Mientras acumula apoyos en redes sociales y en cuanta conferencia se pueda por parte de empresarios, inversionistas y entidades agropecuarias, el Gobierno nacional vuelve con las manos vacías cada vez que pasa la gorra buscando nuevos recursos para sostener el ímpetu con el que terminó el primer año.
La moderación de la inflación, se ha dicho y escrito, es el principal activo político del Gobierno, pero tras un año de exigencias profundas a la sociedad y más aún a los sectores medios y de bajos recursos, precisa de nuevos aditivos.
Las inversiones que romperían el círculo recesivo en el que cayó la economía, arrastrando a muchos rubros como el empleo y el consumo, siguen sin dejarse notar más allá de las declaraciones y eso comienza a preocupar al tándem Milei-Caputo que, al mismo tiempo, sigue sin lograr un acuerdo con el Fondo.
Quizás la explicación más elocuente a este gran dilema de apoyos teóricos y no prácticos se encuentra en la propia conducta del Gobierno que dice una cosa pero hace otra. Argentina pasó del “peso excremento” a tener la segunda moneda más sobrevaluada del mundo, apenas por debajo del franco suizo. Ello dejó mareados a quienes esperaban la dolarización de la economía y la desaparición del Banco Central, acaso otro de los objetivos incumplidos.
Durante estas semanas se dieron nuevos hechos que van en el mismo sentido. El Gobierno finalmente avanzó con la quita de retenciones, pero lo hizo urgido de dólares instantáneos, con tope a mitad de año y condiciones que expuso solamente cuando publicó la resolución. El resultado, como era de esperarse fue la apatía práctica. El campo apoyó la medida en los discursos, pero liquidó poco y nada en el terreno.
Apenas días atrás el director del ente recaudador argentino manifestó a los directivos del Consejo Agroindustrial Argentino que deberían vender cuanto antes su stock y aprovechar las tasas altas en pesos para hacer “carry trade”. Nada más lejos de las pretensiones de los productores que esperan reglas claras y sostenibles en el tiempo para abandonar la especulación a la que recurren desde hace años para perder lo menos posible. El “consejo” de ir por las letras del Tesoro no cayó para nada bien en el seno agroindustrial que, de inmediato, ralentizó el ritmo de las liquidaciones poniendo en jaque el plan del tándem Milei-Caputo de acelerar el ingreso de agrodólares.
Profundizando en el planteo del ente recaudador, se plasmó fuertemente la duda sobre la capacidad de Economía de sostener el nuevo ritmo de “crawling peg” al 1%. Y es que, a las incógnitas que plantó el propio Gobierno, se suman las incertidumbres que genera el contexto mundial con un Donald Trump híper proteccionista. Todo eso se nota en el volumen de las liquidaciones del campo.
“Menos mal que había que recuperar la cultura del trabajo. Cree que el mundo es la timba financiera”, advirtió Ricardo Buryaile, productor agropecuario y exministro de Agricultura durante la gestión macrista, en respuesta a la “pasada de gorra” en lo que fue una fuerte crítica hacia el ente recaudador en general y a la cartera de Economía en particular.
El escenario antes descrito tiene lecturas abundantes, pero entre las más nítidas está la que advierte sobre la debilidad del Gobierno frente a la persistente negatividad de las reservas del Banco Central. Mientras la información oficial celebra la compra de dólares por parte de la autoridad monetaria, nada dice sobre su propia retracción.
En lo que va de febrero, acumula compras por US$ 275 millones. Sin embargo, en 2025 lleva compras por US$ 1.892 millones, casi la mitad de los US$ 3.535 millones que acumulaba a esta altura de 2024. Y, en parte por eso, las reservas brutas siguen cayendo. Santiago del Solar, exjefe de gabinete del Ministerio de Agricultura y uno de los productores más críticos de la política económica actual hacia el campo lo pone en forma de pregunta: “¿Por qué será que a los que tienen dólares en colchón y cajas de seguridad no se les aconseja que hagan carry trade? Hay muchos más dólares en esa condición que soja en manos de los productores”.
