POSADAS. A veces uno no encuentra palabras para explicar cuando la solidaridad y el amor al prójimo se visten de pasión, garra, sacrificio y corazón, sin distinción de género, raza o posición económica.La emoción da paso a la razón y esta historia que PRIMERA EDICIÓN reflejó en sus páginas el pasado 9 de septiembre ya tiene un nuevo y conmovedor capítulo que merece ser contado y reflejado.La aldea guaraní Iviratí se encuentra a 50 kilómetros de San Vicente, en una zona selvática y de difícil acceso tras sortear el arroyo Soberbio. Le faltaba de todo, pero en especial a su aula satélite.Esta historia comenzó cuando el reconocido profesor, investigador y especialista en reptiles Amado Martínez, de Posadas, se contactó con el maestro Mauro Zukowski, que dicta clases en el aula satélite de la aldea Iviratí. “Nos gustan los ‘bichos’ con Mauro (por Zukowski) y siempre estamos en contacto. Hablando de la vida, un día me contó que estaba enseñando en una aldea aborigen y en qué condiciones y decidí ayudarlo”, relató Martínez acerca del comienzo de esta acción loable y digna de destacar.Rumbo a la aldeaAl tomar conocimiento de las condiciones en las que estaba el aula satélite, Amado y su esposa recolectaron donaciones de la gente en forma de ropas, alimentos, libros, cuadernos, alimento para perros y hasta un tanque de agua. Todo lo recaudado lo llevaron en persona, en su propio auto -el día del cumpleaños de Amado- hasta la aldea con la ayuda del maestro Mauro.La tarea no fue fácil: la comunidad mbya se encuentra a 50 kilómetros de San Vicente, en una zona selvática y de cerros. Además, el arroyo Soberbio se llevó el puente que comunicaba la escuela de la aldea con la civilización. Pese a estos inconvenientes, se las ingeniaron para hacer pasar las cosas y que lleguen a la escuela y la aldea Iviratí.Pero al llegar allí, Amado observó que sólo había un pizarrón: no había sillas ni mesas. Entonces se comprometió a conseguir ese mobiliario para los alumnos de la escuelita guaraní.Nueva visita, más alegríaA menos de un mes de esa promesa, Amado Martínez se movió con rapidez en Posadas y una vez más, con un grupo de colaboradores, el pasado fin de semana -en pleno inicio de la primavera- llegaron hasta la escuela de la aldea Iviratí con mesas, sillas, un escritorio, un armario, alimentos, ropas, útiles y medicamentos. El mobiliario fue donado por el Instituto Antonio Ruiz de Montoya y la Universidad Nacional de Misiones. Lo demás nació una vez más de la solidaridad de la gente común.Amado consiguió una camioneta 4×4 y un trailer para cargar lo recaudado, pero al llegar a orillas del arroyo Soberbio, y con el puente a medio construir tras su destrucción durante la última crecida se planteó el gran interrogante: ¿cómo pasar las mesas, sillas y todo lo recaudado?Nada los detuvoEl amor y la pasión volvieron a vestirse de “querer es poder” y, arriesgando sus propias vidas, Amado, Mauro, los padres de los pequeños guaraníes y los colaboradores llegados de Posadas cruzaron el puente cargando las cosas al mejor estilo de una película de Indiana Jones y luego recorrieron otros 800 metros a pie hasta el aula satélite.Al llegar, todo fue felicidad y emoción de ambas partes. Los pequeños estaban desbordantes con sus nuevos muebles, útiles, ropas, alimentos y calzados. Del lado de los posadeños, satisfacción y lágrimas por una verdadera aventura solidaria en su máxima expresión.
Discussion about this post