POSADAS. A horas de viajar hacia la ciudad de Córdoba a fin de recuperar su DNI, Manuel Antonio Manubens Calvet (61) celebró lo ordenado por la Sala 1 de la Cámara Federal de Casación Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que, además, revirtió la condena a tres años de prisión condicional que le había impuesto el Tribunal Oral Federal 2 de la capital cordobesa. El hombre recibió la noticia el viernes 28, sentado bajo la sombra del mismo paraíso, en su casa de Villa Cabello, donde ayer recibió a PRIMERA EDICIÓN. “La alegría fue tan grande. Agradecí a Dios y abracé a la familia”, dijo. “¿Cómo me hubiera sentido ante la sociedad, ante esta provincia que amo tanto, que me dio trabajo, familia, si esta gente a través de mentiras me hubiese encarcelado, si la corrupción que le apañaba o los que se prestaban, no importa el fuero, le hubieran dado ese gusto? Gracias a Dios no se les dio. Estaba muy sensible y ya no imaginaba esto, aunque me quedaba un poco de esperanza, mi fe en Dios, mi fe en San Miguel Arcángel y Santa Catalina, a la que fui a agradecer el domingo bajo la lluvia”, agregó, demostrando alivio y ansiedad al mismo tiempo. Confió que, por una falsa denuncia de los sobrinos de su padre, Román y Reginaldo Manubens Calvet, ante la Justicia Federal de Córdoba, “un juez ordenó retenerme el documento, me dejó con la Cédula Federal y con eso anduve”. Agregó que “siguió el proceso, entró a juicio, declararon los testigos, se hicieron algunas investigaciones y no pudieron probar absolutamente nada, porque nunca cometí fraude, nunca falsifiqué documentos, nunca inventé nada. Aquí los que tuvieron que ver fueron Juan Feliciano Manubens Calvet y Julia Valenzuela”, en alusión a sus padres.Sostuvo que “el Tribunal Oral Federal 2 de Córdoba quiso invalidar pero no pudo porque un magistrado falló a favor y dos en contra. Con esos votos fue a la Cámara Federal de Casación Penal. Siempre confié en la Justicia, sabía que iba a terminar así porque yo no hice nada y no soy y jamás he sido delincuente”. A su entender, la Cámara de Casación actuó con honorabilidad y seriedad. “Como argentino que no voté durante trece años, entiendo la falta que hacen en todos los rincones del país jueces como éstos, a los que ni siquiera conozco”. Emocionado, sosteniendo en sus manos pruebas para él irrefutables como lo son el testamento privado y el acta judicial, agregó que “me tuvieron chimbo y como un muerto civil durante trece años. La Justicia puso las cosas en su lugar. Esta Cámara es muy proba, honorable y no se prestó a la mentira. Así se cuida la democracia. No se cuida apañando a mentirosos y a gente que perjudica al prójimo porque no tiene los papelitos de colores para defenderse”.Seguro de sus palabras, hizo un repaso por todo el recorrido que debió transitar y las peripecias que debió atravesar desde que se inició el proceso e insistió en que “tengo las pruebas por las cuales digo que soy inocente, porque me absolvió la Cámara de Casación. Román y Reginaldo no tienen conciencia. Y todavía siguen desafiando, diciendo que van a apelar. Que lo hagan si tienen derecho. Lo que no tienen derecho es a mentir y acusarme de falsificador”.De ahora en más, “seguiré los pasos que la ley marca, nada fuera de ella. Lo que necesito es mi identidad, mi DNI, y ser un ciudadano libre en democracia, porque hasta ahora conmigo era una cháchara la democracia, porque hicieron una injusticia y me declararon muerto civil”, señaló, mientras recordó que la historia de su vida lo llevó a escenarios como el living de Susana Giménez y el programa de Lucho Avilés, y que la propia Isabel Sarli llegó a Posadas para entrevistarlo con intenciones de rodar una película que “creo se le va a cumplir”.“Anhelé siempre que esto se vaya puliendo y queden los jueces probos y decentes. Cuántos inocentes estarán en la cárcel como quisieron hacer conmigo”, resaltó este amante del chamamé que todos los domingos por Radio Estilo conduce un programa de cuatro horas de música litoraleña.