría la posta en los medios radiales y la política. Por ser instruida, era menos confrontativa pero tenía un dejo igual a su padre.
El Negro no se arredraba fácil y un tiempo hacía radio desde los altoparlantes ubicados en un automóvil.
– Mataron al Negro, porque decía verdades, era el comentario en el pueblo.
Pero el Negro era confrontativo y agredía en forma personal “le comen la provista”, por eso no sirve para nada. “Son ladrones delincuentes”, “corruptos que están en el narcotráfico”, “policías represores”, “polaco pata fétida”, eran solo algunos de los epítetos que empleaba.
También decía “si dice Lanata, es un gran profesional, yo digo lo mismo y soy un negro boca podrida”, “no me voy a callar, ni me van a callar”.
En el exilio en Brasil, tenía un plus muy especial, venía de ser intendente (prefeito) elegido por amplia mayoría echado por los corruptos.
– Mataron al Negro. Porque iba a destapar ollas y dar nombres de los corruptos y delincuentes… frase que siempre usaba en forma jocosa o con los amigos, pero sobre todo con sus enemigos.
Pasaron los años hasta que un día, cuando sus causas había prescripto volvió a su pueblo, casi en silencio, casi anónimo. Pero el rumor que tanto sabía fomentar era volvió “El Negrito”, y va a echar a todos los corruptos.
Volvió a instalar una radio, tenía varios anunciantes, pero el principal apoyo económico era anónimo. Algunos ricos contribuyeron a su sostenimiento. Alentados por la política y ser opositores a los funcionarios municipales. Cada vez que daría una noticia colocaba una pegajosa cortina musical similar a Crónica TV, como anuncio de algo importante y todos, propios y extraños, se pegaban a la radio.
III. El regreso
– De nuevo estoy de vuelta diría a través de sus pistas musicales. En la voz de Jorge Cafrune.
Lentamente comenzó a difundir sus ideas, en tensa escalada de conflictos, nuevamente surgía su espíritu de confrontación, el intendente, los concejales, funcionarios locales, provinciales o nacionales eran sus blancos preferidos.
– “De nuevo estoy de vuelta” … Quien caminaba por el centro de la ciudad o los barrios, en comercios, talleres, oficinas, tenían sintonizada la radio del Negro. Algunos decían: a veces se pasa, pero dice muchas verdades.
Su prédica fue subiendo de tono a medida que llegaban las elecciones municipales, se postuló a intendente, nuevamente la polémica si podía o no hacerlo, dividía las aguas de la política. Reunía a gente que adhería su pensamiento a largas entrevistas. No se apagó mucho su estruendosa carcajada.
Sufrió agresiones personales, atentados contra la torre de su radio, apedreamiento de su domicilio. El exilio lo endureció y volvió cada vez más agresivo. Sufría todo tipo de amenazas, incluso de muerte.
En un determinado momento se sentía en el ambiente la pesadez de la tensión. “Voy a dar los nombres de los corruptos, delincuentes, narcotraficantes, los voy a denunciar a todos y echar a patadas de la municipalidad con el voto popular”. Se las tomó contra la municipalidad, los curas, la policía. Grabó un póstumo video con estos conceptos.
IV. Preludio de la tragedia
A las múltiples amenazas, telefónicas, incluso le enviaron por correo tres balas nueve milímetros, ocurrieron hechos extraños: un hombre de traje negro, gafas oscuras y con un maletín llegó a la radio preguntando por el Negro, pero no estaba.
Había viajado a una localidad cercana a radicar una denuncia contra el intendente y su troupe. Luego de los sucesos posteriores, se dedujo que, el hombre de negro era un sicario. Ya sea por la providencia o la casualidad no se pudo ejecutar el atentado.
Al día siguiente, se lo sintió preocupado por este suceso y el Negro decía: “Ni la radio, ni yo, se venden”.
Siguieron las señales para callarlo, pero las soslayó. Sin embargo, su entorno le advirtió que abandonara la candidatura y se fuera por un tiempo.
V. El día del asesinato
El día anterior, el Negro extremó sus agresiones contra el intendente, los concejales y la policía. Les endilgaba responsabilidad ante cualquier suceso contra su persona. Ya intuía la tragedia.
Advirtió que al día siguiente por fin daría a conocer los nombres de los corruptos. La mañana transcurría como siempre, tranquila, los seguidores del Negro y los curiosos sintonizaban los equipos de radios, para escucharlo reinaba en el ambiente un aire a gran suceso.
Como era habitual el Negro, prolijamente vestido, abordó su Renault 12 celeste y emprendió el camino a la radio, vivía en un barrio a varios kilómetros de centro.
En un tope pronunciado estaba detenida una moto. El Negro, era solidario y metiche. Dicen, que disminuyó la marcha para averiguar qué sucedía. El sicario le propinó cuatro disparos con una pistola 9 milímetros, anónimo detrás de la visera de un casco. Uno de ellos como había pactado con los autores intelectuales, en la boca, para callarlo hasta en el más allá.
– Mataron al Negro. Todo el pueblo se conmocionó.
Dicen que el cortejo fúnebre fue el más grande conocido hasta entonces en su ciudad. Curiosamente, en su cortejo junto a ruidosas y destartaladas camionetas de gente humilde, desfilaban lujosas camionetas 4 x 4. Un verdadero misterio.
*Se aclara que el personaje, los hechos mencionados en este relato, son creaciones puras del autor. Cualquier coincidencia con la vida real son meras casualidad.