SAN IGNACIO (Por Gisela Fernández). Desde las Reducciones Jesuíticas de San Ignacio Miní hay que andar unos 10 kilómetros por un camino de tierra para llegar a Katupyry, una de las comunidades mbya guaraní más antiguas de la provincia. “Roipota escuela pública” (queremos escuela pública) dice el pasacalles que la comunidad colocó en el portón de ingreso a la aldea. El cacique Antonio Morínigo recibió a PRIMERA EDICIÓN y como buen anfitrión nos fue mostrando su comunidad. Las construcciones centrales son la Escuela Ñu Porá (cerrada con llave y vacía), la salita y el quincho comunitario. Más distantes, invisibles desde allí, están las casas, separadas unas de otras entre 150 a 200 metros. Más lejos aún está el templo sagrado de oración, el opy, que fue construido este verano junto a los niños de Katupyry.La escuela -que es religiosa de gestión privada- está vacía porque las familias decidieron no mandar más a sus hijos allí. El anuncio de que este ciclo lectivo se implementaría la jornada extendida en ese establecimiento fue la gota que colmó el vaso. Es que la comunidad no fue consultada al respecto. Cuentan que en los …. años que tenía la escuela funcionando en Catupury, fueron muchas las decisiones institucionales que se tomaron sin pedir la opinión del cacique y su pueblo. El pedido para que la escuelita de gestión privada que funciona dentro de Katupyry pase a depender del Consejo General de Educación (CGE), es decir sea de gestión pública, fue presentado por esa comunidad con el aval del intendente Juan Esteban Romero. Aún no tuvieron respuesta alguna. Esta semana insistirán en su solicitud. “Nunca antes pedimos el acompañamiento de la Municipalidad pero, en esta ocasión, dada la importancia del tema, pedimos apoyo al intendente”, contó el cacique antonio Morínigo. Queridas maestras En febrero último, una semana antes del inicio de las clases, las familias resolvieron no inscribir a sus hijos en la escuela y, confiaron a su cacique Morínigo la tarea de gestionar ante las autoridades educativas provinciales que abran en la comunidad una escuela pública. “Nosotros queremos una escuela bilingüe de gestión estatal, donde no se enseñe religión, y se respete a nuestro pueblo y nuestra cultura”, sintetizó el cacique. Mientras tanto el Consejo General de Educación (CGE) atienda el pedido de esta comunidad guaraní (el cacique presentó formalmente la solicitud ante el Ministerio de Educación y el Servicio Provincial de Educación Privada de Misiones, Spepm), todos sus niños asisten a clases bajo el salón comunitario. Primero fueron los cinco auxiliares docentes guaraníes quienes se comprometieron a garantizar las clases de los chicos. Pero -para alegría de los chicos- también sus tres docentes se ofrecieron a darles clases todos los días por la mañana ya que por la tarde debían cumplir su horario de trabajo en la escuelita cerrada y vacía. Esta semana, la comunidad solicitó al representante legal de la institución educativa, Hugo Castro, que cambie el turno a las docentes a fin de validar la tarea que desarrollan por la mañana. Mientras tanto, ellas siguen yendo cada mañana en forma ad honorem. Dos de las maestras viven en San Ignacio y la tercera viaja todos los días desde Posadas. Un día de clases Las voces de los chicos se escurren sin problemas desde los límites del salón comunitario, un quincho bastante precario de madera, sin paredes ni piso. En un extremo del quincho hay dos pequeñísimos salones, en uno funciona el Nivel Inicial y en otro primero, segundo y tercer grado. Los alumnos de cuarto a séptimo están organizados alrededor de tres mesas ubicadas bajo el quincho. Todos quieren mostrar sus cuadernos y especialmente sus dibujos, “nos gusta estudiar, dibujar y jugar al fútbol. ¿Otra cosa que nos guste? Hacer trampas para cazar y nadar en el arroyo”, contaron divertidos. Agregaron además que prefieren “esta escuela a la otra porque no tiene paredes y podemos salir cuando queremos”, confío uno de los chicos, Mauro, que va a quinto grado. Pero el cacique está preocupado porque sabe que pronto llegará el frío, “vamos a tener que cerrar el quincho y poner luz… porque sino los chicos van a sufrir mucho durante el invierno y los días de lluvia”. En las pequeñas aulas, la luz del día entra apenas por los resquicios del techo. Auxiliares y docentes tienen asignados los grupos, este martes trabajaban con familias de palabras, raíz y desinencia… en castellano y en guaraní. “Mae, ¿cuándo vamos a dibujar?, le insistían los más inquietos a la docente