La informalidad laboral es un fenómeno estructural que afecta a millones de trabajadores en América Latina, impactando su calidad de vida y limitando su acceso a derechos fundamentales como la seguridad social, jubilación y cobertura de salud.
Incluso dificulta la obtención de productos financieros, como los préstamos personales, dejando a muchas personas sin alternativas formales y confiables de crédito.
En un contexto económico marcado por la inestabilidad, la precarización laboral se ha convertido en una alternativa obligada para muchas personas que, sin otras opciones, ingresan al mercado de trabajo en condiciones de vulnerabilidad.
En muchos países de la región, la informalidad está estrechamente vinculada a la desigualdad y la pobreza, afectando con mayor intensidad a ciertos sectores de la población, como los jóvenes, las mujeres y los trabajadores con menor nivel educativo.
En Argentina, el empleo informal asalariado sigue siendo una problemática persistente. De acuerdo con un estudio del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP) de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, en articulación con el CONICET, la tasa de informalidad entre los asalariados alcanzó el 36,7% en el tercer trimestre de 2024.
Este porcentaje refleja un aumento en comparación con el segundo trimestre del año, cuando la tasa se situó en 36,3%, y con el primero, que registró un 35,6%. En términos interanuales, creció aproximadamente un 1%, evidenciando la dificultad de reducir este fenómeno en el país.
Al analizar la evolución histórica, se observa que el 36,7% actual se encuentra en niveles similares a los del tercer trimestre de 2008. Desde entonces, la tasa se mantuvo entre el 32% y el 35,7% hasta la llegada de la pandemia en 2020, cuando la crisis sanitaria y económica disparó el empleo informal. A pesar de cierta recuperación posterior, la informalidad sigue afectando a más de un tercio de los asalariados, lo que subraya su carácter estructural.
Las diferencias por género son notables. Mientras que la tasa entre los hombres fue del 34,2% en el tercer trimestre de 2024, entre las mujeres se elevó al 38,9%, es decir, un 5% más. Esto se debe, en gran medida, a la concentración de las mujeres en sectores altamente precarizados como el servicio doméstico, donde la informalidad alcanza el 76,3%.
El factor etario también es determinante. Entre los jóvenes de 16 a 24 años, la tasa alcanzó un alarmante 64%, más del doble de la media nacional, lo que significa que seis de cada diez jóvenes empleados no están registrados. En el segmento de 25 a 44 años, la cifra fue del 34,4%, mientras que entre los 45 y 64 años descendió al 27,5%.
Sin embargo, entre los trabajadores mayores de 65 años, la tasa volvió a elevarse al 47,9%. Este comportamiento en forma de “U” indica que la precarización es más común al inicio y al final de la vida laboral.
Por su parte, el nivel educativo influye directamente en las probabilidades de acceder a un empleo formal. Entre quienes no completaron la educación secundaria, la tasa de informalidad asciende al 56,4%. Para quienes finalizaron la secundaria o tienen estudios universitarios incompletos, el porcentaje baja al 35,8%. En tanto, la menor incidencia se encuentra en los trabajadores con formación universitaria completa, con una tasa de solo 15%.
No obstante, la mayoría de los empleados informales pertenecen a la categoría intermedia, lo que demuestra que la informalidad no solo afecta a quienes tienen menor educación, sino también a quienes poseen formación superior pero no logran insertarse en el mercado formal.
En cuanto a los sectores económicos, el servicio doméstico lidera la informalidad con un 76,3%, seguido por la construcción (67,3%) y el comercio (47,3%). En el otro extremo, el sector público tiene la tasa más baja de informalidad, con solo un 9,1%. En este sentido, dentro del sector privado, el tamaño de la empresa juega un papel clave: en establecimientos con más de 40 empleados, la informalidad es del 11%, mientras que en empresas de hasta cinco trabajadores, la tasa asciende al 75%.
Por regiones, el noroeste argentino (NOA) es la zona más afectada, con una tasa del 43,3%, seguido de Cuyo (42,3%) y el Nordeste (NEA), con 40,4%. En la región Pampeana, la tasa es del 35%, mientras que en el Gran Buenos Aires (GBA) es significativamente menor, con un 20,1%.
Lo cierto es que, a pesar de las diversas iniciativas implementadas para reducir la informalidad laboral, Argentina sigue ocupando un lugar preocupante en el ranking regional, situándose en el quinto puesto con un 36,7% de empleo no registrado. Esta cifra la ubica en peor situación que países como Colombia (27,2%) o Brasil (20,6%) y muy lejos de los niveles más bajos registrados en Uruguay (8,5%) y Chile (14,3%).
La informalidad y su impacto en la pobreza
El impacto de la informalidad no se limita al ámbito laboral, sino que está estrechamente vinculado a la pobreza y la indigencia. Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, en el segundo trimestre de 2024, el 63% de los asalariados informales vivía en hogares pobres, en comparación con el 27% de los asalariados formales. Además, el 59% de los trabajadores informales no alcanzaba el valor de la canasta básica, mientras que solo el 8% de los trabajadores registrados se encontraba en esta situación.
Si bien la pobreza y la indigencia disminuyeron en el tercer trimestre de 2024 debido a una baja en la inflación, las cifras siguen siendo elevadas. Estimaciones privadas indican que la pobreza se situó en torno al 38% y la indigencia en el 8%.
En esa misma línea, un estudio del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, basado en el informe de Distribución del Ingreso del INDEC, señaló que la tasa de pobreza entre julio y septiembre de 2024 fue del 38,9%, mientras que la indigencia alcanzó el 8,5%. Estas cifras son similares a las estimadas por el Ministerio de Capital Humano, lo que indica una leve mejoría respecto al primer semestre del año.
A pesar de los avances en algunos indicadores, la informalidad sigue siendo un obstáculo para el desarrollo económico y social del país. Sin un mercado laboral que garantice derechos y estabilidad, la desigualdad persistirá y la pobreza será difícil de erradicar. La formalización del empleo no solo beneficiaría a los trabajadores, sino que también fortalecería el sistema previsional y la recaudación fiscal, permitiendo una mayor inversión en políticas sociales.
Fuente: El Mejor Trato