POSADAS. Visiblemente descansado del trajín y el calor agobiante, el doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales y exministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación ingresa a uno de los salones del Instituto Gastón Dachary, donde el pasado viernes recibió el título honorífico de Doctor Honoris Causa, la máxima distinción que otorga la primera universidad privada de Misiones.Raúl Eugenio Zaffaroni, destacado jurista, docente e investigador, reconocido por su labor en ámbitos de la Justicia nacional e internacional, advierte que prefiere que lo llamen Raúl, ni doctor ni profesor. Su afabilidad relaja la tensión de estar frente a uno de los máximos referentes mundiales del Derecho Penal.Serán poco más de 25 minutos de diálogo a solas. Diversas reflexiones sobre violencia y narcotráfico, sistemas penales, garantismo, medios y Nisman componen la siguiente entrevista.En varios de sus últimos discursos y artículos repite dos conceptos llamativos, “autoritarismo cool” y “prisionización”… ¿de qué se trata?Con esos conceptos me refiero a movimientos tremendamente potenciados por medios masivos concentrados de incitación a la venganza, se trata de un movimiento vindicativo. Lo que busca fundamentalmente es la represivización de nuestras sociedades. Es un fenómeno mundial que se explica claramente viendo lo que se juega en este momento.Hoy no existe en el mundo una dicotomía entre socializar los medios de producción o apostar al capitalismo. Hoy en el mundo impera un capitalismo productivo más o menos razonable con los intereses de un capitalismo transnacional financiero de por medio.¿Qué oculta el sistema al que alude?Detrás de esto hay dos modelos de sociedad, uno que más o menos trata de acortar un poco las distancias, disminuir las desigualdades, una sociedad que se desarrolla en medio de un capitalismo de producción más o menos razonable. Y, por otra parte, un modelo de sociedad 30-70, un 30% de incluidos y un 70% de excluidos. Naturalmente que para tener un modelo de sociedad 30-70 necesariamente hay que contener de alguna manera a ese 70, y se piensa que para eso debe existir un fuerte aparato represivo.En ese contexto, ¿qué papel cumplen los medios como constructores de la realidad?Aquí es necesario hacer una diferenciación. Una cosa son los medios como el que usted representa y que cumplen una labor determinada en una sociedad determinada. Otra cosa muy distinta son los medios masivos concentrados que no sólo están al servicio de ese capital financiero transnacional, sino que directamente son parte del mismo dado el volumen de capital que manejan.A esos medios los veo muy jugados construyendo esa realidad que describí en la respuesta anterior. Y esa realidad en América Latina es problemática por lo siguiente: nuestra región es campeona de algunos índices y uno es el de violencia. De los 23 países que releva Naciones Unidas que superan el 20 por 100.000 de homicidios anuales, 18 están en América Latina y el Caribe y cinco están en África. Esos índices son muy altos.En países como México cuyas cifras de muertos no son confiables, donde calcular el número de desaparecidos es imposible y donde la violencia ya está instalada, esa realidad le resulta funcional a la sociedad 30-70 porque la forma de controlar a esos 70 excluidos no es la previsional.Hay quien cree que eso se soluciona rodeando las favelas o villas miserias con tanques de guerra. Sin embargo, por más que exista una letalidad policial alta, lo cierto es que así se fomentan todas las contradicciones entre criminalizados, victimizados y politizados que pertenecen a los propios sectores excluidos o a la tasas recién incorporadas a la clase media. Y mientras esas administraciones se ponen de acuerdo, se siguen matando “negros” y pareciera que cuantos menos “negros” haya es mejor.Esa es la realidad, y el papel de los medios masivos concentrados en ese contexto, lo vemos cuando dicen: “Estamos mejor porque el número de muertos ya no crece”. Entonces, sucede que en los países donde existe esa violencia funcional la normalizan o la minimizan, y en los que no se da esa realidad, se crea una más violenta de la que existe, que es lo que nos pasa a nosotros.Nosotros, junto a Chile y Uruguay, nos estamos salvando. Y esto sucede porque en gran medida estamos fuera de la ruta de la cocaína, no somos un país altamente productor. Al circuito narco no le conviene incluir a la Argentina en la triangulación, que es más barata hacerla por el Caribe. Aquí no se produce tanta cocaína como se dice simplemente porque la materia prima no es voluminosa. Nadie puede pasar por nuestras fronteras 20 mil kilos de coca. Todo eso hace que nos salvemos, pero cuidado, Argentina, en un cálculo pesimista, podría llegar a tener una tasa de poco más de 6 por 100.000 de homicidios anuales.Con todo, es necesario diferenciar los tipos de violencia. Una cosa es la violencia que se da en México donde se busca alcanzar y ganar el mercado norteamericano. Y otra es la que se da en