L os papas Juan Pablo II (1920-2005) y Juan XXIII (1881-1963) serán canonizados hoy y se convertirán así en los otros dos pontífices proclamados santos en los últimos 100 años junto con Pío X.
La fecha de su canonización, elegida por el papa Francisco, corresponde al primer domingo después de las celebraciones de la Semana Santa, cuando la Iglesia católica celebra la fiesta de la Divina Misericordia.
Una fiesta que instituyó el propio Karol Wojtyla tras hacer santa en el año 2000 a la monja Faustina Kowalska, conocida como la Santa Teresa de Jesús polaca. El papa Francisco hizo alusión, siempre en latín, a la vida de Juan Pablo II y de Juan XXIII.El camino hacia la santidad tiene varios escalones: en los casos más tradicionales, primero es necesario ser nombrado Venerable Siervo de Dios, el título que se da tras la muerte a quien se le reconoce haber vivido “las virtudes de manera heroica”.
Después es necesario que, tras una especie de “juicio”, sea reconocido un milagro para ser proclamado beato y después otro para la canonización, aunque el Papa puede saltarse alguno de estos pasos como en el caso de Juan XXIII.
La canonización del papa polaco ha llegado en tiempo récord, pero ha seguido todos los pasos marcados por la Iglesia. Y es que la subida a los altares de Juan Pablo II, cuyo papado duró casi 27 años, fue casi por aclamación popular tras el “santo súbito” (santo ya) que tras su muerte resonó durante días en la Plaza de San Pedro del Vaticano.
En mayo de 2011, la Congregación para las Causas de los Santos, el organismo del Vaticano que evalúa a los candidatos a la santidad, consideró como primer milagro el caso de la monja francesa y enfermera Marie Simon Pierre, de 51 años, quien según la comisión médica se curó de manera inexplicable de la enfermedad de Parkinson, la misma que sufrió Wojtyla en los últimos años de su vida.
En cuanto a Juan XXIII, el papa Francisco, que en su primer año de pontificado ha resaltado en numerosas ocasiones la figura del “Papa Bueno”, sorprendió el 5 de julio pasado al anunciar que lo proclamará santo sin esperar ese milagro, en una decisión inédita. El portavoz vaticano, Federico Lombardi, afirmó que Francisco, en el caso de Juan XXIII, no tiene dudas de su santidad. “Conocemos todos las virtudes y la personalidad del papa Roncalli, no es necesario explicar los motivos de su santidad”, dijo Lombardi, que precisó que ello no quiere decir que a partir de ahora todos los beatos sean canonizados sin un segundo milagro.
La santificación de Juan Pablo II y Juan XXIII se produce en el 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, convocado por Roncalli, aquel papa del norte de Italia al que todos consideraban un papa de “transición”. Se da el caso de que Juan XXIII fue beatificado junto al papa Pío IX, el polémico último papa-rey (1792-1878, elegido Papa en 1846). La beatificación conjunta levantó una fuerte polémica en sectores de la Iglesia, que consideraron que se comete una injusticia con el papa Roncalli al colocarle en el mismo nivel que a Pío IX.Y es que según estos sectores, fueron dos pontífices de pensamientos opuestos y mientras Juan XXIII con el Concilio Vaticano II abrió la Iglesia al mundo y a los humildes, Pío IX se opuso a las conquistas sociales de su época, a la modernidad y al “Risorgimento” que llevó a la unidad de Italia, además de ser antisemita.
En esta ocasión, Juan XXIII será proclamado santo junto a otro papa, Wojtyla, el pontífice más mediático de la historia de la Iglesia, de una personalidad arrolladora, y observadores vaticanos aseguraron hoy que, de nuevo, aunque por otra causa, el “Papa Bueno” quedará “eclipsado”.
Un golpe maestro de Francisco
La doble canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII es un golpe maestro del papa Francisco para reconciliar dos visiones de la Iglesia y balancear el culto a la personalidad que suscita el conservador y carismático pontífice polaco. Elevar a la gloria de los altares en una única ceremonia el 27 de abril en la plaza de San Pedro al carismático y conservador Juan Pablo II (1978-2005), primer papa no italiano en más de cuatro siglos, y a Juan XXIII (1958-63), que abrió la Iglesia a la pluralidad del mundo moderno, generó tanto elogios como críticas.
