Muchas veces ocurre que intentamos comenzar a leer la Biblia y empezamos por el Antiguo Testamento, donde nos aparecen genealogías interminables de nombres un poco raros, casi imposibles de recordar, lo cual nos va desanimando por parecer una lectura sin mucho sentido.
No obstante hay un nombre, el de Adán. Para la mayoría de las personas resulta conocido porque lo han escuchado muchas veces, aun cuando no hayan leído la Biblia. A ese nombre en particular se le ha endilgado la culpa del llamado “pecado original”, generando en todas las personas una suerte de “endoso no deseado”, de culpa por lo que hizo otro ¿Te pasó?.
Ahora, qué sucede si te digo que no hay solo un Adán en la Biblia, sino dos. Con todo respeto y seriedad me permito relajar un poco esta frase con un “jaja”… y no, no es una mala noticia, sino todo lo contrario. Es una “BUENA NOTICIA” para todos.
Estimado lector, planteada “la tesis” te invito a que me acompañes un poco más y veamos juntos este asunto que es troncal, para que pase de ser un “endoso no deseado” a una realidad especial que cambie la perspectiva de tu vida.
Bíblicamente hablando, Adán es más que un nombre, es genéricamente el anuncio, el Génesis, el comienzo de la humanidad creada por Dios.
Adán significa “tierra roja”, haciendo referencia al relato bíblico que da cuenta del momento en que Dios lo crea a su imagen y semejanza, del polvo de la tierra, obrando con sus propias manos cuál amoroso alfarero dándole el toque divino con el soplo de vida en su nariz para que fuese un ser viviente.
El estado de plenitud de Adán, que es lo mismo que decir “el estado de plenitud de la humanidad” en comunión plena con Dios, tuvo el aspecto especial del libre albedrío, del cual la humanidad podía disponer para obedecer o no a su creador.
La desobediencia generó una separación de esa comunión plena con Dios. Podemos decir que echó a perder el plan divino.
Pero Dios, en su inconmensurable amor, proveyó una solución, una salida. Allí es donde aparece la buena nueva. Habría un segundo Adán que traería restauración, salvación y vida eterna.
Utilicé la expresión “endoso no deseado” para identificar una postura que todos tomamos expresando una suerte de alegato, como queriendo mostrar el mejor perfil, el de ser personas buenas y correctas que no tenemos nada que ver con esa situación que echó a perder el plan divino.
Sin embargo, en la Biblia, que es la Palabra de Dios, está escrito claramente que por cuanto todos pecamos, estamos destituidos de la gloria de Dios y que la paga del pecado es muerte, más el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús que es el segundo Adán. ¡QUÉ BUENA NOTICIA!
Podríamos decir que ese plan B, que por misericordia Dios trazó, se resume en Dios mismo por amor a la humanidad viniendo en la persona de su unigénito Jesucristo a tomar nuestro lugar en la cruz.
Así se nos asegura poder volver por sus méritos al diseño original de una vida plena en comunión con nuestro Padre. La religión no es un obstáculo, pero tampoco es un vehículo. En sí misma no es mala, pero sí incompleta.
El plan B de Dios está disponible para todas las personas y la condición, según la Biblia, es reconocer nuestro pecado que nos separa de la comunión con Él. Arrepentirnos y apartarnos para aceptar la BUENA NOTICIA de ese segundo Adán Jesucristo que, por amor y misericordia, tomó nuestro lugar.
Las personas que ya lo hemos hecho estamos en camino a esa restauración y redención eterna (Jesucristo es el camino), estamos en la verdad (Jesucristo es la verdad) y tenemos vida abundante (Jesucristo es la vida).
Cada día es una nueva oportunidad y, por ende, hoy es TU día. Si oyeres hoy su voz, entonces no endurezcas tu corazón. Así como amaneció, Dios renovó su misericordia pero no para darnos lo que merecemos, sino para concedernos por su gracia las bondades de su plan B por los méritos de su hijo Jesucristo.