Brasil, que es una violencia por distribuir la cocaína en la propia clase media brasileña que es mucho más fuerte que la nuestra y en donde se da un proceso más intenso de favelización que en la nuestra. Pero ojo, en la Ciudad de Buenos Aires vemos un Brasil chiquito. En la Ciudad de Buenos Aires tenemos un índice bajo de homicidios. En nuestras villas sube a 13,6% y en el resto de la ciudad están en 2,5%. Y en el medio hay un 42% de homicidios no esclarecidos y son los que se producen en las villas. Con esto quiero decir que pareciera que hay víctimas de primera y de segunda. Y la violencia en la villa se da en gran medida por la distribución de zonas. Eso chiquito que sucede en Buenos Aires lo vemos con una amplificación absoluta en Brasil.A propósito de la violencia asociada al narcotráfico, existe una avanzada de expresidentes americanos tendiente a cambiar el enfoque sobre la llamada “lucha contra las drogas”. Esa tendencia habla de la legalización…Nunca formé parte de la “liga de la legalización” porque me sorprenderían los compañeros (risas). Qué haría yo con los alumnitos de Milton Friedman (se refiere a los expresidentes que impulsan la “legalización” y que durante sus gobierno aplicaron las doctrinas de Friedman, un economista e intelectual estadounidense de origen judío defensor del libre mercado).Naturalmente que hay que cambiar las políticas al respecto. Es cierto que el previsionismo falló en este sentido ¿Cuántos años hubiera necesitado México para tener 120.000 muertos en cinco años por sobredosis de cocaína? Calculo que más o menos 500 años considerando que las muertes por sobredosis, en gran medida, se producen porque
el consumidor no tiene idea de la calidad del producto que está consumiendo, no sabe el grado de pureza y de repente se pasa y se descerebra. Es evidente que esto ya no es una cuestión de salud. Por el volumen que alcanzó ya se convirtió en una cuestión económica.La legalización entonces tiene varias preguntas que no puedo responder. No sé cuál es el efecto que tendría sobre los países productores. No puedo saber si una caída vertical abrupta del precio puede generar una situación de desempleo. Qué pasaría entonces con los sectores que estarían involucrados en la producción legal. No sé dónde irían a parar las mafias actuales que están en el narcotráfico.Y no sabría qué efectos tendrían esas medidas sobre la economía mundial teniendo en cuenta la inyección de miles de millones de dólares que entrarían a formar parte del todo. No sé si eso no tendría un efecto recesivo sobre la economía mundial. Está claro que es necesario cambiar la política actual sobre este tema, pero es más necesario sentarse a hablar claro.Aún cuando describe distintos tipos de violencia según los países, pareciera que el problema es una cuestión regional, latinoamericana. En ese sentido, ¿es posible hablar de un sistema penal adaptado a las necesidades latinoamericanas?No existe, en realidad lo que va pasando es que el embate de los medios masivos concentrados asusta a los políticos y a los jueces, entonces las agendas sobre política criminal, las agendas de legislación penal están condicionadas a lo que marcan esos medios masivos concentrados y se hacen cosas absurdas.Bajo ese cuadro en América Latina seguimos teniendo las mismas características un poco agravadas, seguimos teniendo un elevado número de presos sin condena, producto de retrógradas normas procesales que están más hechas para la tribuna. Todo esto es dramático. Uno de sus efectos es el deterioro de la institución policial. A algunos se les ocurrió meter adentro a las fuerzas armadas, lo cual produjo un deterioro de esas mismas fuerzas armadas, un desastre que afecta a la defensa nacional.Y por encima de todo tenemos a Estados Unidos que, a través de su política exterior, intenta de alguna manera que tengamos menos policías o policías centralizadas, cuando ellos tienen 2.400. Siempre digo que tenemos que hacer lo que hace Estados Unidos y no lo que ellos dicen.Ya fuera de la Corte…A Dios gracias (risas).¿Qué hacer con las vacantes luego de su salida y el fallecimiento de dos ministros (Carmen Argibay y Enrique Petracchi)?Lo normal es que la Corte tenga los ministros que la ley establece.¿Qué cambios de fondo impulsa el proyecto de reforma del Código Penal?No es nada innovador, simplemente apunta a ordenar lo que hay y hacerlo racional. No es una revolución este proyecto. Seguirán vigentes una cantidad de cosas con las que no estoy de acuerdo, pero no creo que el poder político quiera derogar cosas que sancionó hace un rato. Se manejan los mismos tipos penales. Se equilibran un poco más las penas. Se intenta equilibrar las penas en cuanto a jerarquía de bienes jurídicos.Más bien es un proyecto conservador. Siempre digo que muchas veces lo mejor es enemigo de lo bueno. Si yo fuera libre de hacer lo que me gustaría, seguramente haría otra cosa con este proyecto. Pero ante la multiplicidad de opiniones se intenta lograr un consenso y con este proyecto nuestro Código