POSADAS. Asientos confortables, música, ambiente climatizado, buena iluminación, espacio para compartir con la familia y amigos, lugar para poder guardar cosas. Así, muy parecido al living de una casa es un automóvil de los que se fabrican en esta época. El auto puede ser considerado un apéndice de la casa: es un espacio cerrado que nos preserva del exterior dentro del cual viajamos cómodamente llevando nuestras pertenencias y a nuestra familia. Los vidrios -y aún más los polarizados- marcan una frontera entre este pequeño mundo interior y privado, y el mundo de afuera, el espacio público, las calles y rutas. A bordo del auto “la cotidianeidad privada cobra las dimensiones del mundo”. En otras palabras: el lugar del auto es cualquier lugar al que el auto pueda llegar, explicaba hace casi cincuenta años el filósofo Francés Jean Baudrillard (1929-2007) en su libro “El sistema de los objetos”.Esta especie de habitación sobre ruedas en la cual nos trasladamos a diario es también “una morada, pero excepcional”, describe porque “es una esfera cerrada, de intimidad, pero liberada de los constreñimientos habituales de la intimidad, dotada de una intensa libertad formal, de una funcionalidad vertiginosa”, explica y añade que en el auto se produce una combinación extraordinaria: tener la sensación de estar en casa pero a cada momento encontrarse cada vez más lejos de esa casa.“La intimidad del auto es la del metabolismo acelerado del tiempo y del espacio, y es, a la vez, el lugar siempre posible del accidente en el que culmina en un azar, una posibilidad jamás realizada tal vez, pero siempre imaginada, siempre involuntariamente asumida de antemano”, advierte haciendo referencia a los riesgos del avance veloz del auto.La euforia de la velocidad“El desplazamiento es una necesidad y la velocidad es un placer. La posesión de un auto es todavía más que una especie de cédula de ciudadanía. ¿El que le quiten a uno esta licencia de conducir no es hoy una suerte de excomunión, de castración social?”, reflexiona.El auto transforma la materia espacio-tiempo, afirma. “El movimiento, por sí solo, es constitutivo de una determinada dicha, pero la euforia mecánica de la velocidad es otra cosa: está fundada en lo imaginario, en el milagro del desplazamiento. La movilidad sin esfuerzo constituye una especie de dicha real, de suspenso de la existencia y de irresponsabilidad. La velocidad tiene como efecto, al integrar el espacio-tiempo, reducir el mundo a dos dimensiones, a una imagen y a una contemplación. Más allá de cien kilómetros por hora hay presunción de eternidad (de neurosis, también, quizá). Esta seguridad de un más allá o de un más acá del mundo es el alimento de la euforia por el automóvil, que nada tiene de un tono activo: es una satisfacción pasiva, pero cuya decoración cambia continuamente”.El auto y el dominio del espacioMás allá de su valor utilitario como medio de transporte, Baudrillard señala el “valor erótico del automóvil o de la velocidad” y explica que “la movilidad del auto favorece la relación erótica” proporcionada por el auto o por su función: la velocidad.Entonces el dominio del espacio a bordo del auto se transforma en ejercicio del poder, en una proyección narcisista, sostiene el filósofo abriendo algunos puntos de partida para el análisis del tránsito desde una perspectiva cultural donde la gran parte de las tragedias e inconvenientes en la vía pública tienen origen en el valor y los significados sociales que se le dan a este objeto. Parece un living pero no lo esPor Lara [email protected] desarrollo de la tecnología automotriz junto con el pavimento, liso y uniforme han logrado generar, dentro del auto la ilusión de reposo. Podemos estar viajando a más de 150 kilómetros por hora y el auto nos da la sensación de estar detenido, como si el paisaje que se mueve velozmente fuera una película que vemos en televisión mientras descansamos en nuestro living. Pero no es así. Estamos en movimiento y por ende, seamos o no conscientes de ellas, las leyes de la física, las leyes del movimiento nos gobiernan. Esto es: ante una mala maniobra, un perro que se cruza, un desperfecto en una cubierta, desencadenará sin dudas, un trompo, un derrape, una tragedia con muertos y heridos.Y justamente porque las leyes de la física nos gobiernan, las normas de tránsito, estos códigos y recomendaciones acuñados por el Estado, deben ser acatados a rajatabla, justamente porque a lo que apuntan es a evitar que los efectos de la velocidad acaben con nuestras vidas y las de quienes tienen la mala suerte de cruzarse en nuestro camino. Por eso, usar el cinturón. Por eso, no beber antes ni durante un viaje. Por eso, respetar las velocidades máximas y manejar a la defensiva.
Discussion about this post