Nilda Medina, que enseña en Katupyry desde hace 14 años. Diestra para atender varias cosas en forma simultánea, la maestra siguió supervisando la tarea de los chicos, corrigiendo y dando consignas mientras habló con PRIMERA EDICIÓN, siempre en un tono admirablemente apacible y una sonrisa en el rostro. Necesitan fondos para el comedor Este martes 5 de marzo, a un costado del salón, las madres de los chicos cocinaban en un fogón un arroz con leche, la primera comida que iban a servir a los alumnos desde el inicio de las clases, el lunes 25 de febrero. “Es que los fondos para el comedor escolar lo manejaba la dirección de la escuela religiosa, pero tenemos entendido que son fondos provenientes del Estado por lo que pedimos por favor que lleguen a la comunidad para que podamos darles de comer a los chicos. Este tema lo hablamos con el representante legal quien se ofreció para resolver esta cuestión… nosotros vamos a aceptar recibir este dinero porque viene del Ministerio de Educación”, detalló el cacique. No obstante, este martes, los elementos para cocinar el desayuno y el almuerzo (un guiso) fueron llevados por las familias, “salvo el arroz, que la maestra sacó de la escuela… pero nosotros no queremos usar nada que esté guardado en la escuela porque creemos que no es correcto”, explicó Morínigo. Las mamás se van turnando para cocinar. Auxiliar Desde hace ocho años Agustín Ocampo se desempeña como uno de los cinco auxiliares docentes de Katupyry. Según indicó, “estamos trabajando normalmente” y nada cambió la rutina escolar pese a que los chicos tienen clases fuera de la escuela de ladrillos a la vista y sus escritorios hayan sido reemplazados por sillas y mesas de plástico de la comunidad. “Cada auxiliar trabaja con un grado, yo estoy con los chicos de cuarto.
Pero ahora que estamos en un sólo espacio, también atendemos a los otros chicos… nos vamos arreglando así”, contó. Ocampo también se esperanza con la creación de la escuela pública y explicó que, aunque las condiciones actuales no son las ideales para dar clases, “nosotros pedimos el cierre de la escuela y por eso no corresponde que usemos sus instalaciones”. “Por la mañana damos clases y por la tarde cumplimos horario”“Las docentes participamos en la asamblea con la comunidad y el representante legal de la escuela, ahí ellos nos dijeron que estaban de acuerdo con nuestro trabajo como maestras y que éramos bienvenidas en la comunidad, al igual que el representante legal. Contaron también que los auxiliares docentes indígenas se ofrecieron a trabajar con los niños en contraturno (por la mañana) en el salón comunitario; entonces nos ofrecimos a venir a dar clases ad honorem por la mañana”, recordó la maestra Nilda Medina, la que tiene más antigüedad enseñando en Katupyry. “Desde el 25 de febrero venimos a dar clases por la mañana y, por la tarde, cumplimos nuestro horario afuera de la Escuela Ñu Porá, porque no queremos hacer un abandono del cargo”, detalló. En 1999, cuando vino por primera vez a enseñar a los chicos de la comunidad, Nilda tenía un manejo muy elemental del idioma guaraní, “apenas sabía algunas palabras pero no tuve inconvenientes porque los chicos son muy abiertos y espontáneos. En ese momento, el representante legal de entonces, el padre José Mar, estaba construyendo el edificio nuevo de la escuela y me acuerdo que dimos clases en el patio durante tres meses”. Según recordó la maestra, “en 2005, empezamos a trabajar con los auxiliares indígenas nombrados oficialmente, antes igual recibíamos ayuda del cacique Antonio Morínigo”. La falta del pizarrónLa maestra Patricia Villán está a cargo de los 23 alumnos que cursan primero, segundo y tercer grado. “Trabajo en esta escuela desde hace cinco años, la experiencia es totalmente diferente a la que de una escuela urbana. Acá nos enfrentamos a una realidad muy cruda a veces pero, quizás por eso mismo, nos encariñamos mucho con los chicos”, contó.Al igual que sus colegas, Villán respeta la decisión de la comunidad de pedir el cierre de la escuelita privada. “Creo que este cambio de gestión (de privada a pública) será solamente un proceso y es algo que ellos consideran que será mejor para la educación de sus niños”, señaló.Admitió que siente mucho la falta del pizarrón “en este primer ciclo se necesita mucho de este apoyo didáctico” e infraestructura. Pero aseguró que “tenemos la esperanza que el gobierno vea nuestras necesidades y pueda solucionar pronto esta situación”.
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