Los más benévolos sostienen que, en realidad, el Gobierno no comprende la dinámica del agro y que no sabe que el productor necesita retenciones cero, hacerse de dólares para comprar insumos pensando en la próxima campaña y, además, contar con margen de ganancia. Los menos benévolos… se ríen de la ingenuidad de los primeros.
Otro sector que venía manifestando su apoyo tras las primeras medidas y que es presa del nerviosismo hoy es el de la actividad inmobiliaria. Aunque no existe al momento información oficial, el Gobierno dejó trascender la intención de desregular la actividad a través de un decreto que hoy estaría madurando el Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado. Es que, de confirmarse este secreto a voces, en poco tiempo profesionales colegiados del rubro deberán convivir con nuevos agentes que podrían operar con certificaciones simples y sin la necesidad de matriculaciones.
“Está bien que el Gobierno quiera agilizar y destrabar temas burocráticos, pero tiene que haber un tipo de control”, se quejaron y justificaron desde el rubro. Esos mismos apoyos que se notaron cuando se dio de baja la Ley de Alquileres se transforman paulatinamente ahora en críticas porque no todo vale lo mismo.
La incomodidad del Presidente frente a la estacionalidad de su plan económico y la evidente incapacidad para hacerse de dólares quedó al desnudo casi burdamente. En menos de un mes, el mandatario publicó una segunda columna de opinión en el diario La Nación y aludió a los “econochantas” encubriendo su enojo real con el contexto y hasta con el Fondo Monetario Internacional.
Con tecnicismos que ocupó en su primera columna volvió a asegurar que no tiene en mente una devaluación para compensar el atraso cambiario. Sin embargo, lo que disfraza Milei con sus columnas es su enojo con el propio Fondo que no se mueve al ritmo que él pretende y que acaso logra con casi toda la dirigencia argentina.
Meses atrás el Presidente sospechaba que en el organismo había una tendencia contraria a su pensamiento y por ello celebró la salida de las negociaciones de Rodrigo Valdés, al que consideraba cercano a Sergio Massa… pero el acuerdo no surgió.
Después pensó que con Donald Trump en la Casa Blanca el directorio del FMI flexibilizaría las condiciones y aceleraría el trámite… pero el acuerdo no surgió.
Hace algunas horas la vocera del organismo, Julie Kozack, bajó las expectativas y dijo que si bien hay negociaciones “constructivas y frecuentes” con Argentina, el Gobierno deberá aplicar otras medidas fiscales, monetarias y cambiarias… y el acuerdo se demora.
Peor aún. Fuego amigo inesperado. El exministro de Economía Domingo Cavallo puso en duda que un desembolso por parte del Fondo Monetario Internacional alcance para levantar el cepo cambiario.
Milei comienza a comprender entonces que el Fondo e incluso sus aliados conservadores en el mundo se mueven a un ritmo muy distinto y con premisas que nada tienen que ver con la libertad que dice defender. Pasan y cambian los gobiernos y los presidentes, pero el FMI no.
Al igual que los agroindustriales, sus funcionarios apoyan el discurso y el plan del presidente Javier Milei. Se toman fotos con él. Levantan los pulgares como él. Pero el jefe de Estado argentino pasa la gorra y vuelve con lo mismo… nada.
Cifras
Más en lo doméstico, nuevos indicadores económicos advierten sobre el fin de la recesión por estas latitudes. Mientras en buena parte del país tanto a la industria como a la construcción siguen arrojando datos dispares e inconsistentes, en Misiones crecen los permisos de construcción. En términos absolutos, en Posadas los permisos pasaron de 141.897 en 2023 a 204.931 metros cuadrados en 2024, lo que refuerza la expansión del sector.
Por otra parte, el gobernador Hugo Passalacqua debió gestionar la moderación de una de las asimetrías que padece la provincia. Solo así YPF declinó subir el precio de la Infinia Diésel en Misiones mientras que aumentó en el resto del país. Así las cosas, la diferencia entre los precios en CABA y en Misiones se redujo a la mitad para el mes en curso.