La decisión de canonizar a Juan XXIII (Angelo Giusepe Roncalli) sin comprobación de milagros no ha sido tomada con frecuencia, pero corresponde a una prerrogativa del jefe de la Iglesia Católica, que ha querido así valorizar el ejemplo del llamado “papa bueno”, autor de la encíclica “Pacem in terris”, y equilibra de algún modo la veneración que suscita el polaco Karol Wojtyla.
“Francisco quiso santificar a alguien que considera realmente un santo”, aunque no se le atribuya ningún milagro específico, sostiene el vaticanista del diario La Stampa Marco Tosatti, al referirse al papa italiano.
Juan XXIII paso a la historia como el pontífice que convocó el gran Concilio Vaticano II (1962-1965), que abrió a la Iglesia al mundo para modernizarla. Fue una persona simple y de buen humor, una actitud parecida a la que mantiene actualmente su sucesor Francisco, primer papa latinoamericano y primer jesuita al frente del Vaticano. La canonización conjunta muestra, por un lado, la intención de Francisco de mantener el equilibrio entre dos figuras tan contrapuestas como “el agua y el aceite”, afirmó el experto en asuntos religiosos español Juan Bedoya.
Hostilidad en la Iglesia polaca
Esa decisión le valió a Francisco críticas indirectas de una parte de la Iglesia polaca, bastión del catolicismo en Europa, que ve con inquietud el interés del papa argentino por los problemas de los laicos y su abordaje de cuestiones sociales. El presidente de la conferencia episcopal polaca, Stanislaw Gadecki, reconoció recientemente que “poner en práctica el estilo del papa Francisco puede resultar difícil para nuestra Iglesia”, criticando el estilo directo y poco protocolar del pontífice que en 2013 sucedió al alemán Benedicto XVI (Joseph Ratzinger), quien renunció al cargo.
Miles de polacos viajarán a Italia con todo tipo de medios de transporte para asistir a la ceremonia solemne, aunque consideran en parte opacada por la canonización simultánea del “papa bueno”. La muerte de Juan Pablo II en abril de 2005 desencadenó el grito espontáneo de la muchedumbre reunida en la plaza de San Pedro para que fuera declarado “Santo Subito” (Santo ya). Para el fallecido cardenal Carlo Maria Martini, identificado como la cabeza pensante de los sectores progresistas de la iglesia, “no era necesario” canonizar a Juan Pablo II, según afirma en un libro el fundador de la Comunidad de San Egidio, Andrea Riccardi.
Juan Pablo II “ya era un hombre de Dios, no era necesario hacerlo santo”, aseguró Martini, quien había cuestionado la decisión de Juan Pablo II de no renunciar pese a su grave enfermedad, que el mundo entero siguió dramáticamente en directo.
La canonización del primer papa polaco de la historia se celebra en un plazo récord, aunque ha seguido todos los pasos exigidos por la Iglesia, entre ellos la demostración, según la Iglesia, de dos milagros, uno de ellos realizado el día de su beatificación, el 1 de mayo del 2011, con la cura inexplicable de la enfermedad de Parkinson a una mujer de Costa Rica. Los caminos de la santidad fueron muy distintos para los dos papas. “Uno era reformista, abierto y bonachón; el otro amaba el espectáculo (Karol Wojtyla fue de joven actor en Polonia) y era intransigente y enemigo del pensamiento teológico libre”, sostiene Bedoya.
La idea de una “Iglesia de los pobres”, que fue la propuesta estrella de Juan XXIII a través del Concilio Vaticano II, “fue un camino que no siguieron Juan Pablo II y Benedicto XVI”, sostiene en un artículo el renombrado teólogo progresista español Juan José Tamayo. Francisco, en su año de pontificado, volvió por su lado a tender algunos puentes con la Teología de la Liberación, que se había visto marginada en los tiempos de Juan Pablo II y de Benedicto XVI.
