POSADAS. Llegó al Liceo Naval Almirante Storni con apenas 13 años. Hoy, con 32, vuelve a pisar los mismos pasillos que recorrió en aquella época, los mismos patios y las mismas aulas. Esta vez con un largo camino por debajo de las suelas y un par de recorridos por el mundo. El Teniente de Fragata, Nicolás Suárez, es obereño de nacimiento y posadeño por adopción. Su nombre está asociado al mejor promedio en la historia del Liceo y, después de haber tomado otros rumbos, su carrera militar lo trajo de nuevo a Posadas, el lugar donde todo comenzó.Su romance con el Liceo se inició cuando aún era un estudiante de la Escuela Normal Superior 4 “Nicolás Avellaneda” de Oberá. Hasta allí habían llegado jóvenes del Storni a promocionar su institución, y los uniformes, entre otras cosas, deslumbraron a Nicolás que, una vez finalizada la primaria le avisó a su mamá que se venía a Posadas a estudiar.“Los primeros años viajaba todos los fines de semana a Oberá, pero mi hermana vivía en Posadas, así que desde los 13 años me hice posadeño”, relató a PRIMERA EDICIÓN. En aquel momento sólo había cadetes internos: “Permanecíamos de lunes a viernes con una salida de franco los miércoles”, aseguró. Así pasaron cinco años entre libros, clases de deportes y salidas transitorias. “Me recibí en el 2000 con el mejor promedio”, confirmó Suárez que si bien no recuerda el número exacto de su promedio final, tiene marcado el 9,98 que alcanzó en alguno de los trimestres. “Ese fue uno de los promedios más altos de la historia del Liceo, que tiene 40 años”. Nicolás dijo que el secreto detrás de ese 9,98 no es pasarse horas y horas detrás de las páginas de un libro, basta con ser responsable. “En el Liceo se inculca mucho la responsabilidad y el aprovechamiento del tiempo. Yo cumplía con lo que tenía que hacer y estudiaba. En el Liceo la exigencia académica es alta, hay un cuerpo de profesores muy prestigioso y hay actividades académicas durante la mañana y deportivas a la tarde, es una educación integral porque se busca la excelencia en la formación. Acá la conducta es una materia más. Uno puede ser un excelente alumno pero si es malo en conducta, no cumple con los requisitos”, señaló.El premio al mejor promedioEgresó como Guardiamarina de la Reserva Naval, no tenía muy decidido seguir con la carrera militar. Es más, se inscribió en “Administración de empresas” de la Universidad Nacional del Nordeste y, esta vez, se tomó un colectivo que lo llevó a Resistencia, Chaco. Pero estaba latente una invitación para recorrer el mundo en la Fragata Libertad, gracias a ese 9,98 de su analítico. “En ese entonces, se premiaba al mejor promedio entre el Liceo Almirante Brown que está en Buenos Aires y el Storni en Posadas, que son los dos liceos navales que hay actualmente en el país. El mejor entre los dos se iba como invitado a hacer el viaje de instrucción en la Fragata Libertad, que es el buque escuela de la Armada Argentina. Me preguntaron si quería ir y obviamente dije que sí, fue una experiencia única”, recordó.La vuelta al mundo en siete mesesA principios del 2002, Nicolás estaba listo para embarcar. Una vez levadas las anclas, comenzó el largo viaje que incluyó en su itinerario a Brasil, Puerto Rico y Estados Unidos. “Después cruzamos el océano Atlántico y llegamos a Francia, Alemania, España, Holanda, Bélgica e Inglaterra y volvimos por el Sur, fuimos al norte de Brasil y después Ushuaia, Puerto Madryn y Buenos Aires. Fueron alrededor de siete meses donde vi el acervo cultural de cada país. En cada puerto realizamos visitas turísticas, culturales y diplomáticas. La Fragata es la embajadora argentina en el mar, su cubierta es tierra argentina. A los lugares donde va lo recibe el embajador, las autoridades militares del país y hay recepciones”. A la vuelta, Nicolás comenzó a ver con mejores ojos la vida dentro de la Armada Argentina. De igual manera continuó con Administración durante el 2003 y 2004 hasta que dejó. “En el 2005 ingresé a la Escuela Naval en Río Santiago, cerca de la ciudad de La Plata. El régimen era similar al Liceo sólo que no había salida los miércoles, era de lunes a viernes con otro tipo de formación porque uno egresa como Guardiamarina del Comando Naval