POSADAS. “Estamos alejados pero también tenemos derechos” se lee en uno de los carteles que colocaron los padres de los alumnos del aula satélite de la Escuela 893, la “escuelita” del barrio Néstor Kirchner, inaugurado hace dos años, que está tomada desde el lunes. Cuatro locales comerciales constituyen la sede escolar. Por la mañana, en uno de los pequeños salones se amontonan los alumnos de sexto y séptimo, en otro los de quinto y cuarto, en otro los chicos de la salita de 5 de nivel inicial y en el cuarto local se guardan los pocos elementos y herramientas pedagógicas con las que cuentan.Por la tarde, asisten a clases los alumnos de primer grado, segundo y tercero (estos dos últimos juntos) y la salita de 4. En total superan los 300 chicos. Hay dos baños, cada uno con un inodoro, uno para las nenas y otro para los varones. Según contaron los padres a PRIMERA EDICIÓN, el aula satélite sólo tiene un maestro de grado designado, “los otros cuatro son prestados de la Escuela 893 y suplentes”, detallaron. De igual forma y por motivos diferentes, aseguran que no hay registro de cinco días de clases continuas desde que comenzó el ciclo lectivo. “Con suerte, nuestros hijos tuvieron unos diez días de clases desde febrero… o porque llueve y no llega el colectivo que trae a los docentes, porque no hay maestros, porque no hay agua o luz… para nosotros es común que nuestros hijos vuelvan de la escuela a casa sin haber tenido clases. Da pena ver el cuaderno de los chicos, apenas unas hojitas escribieron en lo que va del ciclo lectivo”, contaron angustiados los padres. Prioridades Por la falta de un edificio para la escuela, los vecinos elevaron reclamos al Instituto Provincial de Desarrollo Habitacional (Iprodha), que entregó las viviendas sin la escuela. También ruegan que la Municipalidad -o el Gobierno provincial- se haga cargo del entoscado de los caminos y que el Ministerio de Salud Pública abra una salita de atención primaria de la salud. Pero cuando PRIMERA EDICIÓN preguntó cuáles eran las prioridades más urgentes de la comunidad, coincidieron: “Que nuestros hijos tengan maestros, que pongan un techo para que los chicos puedan estar protegidos del sol y la lluvia durante los recreos, que entosquen los caminos para que el colectivo pueda entrar cuando llueve y una salita de salud”. Educación y salud. Lejos y alejados La distancia no se mide sólo en kilómetros, sino también en la facilidad con la que accede una comunidad a los servicios básicos: salud, educación, seguridad, caminos transitables, colectivos… y estos vecinos están lejísimos de todo. Todos los accesos al barrio son caminos de tierra y, cuando llueve, deja de entrar la única línea de colectivo que -si el tiempo acompaña y el chofer dispone- pasa cada dos horas, desde las 6 hasta las 22, de lunes a viernes. “Acá, cuando un chico se accidenta después de las 22 tenemos que caminar con nuestros hijos en brazos hasta el centro de salud de San Isidro. Y en ese trayecto tenés que rogar que no se te muera tu hijo y que no te hagan nada porque este barrio es oscuro y re inseguro”, coincidieron dos mamás, Yohana y Delia, que pasaron por esa experiencia.
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