APÓSTOLES . Casi 100 familias del barrio Timbó Viejo de esta localidad están en situación de desalojo. Las tierras son privadas y las cartas documento para desalojar llegan cada vez más seguido. Unas 70 de estas familias fueron censadas con la promesa del municipio de que serán relocalizadas en otro barrio supuestamente al Chesny. Pero por lo menos 11 familias, cada una con un mínimo de tres niños y un máximo de diez, todos en edad escolar, no fueron censadas y viven la incertidumbre de saber si tendrán un lugar o no. “Nos dijeron que nos van a relocalizar, pero aún no sabemos cuándo, pero además de esto, nos dijeron que nos van a llevar a otro lado en las mismas condiciones que acá. Nos van a dar la base de la casa de un agua y nada más, nosotros ya vivimos acá en una situación extrema. Nuestras viviendas son de costero, no tenemos piso, no tenemos un techo que resista las lluvias, no tenemos nada”, contó Luisa Bianchi.Decir que estas familias no tienen nada, es quedarse cortos. Viven en situación de pobreza extrema. No tienen camas, cocinas, ropa, utensilios; no tienen pisos, techo, el barro está por todas partes, viven asustados con los pronósticos del tiempo, ya que con cada lluvia terminan con lo “poco-nada” que tienen mojado. “Con la última tormenta mi casa se inclinó, el agua corría en medio de las cosas como un arroyo y pasaba al otro lado, estábamos todos encima de la una cama (la pareja y sus tres hijos), la única cama de los chicos se mojó todo, la mercadería la perdimos, el techo (hecho con plástico) cedió y entraba el agua, es desesperante”, explicó Luisa angustiada. Luisa Bianchi y su familia, su hija Morena, de 7 años que es celíaca, sus dos hijitos varones de 5 y 3 años y su esposo, viven allí hace nueve años. “Llevo ocho años escuchando que nos van a relocalizar, recibimos tres cartas documentos ahora hace poco, sabemos que tenemos que salir, pero desde la Municipalidad no nos dicen cuándo nos van a relocalizar y ellos nos quieren llevar así nomás, nos van a dar las estructuras de la casa y el techo y nosotros tenemos que poner las paredes y el piso, pero no tenemos como hacerlo. Mi hija es celíaca, recibimos la caja de mercaderías cada tres meses, yo aprendí a cocinar con la señora Laura Duarte (una vecina que los ayuda), que me enseñó a cocinar porque es delicado, tengo que tener cuidado y ella tiene que tener todo separado, ella tiene muchos problemas de salud, ahora me dijeron en la escuela que tengo que llevarla al neurólogo porque piensan que tiene una discapacidad. Ella está en tercer grado y la quieren regresar a primero, me dijeron en la escuela, tengo que llevarla a psicopedagoga, pero todo cuesta plata, que no tenemos”, explicó Luisa. Luisa y su familia antes de vivir en este lugar alquilaban. Después ya no pudieron pagar y se fueron a vivir a la casa de su suegra, pero fueron echados de allí y “una semana vivimos en la calle con Morena chiquita”, contó. Después se instalaron en Timbó Viejo, porque allí vive su hermano y su familia, que también tienen niños e incluso un menor con bajo peso, según indicó. La realidad que viven diariamente estas familias es desesperante, una vecina de Luisa tiene cinco hijos menores, y la última tormenta la dejó sin techo. Uno de sus hijos, el más pequeño tiene una grave infección en el oído y “ellos corren todo el tiempo, acá nos ayudamos unos a otros, lo poco y nada que tenemos nos ayudamos, pero todos necesitamos que nos ayuden de alguna forma”, contó Luisa ya que PRIMERA EDICIÓN no pudo hablar con esta vecina porque había llevado a su hijito al hospital y no estaba en su vivienda. “Como perros”Nadia Carolina Rodríguez tiene también cinco criaturas. Todos son muy chiquitos y su marido tiene un problema en la espalda y no puede trabajar. “Mi hija tiene piel de cristal y no puedo comprarle el remedio, ella pobrecita se queja porque le pica, le duele, necesita una dieta y mejores condiciones en la casa, pero no tenemos como hacerlo. Vamos a la Municipalidad para ver si podemos conseguir el medicamento y dicen que no tienen, el hospital tampoco, nadie nos ayuda y es urgente que ella tenga su crema, porque la piel le pica, no puede estar expuesta al sol, no puede estar en la tierra, hace ocho años que venimos peleando con su enfermedad (piel de cristal) y no podemos hacer nada, vivimos en las condiciones que podemos y no es bueno para ella”, contó. La crema cuesta 150 pesos, según dijo, pero esta familia apenas sobrevive y no pueden comprar el medicamento. “En la tierra no la puedo tener me dijeron los médicos, pero no tenemos dónde ir. El intendente vino hace una semana y nos dijo que nos van a relocalizar, fuimos a ver dónde, pero el terreno está abandonado, no hay nada, nosotros queríamos ver si podían colocar luz y agua, para que nosotros podamos hacer algo, pero no le dieron respuestas a mi marido. Ellos (por la comuna) nos quieren llevar a otro lado y tirarnos como perros, sacarnos de una humedad y un barro acá, para tirarnos allá en otro lado, a vivir de la misma o peor manera. No somos perros”, dijo Nadia. Quien además contó que otro de sus hijos también tiene problemas de salud y no puede afrontar los gastos de los estudios. “Nosotros hablamos con el intendente y nos dijo que los papeles del traslado que están en Iprodha se están tramitando y que este mes que viene (por junio) van a ver si llegan y van a ver si estamos en la lista. Nosotros queremos una casa de madera por los menos con techo de cinc, porque nuestra casa tiene techo de plástico y entra todo agua, piso de tierra, no se puede tener así a los chicos. Hace cuatro años que vivimos así”, indicó afligida. Los hijos de Nadia tienen 8 años (la nena con piel de cristal), la otra nena 5 años, Alejandra tiene 4 y tiene un tumor en la cabeza, un varón de 3 y un bebé que aún no camina va tener un año. “No es fácil para nosotros, queremos que nuestros hijos estén bien, darle un tratamiento médico, pero no podemos, no tenemos recursos”, dijo. Vivir en la miseriaMaría Susana Sosa y Francisco Ramírez vivien también en condiciones extremadamente precarias. “Nos quedamos sin mercaderías, tengo nueve hijos y mi marido sufrió un derrame y no puede trabajar. Yo ya no sé más qué hacer. No tenemos nada, no tenemos cocina hacemos fuego a fuera, mis hijos están enfermos, una tiene soplo al corazón y estamos en una situación desesperante”, contó Sosa entre sollozos. La situación de Nancy Rokenbach, madre de cuatro hijos menores, no
es distinta. “La última tormenta nos dejó compeltamente sin nada. Nosotros cocinamos afuera en un fogón y vivimos todos amontonados. No tenemos ni mercaderías para cocinarle a los chicos. Estamos pasando muy mal. Si alguien puede ayudarnos sería un alivio”, dijo.
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