POSADAS. La mujer toma aire antes de lanzar su verdad. “Después de lo de Javier, mi hijo, tanta muerte se pudo haber evitado. Pero era uno solo y nadie hizo caso. Se podían haber evitado las ocho muertes, pero ni la sociedad ni las autoridades prestaron la atención que se merecía el caso”, concluye. Se podría decir que Mabel Rivero es la primera luchadora del Paraná. En 2006 su hijo Javier murió mientras colocaba las boyas para la tradicional competencia. Fue la primera víctima que dejó el cruce del río. Cinco años después de la edición de 2010, en la que murieron ocho deportistas, Mabel reflexionó junto a PRIMERA EDICIÓN sobre la muerte de su hijo, que ocurrió cuatro años antes y que bien pudo abrir el camino para un cambio que nunca sucedió. Mabel no tiene dudas. Esa fue una advertencia que nadie supo escuchar.“Después de lo de Javier, se pudo haber evitado”, repite Mabel, quien agrega entonces que desde aquel incidente fatal “la Confederación Argentina de Aguas Abiertas le suspendió la licencia a la Asociación Mercosur, pero igualmente continuaron organizando la prueba hasta que en 2010 hubo ocho muertes”.Aquel hecho sucedió alrededor de las 12.30 del domingo 2 de abril de 2006 en la zona conocida en su momento como El Brete. Hasta ese lugar Javier Bucek (21), estudiante de genética, había llegado junto a un conocido para colocar las boyas que indicarían el lugar de llegada de los nadadores. La prueba se realizaría en los días siguientes.Nunca se supo del todo qué fue lo que sucedió, aunque todo indica que Javier cayó al agua y se enredó con las sogas que utilizaría para el boyado. Fue la primera víctima que dejó la organización de la prueba de cruce a nado del Paraná. “Todo sucedió cerca del mediodía, pero yo recién me enteré a eso de las 18, cuando vino a buscarme el de la funeraria. Nadie tuvo siquiera la delicadeza de avisarme lo que había pasado”, recuerda Rivero.Pese al dolor, Mabel no bajó los brazos y siguió los consejos de sus más cercanos. “Me dijeron que entierre a mi hijo y que luego empezara a moverme, que buscara testigos y pruebas. Y eso fue lo que hice. No fue fácil, porque era uno solo y el hijo de una desconocida. Pocos hablaron del tema”, dice la mujer con emoción.Mabel y su familia iniciaron así el camino en la Justicia Federal Civil, que el 29 de julio de 2013 resolvió finalmente repartir un 60% de la responsabilidad del hecho entre la Prefectura Naval Argentina, la Municipalidad de Posadas, la Confederación Argentina de Aguas Abiertas y la Asociación Mercosur de Aguas Abiertas. El restante 40% de responsabilidad le cabía a la víctima.Rivero enseguida cuestionó aquel primer fallo y decidió apelar. “Apuntamos a la Prefectura, porque si bien no era competencia de ellos colocar las boyas, sí tenían la obligación de custodiar a quienes lo hicieran”, contó. El 31 de octubre del año pasado la Justicia finalmente le dio la razón: la Cámara de Apelaciones Federal rechazó el primer fallo y sentenció a que los señalados se hagan responsables del 100% de esa responsabilidad.“Para mí fue una satisfacción muy grande en lo personal y afectivo, porque significó que la lucha de tantos años valió la pena”, señaló la entrevistada.No obstante, más allá de lo judicial, el dolor sigue presente en la vida de Mabel por la pérdida de su hijo. Y volvió a materializarse el 16 de enero de 2010, cuando perdieron la vida los ocho deportistas que participaban de la 80ª edición del cruce del Paraná.“Cuando todo eso pasó no quería que me llamen, estuve muy pendiente de la búsqueda y todo eso. Fue como un rompecabezas y esa trágica historia volvió a pasar por mis ojos. Yo no tuve esa parte de la búsqueda y ahí recién pude cerrar esa parte con ellos”, admite Mabel, quien acompañó a los familiares de las ocho víctimas en el juicio oral y público que acabó con condenas de cuatro años para Jorge Lezcano (44), encargado de PNA en Posadas al momento del hecho, y de tres y medio para Hugo Alfonso (36), presidente de la Asociación Mercosur y organizador de la competencia.“Fui a acompañarlos y también a cerrar una parte de mi historia. Mi mensaje para ellos fue desde el principio que buscaran justicia más allá de todo”, dice Mabel, conmovida también por esas ocho vidas que se perdieron en el Paraná. Las de Luis Saide (56), Víctor Sessa (36), Fernando Solé Masés (12), Sebastián Ruzecki (19), Nicolás Levequi (14), Eugenio Seró (59), Mauro Bacigalupi (28) y Manuel Leiva (57).Rivero repite: “Se pudo haber evitado, pero nadie hizo caso”. Aún recuerda como si fuera ayer a Javier, su hijo, que el pasado 12 de diciembre hubiese cumplido 30 años. “Quizás ya sería licenciado en genética, no sé. Todos los días se lo recuerda de una manera especial”, reconoce la primera madre de la Tragedia del Paraná. Después de la condena, el primer aniversarioSe cumple hoy el quinto aniversario del cruce que se cobró la vida de ocho deportistas, aunque el primero desde que la causa tiene condena.El episodio ocurrió el sábado 16 de enero de 2010 alrededor de las 10.20 en momentos en que se desarrollaba la 80ª edición del Cruce del Paraná a nado, entre el puerto de Pacú Cuá (Encarnación) y el Instituto del Seguro (Posadas).Debido al poder de succión de varias barcazas sojeras amarradas en medio del río, los nadadores fueron arrastrados por la corriente. Ocho de ellos desaparecieron de la superficie y sus cuerpos fueron encontrados en los días siguientes.Las familias iniciaron entonces una larga lucha por justicia que terminó el 19 de diciembre del año pasado, una vez que el Tribunal Oral en lo Criminal Federal condenó a cuatro años a Jorge Antonio Lezcano (44), en su momento jefe de la Prefectura en Posadas, y a tres y medio a Hugo Alberto “Tyson” Alfonso (36), presidente de la Asociación Mercosur de Aguas Abiertas, entidad que había organizado la competencia.
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