“Lo que perseguía era mi identidad. Sabía que hablaban de millones, de fortunas, pero mi norte no estaba en ese lado. Yo quería saber mi origen, de dónde vengo, pero no a base de delinquir, de falsear ni salir a mentir, confabular a gente ni a magistrados, ni a nadie. No me crié en ese mundo de mentiras, el de los sobrinos que me acusan”, disparó Manubens Calvet, quien es padre de Juana, Ricardo, Luis y Anahí, tiene quince nietos y un bisnieto que se llama Juan Feliciano Manubens Calvet, como su bisabuelo. Mientras la vida sigue su curso, piensa en la segunda edición del libro que dará continuidad al escrito por Rolando Kegler con Ricardo Manuel Odziomek. Contó que hace veinte años recorrió los lugares donde vivió su padre. “Está todo abandonado, salvo la casa donde vive el administrador. Me dijeron que el resto alquilan”. Sobre la herencia, respondió que “eso van a arreglar los abogados. Yo solamente voy a ir diciendo la verdad. Si la ley dice que será mío, que se haga lo que la ley diga. Quiero mi identidad y la de mi familia, y que se haga justicia. El personal que trabajó con papá por 40 años declaró a favor mío. Dijeron que él no tenía contacto con los sobrinos”, a quienes, como está escrito, el tío le dejó de herencia un pico y una pala. Testamento privado“Ciudad de Villa Dolores, Córdoba, 21 de junio de 1966. El que suscribe: Juan Manubens Calvet -socio fundador continuador de Establecimientos y Obrajes Pinas SRL-, en rigor de las leyes vigentes, digo que reconozco como único HEREDERO a mi hijo Manuel Antonio Maidana de todos mis bienes, y ratifico la carta que he firmado el 15 de mayo de 1958, y he hecho esta carta testamento en caso de pérdida de la otra. No quisiera que mi “FORTUNA” sea manoseada por mis familiares con quienes no me une otra cosa que ser pariente. Este testamento privado tiene valor universal para que después de mi muerte se transfiera “campos-cultivos-ganaderías-casas-dineros-viñedos” al legítimo dueño que es mi hijo Manuel Antonio Maidana. Que la justicia actúe en caso de ver trabas o cualquier otro obstáculo. Que así se cumpla mi voluntad”. Debajo de la firma, se aclara que “Pinas” posee una superficie de 105.385 hectá
;reas con 49 kilómetros de línea ferrea. Las fotos que develaron el secretoManuel Antonio Manubens Calvet nació en 1953 y salió de la zona de los Esteros del Iberá, en Corrientes, a los 11 años, aunque reconoce que buscó su identidad desde los 8, “que es cuando uno empieza a acordarse”. Contó que su abuela nació y se crió en los Esteros y que su mamá trabajaba en las estancias de la zona, que eran muchas. Los patrones no querían tener a las empleadas con los hijos porque representaban una molestia, por lo que “la casa de mi abuela era como la guardería. Yo era el más chiquito. Ella nos criaba y los que iban creciendo salían a procurar ser alguien en la vida. Salí para aprender aunque más no sea a leer, sabiendo que los patrones le decían a mamá que solamente la firma tenían que saber hacer”.Agregó que “escuchaba que mis primos y mis medios hermanos tenían papá y me preguntaba cómo yo no. Cuando consulté a mi abuela, me hizo arrodillar sobre las raíces de un árbol. Es que para ella era delito y yo muy chico para preguntar esas cosas. Cuando cumplí los once, en 1964, mamá me trajo al pueblo de Ituzaingó. No hablaba en castellano, solamente guaraní. No conocía un pueblo, mucho menos Córdoba, no conocía un mapa. Hice silencio hasta que crecí un poco más”.Recordó a sus maestros de Ituzaingó: Elda Mosqueda, Víctor Oporto Leiva, Lilian Benítez, Osvaldo Esquivel (fallecido) y Luis Argentino Consiglio, actual director del Registro del Automotor.“Me conocieron de chico y sabían mi inquietud. A ellos recurrí cuando me enteré bien de dónde estaba mi origen, que no era en Corrientes. Es que mi padre venía a visitar a su amigo Luis Francisco Patri Cremonte, que también era terrateniente de entre 40 y 50 mil hectáreas. Lo hacía en avión y el piloto era Carlos Manuel Barberán, que también declaró en la causa”.“Una vez mamá me dijo que un día iba a saber todo, pero no quería hablar. Era una correntina cerrada y preguntar eso era como una falta de respeto, por más que yo ya era mayor. Un día estaba tomando mate con su pavita negra, en Villa Olivari, y mi hijo, que es policía, empezaba a caminar. El nene se paró y la miró de frente y ella dijo en guaraní mezclado con castellano: mirá que parecido a su abuelo Juan Feliciano, sin pronunciar el apellido. Insistí, le pregunté quién era, pero se levantó, tomó la pava y fue a la cocina. La seguí y me dijo que iba a buscar zapallos a la chacra. Le dije ‘ya abriste la boca’ y respondió: ‘Quise decir que era parecido al tío Alberto. Ya vas a saber todo con el tiempo’”. En otra ocasión le contó que tenía un baúl antiguo que cerraba con candado y llevaba la llave colgada al pecho o la cintura. “Un día tenes que venir porque puede haber algo que a vos te interesa. Y nunca fui a revisarlo, hasta que se murió, hace 28 años. Cuando llegué, estaba todo revuelto pero encontré una fotografía enorme de papá, un tipo pintón, alto, elegante, rompe corazones, y otra de mamá que me llevaba en brazos, autografiada con la firma larga de mi padre, en 1958”.
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