se volvería más racional. La anarquía que tenemos con el actual es sumamente peligrosa.Pensemos que no sabemos cuánto es el máximo de la pena privativa de libertad de la prisión en el Código nuestro. Tenemos en la ley dos clases de pena privativa de libertad, la prisión y la reclusión y la reclusión no existe más desde hace décadas y son cosas que hay que aprolijar. No saber cuál es el máximo de la pena de prisión es preocupante. Cómo calculamos la escala en un caso concreto. Hay gente que dice que son 50 años, otros 30 y otros 75. Bajo ese cuadro está afectado el principio de legalidad de las penas.A la vuelta de estos últimos meses se advierte una escalada entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial… ¿Qué es lo real, la judicialización de la política o la politización de lo judicial?Sin dudas, lo que sucede es la segunda hipótesis que usted plantea. Existe una avanzada claramente desestabilizadora. Creo que hay ciertos privilegios por parte de la Justicia Federal penal, fundamentalmente de Buenos Aires, que quiere defender sus privilegios. Hay otros sectores ideológicamente opositores, partidistas.Se perdió toda prudencia y el resultado final lo conozco, la Justicia va a terminar con un enorme desprestigio, lo que deja abierta la posibilidad de que en algún momento alguien haga con la Justicia lo que le dé la gana.También es cierto que no todo el Poder Judicial está partidizado. La mayor parte de los jueces no se mete en esto, y quizás su pecado sea, justamente, no meterse. Desgraciadamente entiendo que a la larga el desprestigio de una minoría partidizada va a caer sobre todo los jueces, eso es institucionalmente peligroso. No olvidemos que la Revolución Francesa se hizo no solo contra Versalles sino también contra el Poder Judicial francés del antiguo régimen.¿Leyó la denuncia del fiscal Alberto Nisman?Sí, la leí.¿Qué grado de congruencia hay entre lo denunciado y lo real?Antes que nada déjeme decirle que no puedo dar ninguna hipótesis, basta con que yo me ponga a decir más pavadas y confundir aún más a la gente. Pero hay cosas muy raras.Yo no lo conocía, pero Nisman era un funcionario judicial antiguo, con muchos años de práctica y experiencia, tenía oficio.Un día, algo raro le hace cortar su viaje por Europa y venir al país. Antes de que pasaran 48 horas de su retorno, firma un escrito absolutamente estrafalario que claramente no lo hizo él.En ese escrito hay cuatro o cinco manos diferentes, un lenguaje que no es jurídico, un caos donde se apuntan cosas que dijeron distintas personas, frases que se cortan y pegan en la computadora. Es un disparate jurídico no ya por lo argumentado, sino porque carece hasta de argumentos.Para alguien que trabaja de esto existe una estructura, un orden y en este escrito está todo en otro lugar, todo mezclado como si en una casa estuvieran todos los muebles mezclados y además faltan algunos muebles, es como si en un dormitorio hay cinco mesitas de luz y falta la cama. Eso es algo que no hizo un abogado y mucho menos un jurista, un fiscal o alguien con oficio.Su contenido es delirante, una idea fija que se vuelve delirante.También es llamativo que todo lo que sea la posibilidad, la mera posibilidad de poner en duda la versión de la unidad fiscal que dirigía Nisman e i
ncluso la mera posibilidad de remover a Nisman de la jefatura de esa unidad era parte de un plan criminal y de una confabulación.Y vuelvo al principio. Por qué un fiscal con experiencia y oficio viene y firma eso y poco después aparece con un balazo en la cabeza. No me pregunte una hipótesis, pero el hecho es ese. El dato es objetivo, cualquier persona que tenga algún trato con el trabajo del Poder Judicial lee ese escrito y le dirá lo mismo que yo. Hoja de rutaNacido en Buenos Aires el 7 de enero de 1940, Zaffaroni se graduó en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires en 1962 y obtuvo su doctorado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad Nacional del Litoral en 1964.Sus primeros pasos en la administración de justicia se dieron en San Luis y en Capital Federal. Desde entonces su carrera estuvo plagada de antecedentes internacionales entre los que se destacan haber integrado el Comité Científico de la Asociación Internacional de Derecho Penal; la dirección general del Instituto Latinoamericano de Prevención del Delito de las Naciones Unidas; y la coordinación del Programa de Sistemas Penales y Derechos Humanos del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, entre otros.A lo largo de su carrera recibió incontables distinciones internacionales. Zaffaroni fue distinguido por ser pionero en la explicación del genocidio cometido por el último gobierno de facto de Argentina sobre la base de la teoría criminológica.Además, es Doctor Honoris Causa en más de veinte universidades de Sudamérica y Europa. Tras más de una década como ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, dejó el cargo a fines de diciembre de 2014.
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