Rocío Figueredo de 27 años siempre soñó con ser ingeniera civil, pero las circunstancias económicas le impidieron completar sus estudios. Sin embargo, su pasión por la construcción la llevó a convertirse en ayudante de albañil, un oficio que aprendió por sí misma y que ejerce con dedicación desde hace cinco años.
“El trabajo es muy sacrificado, pero me encanta todo lo que tenga que ver con construcciones. Hago de todo y trabajo como cualquier hombre, porque no quiero que nadie me menosprecie por ser mujer”, afirmó la joven oriunda de Itá, en Paraguay.
Entre la pasión y las dificultades
Si bien disfruta de su trabajo, en diálogo con el portal Extra.com Rocío lamentó que el acoso sea un obstáculo constante en su camino. En una de sus experiencias más desagradables, relató que tuvo que renunciar a una obra grande debido a las insinuaciones de un encargado.
“El puntero empezó a acosarme, me decía que le gustaba mucho y que quería otra cosa, que por eso me consiguió el trabajo. Le dije que no me gustan los viejos y se enojó. Decidí no ir más”, contó.
Aunque consideró denunciarlo, prefirió guardar silencio para no perjudicar a sus compañeros de trabajo. “La ingeniera siempre nos dice que denunciemos si somos acosadas, pero si lo hago, todos los que vinieron con el puntero también van a perder el trabajo”, explicó.
Una pasión
Pese a las dificultades, Rocío está convencida de que la construcción es una mejor opción laboral para ella en comparación con otros empleos. “Prefiero ser albañil antes que empleada doméstica. En esta profesión se paga mejor, en quince días gano lo que una empleada cobra en un mes”, aseguró.
Lo único que exige para desempeñarse es respeto. Recordó que en una ocasión tuvo que defenderse con una pala de un compañero que intentó sobrepasarse. “Yo bromeo como ellos, pero todo tiene un límite, y cuando lo cruzan, me encuentran”, advirtió.
(Fuente: Extraprensa)