La doble canonización invita a apreciar y a venerar a dos modelos de religiosos, tanto por su modo de actuar como de pensar, pese a la rivalidad histórica entre sectores conservadores y progresistas en el seno de la Iglesia. Ironía de la historia, en el año 2000 Juan Pablo II beatificó (paso previo a la canonización) a Juan XXIII junto con Pío IX, que tuvieron trayectorias inversas. Mientras el llamado “papa bueno” pasó de ser un eclesiástico conservador a convertirse en el pontífice de la apertura, Pío IX (1846-1878), con una imagen inicial de liberal, se convirtió en el papa que rechazó el modernismo.
Juan XXII, el Papa Bueno
El 20 de diciembre de 1999 fue declarado venerable y el 3 de septiembre de 2000, beatificado por Juan Pablo II. Juan XXIII, conocido como el “papa bueno”, que convocó el Concilio Vaticano II y facilitó el acercamiento de la Iglesia católica con el mundo del siglo XX, será canonizado junto con Juan Pablo II el próximo 27 de abril.
Nació con el nombre de Angelo Giuseppe Roncalli, el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, Bérgamo, en el norte de Italia.
Su aportación fundamental a la Iglesia católica fue precisamente la proclamación del Concilio Vaticano II, el 21 de enero de 1959, solo dos meses después del inicio de su pontificado.
Con este concilio, que se celebró el 11 de octubre de 1962, instó a todos los obispos del mundo a promover la adaptación de la Iglesia a los nuevos tiempos y a decidir la forma de transmitir el mensaje de Dios con un lenguaje más comprensible para todos.
La reunión tuvo consecuencias en la forma en la que los católicos se relacionaban con la Iglesia, como la adaptación de la liturgia, que posteriormente dio paso a las lenguas vernáculas en lugar del latín. A los once años, Roncalli fue admitido en el seminario de Bérgamo, a pesar de que para matricularse en esta institución había que tener 14 años.
En 1901 amplió sus estudios teológicos en el Ateneo Pontificio de San Apolinar, en Roma, y, tras interrumpir su formación para realizar el servicio militar, se doctoró en Teología en 1903.En 1914, tras el estallido de la I Guerra Mundial, se incorporó al ejército ofreciendo su servicio primero en la pastoral sanitaria y desde 1916, como capellán militar, hasta 1918, cuando fue nombrado director espiritual del Seminario de Bérgamo.
En 1925, ostentó el título de arzobispo de Aerópolis (Bulgaria) y en 1935, el de delegado apostólico para Turquía y para Grecia, lo que le permitió iniciar un acercamiento de la Santa Sede con la Iglesia oriental.
El 23 de diciembre de 1944, Pío XII le nombró nuncio en París, donde reorganizó la estructura eclesiástica afectada por la guerra mundial durante ocho años.
Fue elegido papa el 28 de octubre de 1958 en sustitución de Pío XII y bajo el nombre de Juan XXIII, nombre que tomó por el apóstol Juan.Se le reconocen durante su pontificado la modernización de la vida en el Vaticano, el rejuvenecimiento del Colegio Cardenalicio y la intensificación de las relaciones diplomáticas del papado con los líderes políticos mundiales.
En diversos acercamientos, estableció relación con los mandatarios soviéticos y contribuyó a reducir la tensión entre comunistas y cristianos.
Además, creó una Comisión para la Unidad Cristiana con el fin de forjar lazos amistosos con las iglesias protestantes y ortodoxas. Publicó ocho encíclicas, la primera “Ad Petri Cathedram” (“La cátedra de Pedro”) , el 29 de junio de 1959, y la última, “Pacem in terris” (“La paz en la tierra”) , el 11 de abril de 1963.Juan XXIII falleció el 3 de junio de 1963 en su residencia en el Vaticano.
El 20 de diciembre de 1999 fue declarado venerable y el 3 de septiembre de 2000, beatificado por Juan Pablo II.Su nombramiento como beato se produjo después de que se reconociera la milagrosa curación de la religiosa italiana Caterina Capitano, que estuvo a punto de morir por una peritonitis aguda y que, según ella, tras encomendarse a Juan XXIII, consiguió sobrevivir.
