GARUPÁ. Muchas veces las circunstancias de la vida no permiten que se puedan hacer cosas en una determinada edad, como es cursar la escuela primaria. Pero como nunca es tarde para realizar los anhelos, Francisco Vega, de 81 años, decidió que quería hacer sus estudios primarios. Con residencia en el barrio Ñú Porá, Francisco viaja diariamente en colectivo para asistir a sus clases en la Escuela de Adultos 67 que se encuentra en el mismo barrio, pero alejada varias cuadras de su casa ya que la institución comparte el edificio con la 663, ubicada a dos cuadras de la ruta nacional 12, en el límite entre el barrio Fátima y Ñú Porá.Desde que se incorporó al grupo de alumnos del primer ciclo de la escuela, a cargo de la directora Adriana Brusasca y el primer ciclo, bajo la responsabilidad de Gladis Verón, Francisco no falta y está feliz de poder aprender. “Él me contó que antes de aprender a leer era como estar ciego”, contó Verón y “ahora que la verdad a mí me sorprende, tiene mucha facilidad para aprender, pone mucho esfuerzo y dedicación, para mí que Francisco esté con nosotros estudiando es una bendición, yo lo quiero un montón”, agregó la docente emocionada. Francisco se nacionalizó argentino en 1959, oriundo del vecino país Paraguay, decidió vivir en esta tierra y formar aquí su familia. “Tengo cuatro hijas y muchos nietos y ahora que me jubilé y que ya no voy a trabajar como antes decidí que era momento de estudiar. Yo trabajé haciendo todo lo que aprendía en mi vida. Viví y trabajé en Buenos Aires y como no sabía leer mi hermano me esperaba en las paradas del tren. Para subir preguntaba o me fijaba en los dibujos y así me manejé toda mi vida”, contó Francisco. Alfabetizarse era una cuenta pendiente en su vida y eligió la Escuela de Adultos 67 para hacerlo, un lugar donde lo recibieron con los brazos abiertos. No sólo el plantel de docentes, sino también sus compañeros, ya que comparte el salón con jóvenes de distinta edad y también adultos mayores. “Acá tenemos 250 alumnos, contamos con doce talleres de oficios con salida laboral inmediata (cuentan con talleres de cocina, peluquería, corte y confección, bordado en cinta, de folklore, de bicicletería, gestoría del automotor, cotillón, entre otros) además del ciclo primario. Vienen alumnos de distintos barrios, a los cuales los días de lluvia les cuesta mucho llegar por el mal estado de las calles que son de tierra, y también trabajamos con los chicos de la residencia San Lucas que está a dos cuadras, son chicos judicializados, cuando recién comenzaron a venir hicimos un convenio verbal de que los chicos serían acompañados por un tutor, ellos venían a clases, el tutor los esperaba y después los volvía a acompañar. Este año está el maestro José Luis Martínez que es como el papá de ellos, porque él trabaja en la Residencia y es el maestro acá, así que no tenemos ningún problema. A ellos los acompañan vienen alrededor de siete chicos. Hay un chico de trece años que vive en la residencia y que nunca asistió a la escuela, es de Oberá y ahora es compañero de Francisco”, contó Brusasca.Además, explicó que “tenemos alumnos de distintas edades y todos se llevan muy bien, hay mucho respeto y se integran de manera excelente”. Así lo siente Francisco, que con su dedicación y esfuerzo les da el ejemplo a los más jóvenes que comparten con él el curso.
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