El Protocolo de Kioto, creado para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que causan el calentamiento global, entró en vigencia hace exactamente dos décadas hoy. Se trata de un instrumento para poner en práctica lo acordado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Establece objetivos vinculantes de reducción de las emisiones para más de treinta países industrializados y la Unión Europea. En conjunto, esos objetivos suponen una reducción media de las emisiones del 5% en comparación con los niveles de 1990 en el quinquenio 2008-2012 (el primer período de compromiso).
Con aciertos y fracasos, se considera que no cumplió con las expectativas toda vez que Estados Unidos lo abandonó y no tuvo el acompañamiento riguroso de los países ricos.
Pero al mismo tiempo sentó las bases de la lucha contra el cambio climático en la agenda política internacional y hoy es imposible descartar el tema más allá de las ideologías que descartan su aplicabilidad o, incluso, la existencia del cambio climático.