Posteriormente, el 5 de julio de 2013, el Papa Francisco firmó el decreto que autoriza la santificación de Juan XXIII y el 30 de septiembre anunció que será canonizado junto a Juan Pablo II en la plaza de San Pedro del Vaticano este domingo 27 de abril.En este caso, su canonización será un proceso particular, pues Jorge Bergoglio elevará a Juan XXIII a los altares de santo a pesar de que no se ha certificado un segundo milagro, requisito que hasta ahora era exigido por la Iglesia.
Juan Pablo II, un Papa abierto al diálogo
El papa Juan Pablo II, beatificado el primero de mayo de 2011 y cuya canonización se producirá hoy, marcó el final del siglo XX al haber sido un pontífice abierto al diálogo y al mismo tiempo inflexible en temas morales, que contribuyó al derrumbe del comunismo.
El futuro santo de la Iglesia católica mantuvo durante todo su largo pontificado posturas morales conservadoras que le valieron en ocasiones las críticas de muchos fieles.
El primer Papa eslavo -el 264º pontífice que ocupó el trono de Pedro- fue beatificado por su sucesor, Benedicto XVI, y será canonizado por el argentino Francisco, el primer papa latinoamericano.
Elegido el 16 de octubre de 1978 como sucesor de Juan Pablo I, el Papa polaco falleció el 2 de abril del 2005 tras una larga enfermedad que el mundo entero siguió paso a paso.Karol Wojtyla nació en Wadowice, cerca de Cracovia (Polonia), el 18 de mayo de 1920 en una familia modesta. Su padre, Karol, aprendiz de sastre como su abuelo, fue llamado a las armas en 1900 por el ejército de ocupación austriaco y llegó a oficial en 1915.El joven Karol, quien tuvo que trabajar en una mina de sodio para ganarse la vida, prosiguió con tenacidad los estudios secundarios y universitarios.
Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la Alemania nazi ocupó su país, animó un grupo de teatro clandestino y terminó sus estudios de seminarista, ordenándose como sacerdote en 1946.Después de haber sido profesor de Teología, en 1964 fue nombrado obispo de Cracovia, y como tal participó en el Concilio Vaticano II. En 1967 llegó a cardenal.
Su pontificado pasó a la historia por los viajes apostólicos realizados en el mundo entero -104 fuera de Italia, visitando 129 países- y por haber renovado a la Iglesia Católica, tras la crisis posconciliar provocada por las reformas iniciadas con el Vaticano II y consideradas demasiado radicales por algunos.
Muy pronto impuso un estilo que contrastaba con los usos de la Curia Romana y se acercó a la gente, sin temer el contacto directo con los fieles.
El 13 de mayo de 1981 estuvo al borde la muerte, cuando el turco Ali Agca lo hirió de tres balas en el abdomen en plena Plaza de San Pedro del Vaticano.
A lo largo de su pontificado -uno de los más extensos de la historia de la Iglesia, al durar casi 27 años-, se pronunció por la paz y el entendimiento internacional, la defensa de los derechos humanos, la promoción de una gran Europa del Atlántico a los Montes Urales y la solidaridad entre el Norte y el Sur.
En sus numerosos discursos y ensayos también propició la reconciliación con los judíos y el diálogo con los musulmanes y con otras confesiones.
Asimismo pidió perdón por los errores y horrores cometidos por los católicos en el curso de los siglos, al tiempo que adoptaba una línea sumamente conservadora en temas relacionados con el control de la natalidad, el aborto y el divorcio.
Para ciertos sectores de la opinión pública, la principal sombra de su obra concierne su firme rechazo de los métodos anticonceptivos y del uso del preservativo en un mundo donde el sida se cobraba millones de víctimas. Esas posturas crearon incomprensión entre los propios feligreses católicos.
Actualmente, hay quienes le reprochan su falta de determinación y transparencia para tratar las denuncias de abusos de pedofilia por parte de responsables religiosos.
Algunos no le perdonan que no haya empleado contra los curas condenados por pedofilia, entre ellos el fundador de los Legionarios de Cristo, el mexicano Marcial Maciel, la misma intransigencia que aplicó a los sectores más progresistas de la Iglesia, como los representantes de la Teología de la Liberación latinoamericana, a quienes apartó sin titubear de la Iglesia.