y ya abraza la carrera de las armas. La duración es de cinco años, cuatro en ese lugar y un quinto en La Fragata. Entonces, para el 2009 estaba embarcado de nuevo”, explicó Suárez. Otra vez en alta mar“La segunda vez fue diferente. Había transitado la instrucción de los cuatro años de Escuela Naval y en ese viaje uno es constantemente evaluado, trabaja en instrucción pero con exámenes. Es más, hay un examen final cuando termina el itinerario y hasta ese día uno no sabe si se recibe de Oficial. El quinto año embarcado tiene materias académicas, porque arriba de La Fragata Libertad se dan clases, se pone en práctica a bordo todo lo que se aprende en la Escuela: cómo desenvolverse en una guardia, aprender maniobras con otros barcos, procedimientos y mecanismos que se realizan en la entrada a un puerto. Se hace hincapié en la seguridad náutica, poder estar a cargo de un buque con gente, capacitado para llevarlo con seguridad”, relató.Fue un viaje con suerte, porque se repitieron muy pocos puertos y Nicolás tuvo la oportunidad de conocer otras ciudades. “Si la primera vez habíamos ido al puerto de Londres, la segunda vez fuimos a Irlanda; la primera vez fuimos a Nueva York, la segunda a Boston; la primero había ido a Puerto Rico y la segunda a República Dominicana. Fue suerte porque los itinerarios cambian todos los años”, relató.Aseguró que “el primer viaje fue bastante turístico, yo cumplía una función mínima, me acoplaba a las actividades que hacían los guardiamarina pero no era evaluado”. La vida después de La FragataUna vez terminado el viaje de instrucción, se egresa como Guardiamarina de la Armada Argentina. “Si cumple con todos los requisitos se recibe en la Escuela Naval y después hay una ceremonia conjunta en el Colegio Militar, es ahí donde nos entregan la espada”. En ese momento comienza la carrera: Guardiamarina es la primera jerarquía de oficial y de ahí en más, se los manda a algún destino de la Armada ar
gentina. Los posibles son las bases navales ubicadas en Puerto Belgrano, Mar Del Plata; en Buenos Aires Capital, en Dársena Norte y en Ushuaia. “En toda la carrera podemos llegar a pasar por diferentes destinos y el Liceo es uno”. Pero para la vuelta aún faltaba. Durante su primer año, Nicolás llegó a Puerto Belgrano a la Corbeta Stiro. Para el segundo pasó por el Aviso Suboficial Castillo, otro buque con asiento en Mar del Plata. Con este último conoció la Antártida. “Hicimos la campaña de verano y la Patrulla Antártica Naval Combinada con Chile. Este destino me permitió conocer la Antártida, con la función de salvaguardar la vida allí y asistir a cualquier tipo de catástrofe que pueda haber o incidentes que puedan ocurrir por tormentas. Además de hacer presencia, soberanía. Como experiencia es única e inolvidable, es otro mundo”, recordó a este Diario. En el 2012 volvió a la Escuela de Oficiales de la Armada donde adquirió su especialización en comunicaciones. “Estuve dos años (2013 y 2014) en la Corbeta Gómez Roca, en Puerto Belgrano. Allí me desempeñé como Jefe de Navegación y Jefe de Comunicaciones del Buque, el primer año. Al año siguiente fui Jefe de la Central Información de Combate (CIC)”, explicó. La vuelta a los pagosEl próximo destino de Nicolás sería bastante particular. “Me informaron que en el 2015 volvería adonde empecé, al Liceo Storni. Cuando me enteré me puse muy contento, porque soy de acá y volver siempre es bueno”, reveló. Del chico de 13 años no queda nada, hoy es Jefe de Quinto Año y está a cargo de las Comunicaciones Navales. “Soy responsable de la conducción de los cadetes del último año en todo sentido: desde atender cuestiones particulares hasta lograr que el grupo sea homogéneo. Tengo trato constante con los chicos, la idea es poner el broche de oro en su formación para que egrese alguien exitoso que pueda cumplir con todas sus expectativas profesionales el día de mañana”, afirmó.La vuelta no es un hecho menor. “Estoy feliz de estar en el lugar donde me inicié. Tenía sólo 13 años y volver y trabajar acá, ver a los cadetes hoy me recuerda un montón de cosas, recorrer esos mismos pasillos que recorrí de adolescente es algo muy lindo”, finalizó.
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