Buena parte de la memoria de los pueblos se mantiene viva por la fuerza de los relatos orales. En la actualidad, con la inevitable presencia de la tecnología, niños, jóvenes y adultos están sumidos en la efímera atracción de las redes sociales. Los relatos, cada vez más breves -porque así dicta la industria del entretenimiento-, se consumen y se olvidan en una dinámica “bucle”.
Sin embargo, la página no pasa tan rápido para aquello que es inherente a la cultura. Mitos y leyendas forman parte de la trama colectiva de un pueblo, que generalmente hace referencia a los orígenes de lugares, sus primeros habitantes y su historia.
Candelaria, la antigua capital de Misiones, cuenta con varios relatos que trascedieron de generación en generación, algunas propias de su tierra y otras que adoptan distintas versiones en otras partes de la región.
“La imagen de la Virgen María que está enterrada boca abajo en un túnel”, es una de las leyendas que todo candelariense conoce o, al menos, escuchó alguna vez.
Para entender el contexto de estas narraciones que se extienden de boca en boca, PRIMERA EDICIÓN conversó con Dolores Agustina Romero, licenciada en bibliotecología, docente y gestora cultural. Ella es oriunda de esta localidad; ha estudiado y conoce mucho sobre la historia de Candelaria; de hecho, escribió libros que la abordan desde distintas perspectivas.
Sobre “la historia de la Virgen”, hay varias versiones de su origen. Dolores aportó un relato con un margen histórico que involucra a los guaraníes y los jesuitas.
Todo comenzó con la orden del Rey Carlos lll de España de expulsar a los jesuitas de estas tierras. Aparentemente, uno de los motivos era que “lograron integrar, de a poco, a la civilización del mundo europeo a los guaraníes. Y los guaraníes, una vez que fueron integrados, demostraron cuán capaces eran en muchas áreas; destacaron en el arte, la escritura y seguían desarrollándose”, comentó Dolores.

Lo anterior, sumado a un “ensamble de su religión ancestral”, por así decirlo, “con la nueva religión del cristianismo que es la que traen los jesuitas desde Europa”. Entonces, “eso causó envidia en la cortes europeas”. Todo esto motivó la orden de expulsión de los jesuitas, y también llegó a Candelaria, que era la capital de 30 pueblos jesuíticos. La misma se conoció con varios meses de anticipación.
Contaban con un margen de tiempo para huir, no sin antes preparar y resguardar todos los objetos de valor que tenían, como altares religiosos, pinturas, estructuras de oro, plata, metales. “Estaban en pleno preparativo cuando ya llegaron los españoles, entonces tuvieron que huir urgente los jesuitas, con la ayuda de los guaraníes”, relató Dolores.
En ese interín, los jesuitas sugieren esconder esos elementos de valor, porque debían irse sin nada a cuestas, y dejaron que los indígenas dispongan después de ellos.
“Según una versión de la leyenda, en ese momento estaba en marcha la construcción de un túnel subfluvial que iba a pasar desde Candelaria hacia Paraguay, por debajo del río Paraná. Entonces, era el mejor lugar donde esconder los objetos de valor, y comienzan a guardar ahí. Con el apuro, lo último que ponen es la imagen de la Virgen, de la patrona, -que de hecho era grande, porque formaba parte del altar- la cual tenía revestimientos y joyas de oro y plata. Al guardarla, la Virgen cae boca abajo… no se dan cuenta, tapan, y siguen su camino“, contó Dolores.
Este habría sido el momento que abriría paso a una leyenda casi inherente a la historia de Candelaria.
En el curso de la historia, la docente precisó que el pueblo guaraní permaneció en Candelaria hasta alrededor de 1820. Tras la batalla de Candelaria desatada por el dictador Rodríguez de Francia, quien ordena “quemar todo”, muchos de los pueblos asentados alrededor de la costa del río Paraná fueron destruidos. Fue entonces que los indígenas huyeron y se instalaron a vivir al monte. “Por eso acá no tenemos ‘reducción de Candelaria’, las llamamos ‘las ruinas’ de Candelaria”, explicó Romero.
Por el incidente de la caída de la imagen, trascendió generaciones el dicho de los pobladores: “Dicen que porque la Virgen ‘está enterrada boca abajo’, Candelaria ‘no avanza, no progresa’, porque esto representa una situación de atraso, por así decirlo”, resumió sobre el relato popular.
Ante la pregunta de si hubo personas que intentaron encontrar la imagen de la Virgen bajo el supuesto túnel, dolores amplió que mucha gente se interesó por esto. “Por ejemplo, en alrededor de 1917 llegó a candelaria un señor llamado Luciano Leiva, junto a su familia. Él era buscador de oro, y con la tecnología de ese momento, hacía excavaciones para encontrar tesoros escondidos que se cree que los jesuitas enterraron junto a los guaraníes. Nunca se supo si halló o no todo esto que cuenta la leyenda“, narró Dolores.
Sobre el lugar físico donde habrían ocurrido los hechos, se sitúa en la zona donde actualmente funciona la unidad penitenciaria de Candelaria.
¿Existió efectivamente la obra del túnel?, de ser así, ¿está la imagen de la Virgen enterrada boca abajo?, nunca habrá respuestas certeras. Lo cierto es que esta leyenda envuelve de misticismo a la histórica capital de Misiones, que mantiene viva su memoria colectiva a través del relato popular.