Para contrarrestar los cuestionamientos de algunos teólogos, Juan Pablo II se apoyó en grupos ultraconservadores, que dieron a la Iglesia una imagen reaccionaria, como el Opus Dei y el movimiento neocatecumenal.
Popularidad
El beato Juan Pablo II, quien alcanzará la condición de santo a partir de hoy, fue quizás uno de los papas contemporáneos que se hizo más rápidamente popular.
Durante su pontificado de 27 años (1978-2005), Karol Wojtyla -ex actor políglota- viajó a un centenar de países para reunirse con gente común y corriente y transmitirles el mensaje cristiano.
Su comportamiento contrastaba con los hábitos de muchos papas anteriores, más bien distantes con los fieles. Juan Pablo II “rompía con las reglas del protocolo. Sus guardaespaldas solían vérselas en aprietos. Muchas veces se apartaba del trayecto programado e iba hacia la gente”, recuerda Pawel Boryszewski, sociólogo de la religión.
Tanto en su Polonia natal como en otros países católicos, sus admiradores celebran su canonización de diversas formas.
El efecto Wojtyla
Un atleta del norte de Polonia caminará 2.000 kilómetros para asistir a la canonización en el Vaticano, donde se espera a unos cinco millones de fieles. Un alemán de origen polaco compró y reparó el coche que había pertenecido de 1958 a 1977 al cardenal Karol Wojtyla y efectuará la peregrinación en ese vehículo.
En Filipinas, país asiático de mayoría católica, centenares de fieles visitaron ya una exposición de las reliquias del papa Juan Pablo II. “Estoy feliz. Ahora que he visto esas reliquias puedo morir”, declaró a la AFP Gene Suárez, una maestra jubilada de 67 años, en la pequeña capilla de Manila donde están expuestos los recuerdos mortuorios: mechas de sus cabellos y un pedazo de tejido manchado de sangre, que serán presentados en todo el país en los próximos meses.
En Irlanda, numerosos objetos con el rostro del papa se venden como pan caliente en los almacenes de souvenirs del Santuario de Knock, visitado por Juan Pablo II en 1979. “La gente busca objetos, recuerdos de Juan Pablo II como fotos o tarjetas de oración”, certifica Peg Carmody, dueño de uno de esos almacenes en Limerick.
La devoción no impide que muchos católicos admitan que la imagen de la Iglesia se haya visto empañada por los escándalos de curas pedófilos durante el pontificado de Juan Pablo II.
En Polonia, donde Juan Pablo II es objeto de una adoración inigualable. Sus compatriotas lo siguen considerando como un héroe nacional y como la máxima autoridad moral. Para los polacos, este primer papa no italiano en cuatro siglos sacudió los cimientos del régimen comunista.
Juan Pablo II también es recordado como el papa que renunció al boato de sus predecesores sin diferencias de credos. Y también permanece en las memorias como el pontífice que visitó en la cárcel al turco Alí Agca, quien había intentado asesinarlo en 1981.De Juan Pablo II “siempre emanó un gran humanismo, y tanto creyentes como no creyentes lo consideraron como una personalidad maravillosa”, destaca Halina Marciniak, una maestra que preside una asociación de 1.300 escuelas polacas bautizadas con el nombre del papa.
Los caminos hacia la canonización
Los papas Juan XXIII y Juan Pablo II subirán definitivamente a los altares de la Iglesia católica como santos hoy, tras un reglado proceso de canonización salpicado de diversas particularidades. Y es que los dos futuros santos están tan próximos en el tiempo que sus causas se entrelazan, hasta el punto de que el segundo de ellos, Karol Wojtyla, fue el encargado de decretar las “virtudes heroicas” y la beatificación de Angelo Roncalli. No obstante, ambos pontífices, cuya sencillez y carisma hicieron que tras su deceso se solicitara su beatificación por aclamación, han atravesado en los últimos años un complejo proceso de canonización, requisito sine qua non para ser santo católico.
