POSADAS. No existe cura para el dolor ni medicina para el alma. Como suele suceder, toca aprenderlo sin previo aviso. “Todos dicen que con el paso del tiempo el dolor disminuye, pero no es cierto. Uno aprende a convivir con ese dolor y con la ausencia”, dice Mónica (30), con la lección bien aprehendida en carne propia. En los últimos once años, ella y su familia buscaron un antídoto. Fue inútil.“Queremos que se haga justicia. Quizás eso nos haga regresar desde Misiones no tan tristes como cuando nos fuimos”, agrega emocionada desde el otro lado del teléfono. La hija de Jorge Oscar “Kuki” Barruffaldi toma la voz de la familia para pedir esa respuesta tan necesaria que se sigue haciendo esperar pero que podría comenzar a aparecer esta semana.El miércoles comenzará un nuevo capítulo para ellos. Y para la sociedad posadeña, que también sufrió el asesinato del precursor del pádel aquel lunes 30 de junio de 2003. Como PRIMERA EDICIÓN informó ayer, ese día comenzarán a ser juzgados Christian Marcelo Pacheco (41) y Damián Antonio Méndez (51), acusados de ser los “entregadores” del robo seguido de muerte.“Vamos a Misiones a buscar justicia por mi papá, necesitamos una respuesta. Queremos justicia”, repite desde Rosario Mónica Barruffaldi. La joven le contó a este diario las sensaciones que vive en las horas previas al juicio, recordó aquellos momentos de angustia y reiteró el pedido de una respuesta por su padre. “Si alguno de ellos puede verme a los ojos, espero que diga la verdad de lo que pasó”, sentenció sobre los imputados.La llamada que cambió todoAquella noche de 2003 Mónica ya vivía en Rosario. Tenía 19 años. Había dejado Posadas para estudiar Ingeniería en Sistemas y preparaba la cena junto a su madre, que casualmente estaba de visita, cuando recibieron la llamada que jamás esperaron.“Era mi cuñada y quería hablar con mamá. Tenía la voz entrecortada y enseguida supe que algo feo había pasado. Habían matado a papá en nuestra propia casa”, recuerda Mónica ahora, once años después, como si hubiese sido ayer.Horas antes, en Posadas, allegados de “Kuki” encendieron el alerta porque su amigo no aparecía por ningún lado y “Kuglas”, el complejo de canchas de pádel que tenía sobre la avenida Uruguay, permanecía sospechosamente cerrado ya entrado el día.Jorge Demaría, cuñado de Barruffaldi, le contó anteriormente a este medio cómo fue que llegó junto a otros conocidos a la vivienda de avenida Rademacher al 3.600 y descubrió lo peor: “Apenas entramos vimos la sala y, en el pasillo, un charco muy grande de sangre”.“Kuki” yacía muerto sobre su cama. Apareció atado de pies y manos, con un profundo golpe en la cabeza que le produjo hundimiento de cráneo y con un repasador en la garganta que le provocó una horrible muerte por asfixia.El crimen cambió la vida de la familia. Ni hablar de las muertes de Salvador y Rosa, los padres de la víctima, ni de Virginia, una de sus hermanas. Todos murieron de angustia y dolor.Tan joven, Mónica debió afrontar la situación y hacerse cargo de “Kuglas”, entre otras cosas. “La única alternativa era volver. Dejé mi carrera y estuve nueve años en Posadas. Fueron años muy difíciles”.En busca de una respuestaEn principio no había mayores datos sobre los autores del hecho. Hasta que de a poco la investigación comenzó a señalar primero a Pacheco, nada más y nada menos que un colaborador de confianza de “Kuki”, como uno de los presuntos “entregadores”.“En ‘Kuglas’ teníamos un policía que hacía de custodia mientras atendíamos. Él siempre me decía que actuara con precaución, porque el que había hecho esto seguramente iba a regresar”, recordó Mónica. “Como un mes después (Pacheco) apareció para buscar una paleta que le había dado a mi papá para que la mandara a arreglar. Me llamó la atención que estaba muy flaco y que cuando me hablaba no me miraba a la cara. Me dijo que se había ido a Brasil y que había estado muy enfermo. Lo encontré muy raro. Nunca más volvió”, rememoró.Todo quedó en evidencia una semana después, cuando la Policía finalmente detuvo a Pacheco. “Una persona tiró el dato de que él sabía y, según lo que nos enteramos, apenas la Policía llegó para allanar su casa, se quebró y contó todo lo que pasó”, explicó la hija de “Kuki”.Mónica recordó a Pacheco como “de la familia”, y dijo que su padre “le había dado mucha confianza. Él manejaba el auto de mi viejo, tenía la llave de casa y días antes había ido a buscar unas remeras”. Por eso el dolor de la familia entera, al suponer una presunta traición de parte del hombre.Tanto Pacheco como Méndez llegarán el miércoles a juicio acusados de “participación necesaria en el delito de robo con muerte resultante”. De la instrucción de la causa se desprende que el primero habría actuado de “entregador” y el segundo, como “organizador” del hecho, que fue llevado a cabo por “Sansón” y “El Rosarino”, los dos autores materiales de los que sólo se saben sus apodos hasta el día de hoy.Por eso, la esperanza de la familia Barruffaldi y de las autoridades es que en el debate oral y público surja algún dato que permita llegar a los homicidas. “Si alguno de ellos puede verme a los ojos, espero que diga la verdad de lo que pasó”, confiesa Mónica, que espera que el juicio sirva también para obtener algún detalle más sobre los asesinos de su padre.Quizás después del debate los Barruffaldi puedan encontrar algo de paz y alivio, que tanto buscan desde hace más de una década. “Mi papá está muy presente siempre, tanto en mi vida como en la de mi hermano. Todos dicen que con el tiempo el dolor disminuye, pero no es así. Uno aprende a convivir con ese dolor y con la ausencia. Lo recordamos por todo lo que nos dejó, por su corazón bueno. Gracias a él y a mi mamá nosotros no tenemos maldad. Él no tenía maldad. Y por eso, pese a todo, tratamos de seguir confiando, más a
llá de que a él la confianza le jugó una mala pasada”, dice Mónica, que cuenta con ansias los minutos de acá al miércoles.
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