La primera etapa de este proceso es ser reconocido Siervo del Señor y, para ello, los postuladores de la causa presentan a la Santa Sede un informe que, tras su examen, tiene que emitir el decreto Nihil Obstat. Con este se inicia oficialmente el proceso, al no haber impedimento alguno para que dé comienzo, y se nombra al protagonista Siervo del Señor.
La Santa Sede comenzó a estudiar el caso de ambos pontífices con celeridad. El proceso del “papa bueno”, como se conocía a Juan XXIII, comenzó en 1965, dos años después de morir, mientras que el del pontífice polaco empezó el mismo año de su fallecimiento, en el 2005, por deseo expreso de su sucesor, Benedicto XVI, quien eliminó el requisito canónico de esperar cinco años tras la muerte para iniciar la causa.
La siguiente etapa consiste en recibir el reconocimiento de sus “virtudes heroicas”, un título que les convierte en Venerables Siervos del Señor. Para que esto suceda, una comisión jurídica vaticana se reúne para estudiar la ortodoxia de los textos que publicaron en vida y para atender los testimonios de personas que los conocieron.
Acto seguido, el relator del proceso, nombrado por la Congregación para la Causa de los Santos, elabora un documento denominado ‘Positio’. Se trata de un compendio de los relatos y de los estudios llevados a cabo por la comisión y que, una vez aprobado por el pontífice, concede el título de Venerable, el segundo paso hacia la santidad.
Juan XXIII fue Venerable más de tres décadas después de su muerte, en 1999, mientras que Juan Pablo II obtuvo este título a los cuatro años de fallecer, en el 2009. Ya Venerables, el siguiente trámite es el de la beatificación. Ser beato o bienaventurado supone representar un modelo de vida para la comunidad y, además, implica que el beato tiene la capacidad de ejercer de intermediario entre los cristianos y Dios. Por esta razón, para alcanzar este grado, es imprescindible el testimonio de un milagro que se haya llevado a cabo gracias a la intercesión del Venerable.
Al papa italiano se le adjudicó en el 2000 la curación de la religiosa italiana Caterina Capitani, que estuvo a punto de morir por una perforación gástrica hemorrágica con fístula externa y peritonitis aguda y que, según ella, tras encomendarse a Juan XXIII, consiguió sobrevivir. A Wojtyla se le atribuyen cientos de milagros, aunque para su beatificación en el 2011 fue imprescindible el caso de la monja francesa Marie Simon Pierre, aquejada de Parkinson -la misma enfermedad que padecía el pontífice polaco- y cuya curación, de acuerdo con los médicos externos convocados por el Vaticano, “carece de explicación científica”.
Con la asignación de estos supuestos milagros realizados por intercesión divina de los pontífices, Juan XXIII y Juan Pablo II subían oficialmente a los altares como beatos de la Iglesia católica, el primero, en el 2000, y el segundo, en el 2011. Pero aún tendrían que afrontar el paso definitivo para la culminación de este complejo proceso. Se trata de la canonización, la meta, su proclamación como santos, para la cual es requisito imprescindible un nuevo milagro que debe producirse después de su nombramiento como beatos.
Es aquí donde se da otra de las particularidades que han caracterizado la causa de Roncalli y Wojtyla. Y es que, en el caso del italiano, el papa Francisco, en el 2013, decidió decretar su santidad, a pesar de que aún no se había certificado ese segundo milagro. No fue el caso de Wojtyla, quien intercedió, según la Iglesia, en la curación de una mujer costarricense aquejada de un grave aneurisma cerebral por el que los médicos le habían dado solo un mes de vida.
Esta mujer, Floribeth Mora Díaz, que participará en la ceremonia del 27 de abril, aseguró que escuchó la voz del papa polaco diciéndole “Levántate, no tengas miedo”, cuando se encontraba ingresada en un hospital y, tras estas palabras, comenzó su curación, inexplicable para la ciencia.
El próximo domingo el mundo será testigo de unas canonizaciones extraordinarias que darán a los católicos de todo el mundo dos nuevos santos a quienes venerar, dos hombres con los que aún hay generaciones que han convivido.