POSADAS. Cuando alguien sufre en Capioví, cuando se necesitan fondos para un traslado médico, para mejorar una escuela, para la asistencia social desde las iglesias, cuando los chicos tienen que viajar por estudios o deportes y necesitan recaudar plata, lo llaman a él. Antonio “Mono” Cristaldo es “el asador del pueblo” y desde hace quince años dona su trabajo habilidoso en las parrillas y las grandes ollas para que su comunidad pueda llevar adelante el espíritu solidario que la caracteriza. En todos estos años asó miles de pollos, miles de kilos de asado y ni puede calcular las miles de porciones de “gallinada”, guisos de lentejas, locros o reviros con tikueí que elaboró con su sapiencia autodidacta para ayudar a otros.Con 52 años y recientemente retirado de la Policía de la provincia, el “Mono” cuenta que empezó a hacerse conocido cuando se le hizo costumbre agasajar a sus amigos sólo para recibir los consabidos “aplausos para el asador”. Hace tres años, esa mano tremenda para las brasas inició el camino de la profesionalización. Los vecinos de la localidad comenzaron a pedirle que cocinara en cumpleaños, casamientos y eventos sociales. Cuenta que primero le sorprendió que quisieran pagarle por lo que hizo gratis y de corazón durante tanto tiempo, hasta que al final vio que podía cambiar drásticamente su vida y hoy sostiene una empresa de catering que puede cocinar en simultáneo para 2.500 personas. Pero nada impidió que siguiera cocinando gratis para los que hacen de nexo entre la necesidad y la solución a un problema. “Andá a barrer, Mono”Antonio fue policía toda su vida, y recuerda que el apodo se lo puso alguien de la institución cuando recién entró a trabajar siendo muy jovencito: “Vino un oficial y me tiró la escoba. Vos Mono, andá a barrer, me ordenó, y de ahí me quedó el apodo. Hoy todos me conocen por Mono”. Eran tiempos duros en los que el salario policial era demasiado bajo y no podía negarse cuando le pedían que cocinara en un evento social. “Salía de la guardia y entraba al adicional, salía del adicional y me iba a cocinar para la gente que me pedía”, recuerda. El agradecimiento del dueño de la fiesta se expresaba en un rollito de plata que le ponían en el bolsillo del delantal: “Me acuerdo que no quería recibir pero me daban igual, y tampoco iba a mirar cuánto era… llegaba a casa con la ansiedad de contar y por ahí hasta pegaba un salto: ese mes iba a poder pagar la luz”. Mono nació en una humilde chacra de Aristóbulo del Valle y se siente cocinero desde siempre. Tenía siete, ocho años cuando comenzó a ayudar a su familia en las tareas cotidianas. Cuando carneaban animales, necesariamente tenía que colaborar en la elaboración de todo tipo de alimentos que se pudieran conservar para aprovechar completamente el esfuerzo. Así fue como su mamá le fue enseñando los secretos de la comida regional, que hoy también es una de sus especialidades. En 2012 acompañó la lucha de sus compañeros para mejorar las condiciones salariales de este grupo de trabajadores. Desde entonces y antes de su retiro, sufrió traslados y entró en “la lista negra” de los rebeldes. Ahora que está retirado, se mimetiza y hace suyas las luchas de maestros, tareferos y otros trabajadores. Si hay ollas humeantes al costado de una ruta en la que están manifestando, seguramente son del Mono, que se las presta a los laburantes con dignidad.Gente con códigosSu última tarea solidaria fue el pasado domingo, cuando hizo 140 pollos a la parrilla para los chicos de una escuela secundaria. Y piensa seguir ayudando hasta que le den las fuerzas: “No voy a dejar de hacer lo que hice siempre porque la gente me conoció a través de mi tarea solidaria. Así nació mi empresa, por la gente. Ni siquiera me pienso cambiar el nombre porque todos me conocen por Mono y hasta a mi hijo le dicen Monito”. El trabajo gratuito del Mono tiene una sola condición: la transparencia. “En algún momento -cuenta- dejé de colaborar con alguna institución porque no era clara la cosa. Yo jamás voy a decir nada ni mandar al frente a nadie, sólo aclaro que no participo y la gente ya sabe. Es que uno se ganó un nombre y una garantía de honestidad y transparencia . Es un código entre la gente de mi pueblo”. En honor a ella“Mi mamá me decía que pruebe siempre la comida, porque si no me gusta a mí, no la debo servir. Jamás sirvas algo que vos no comerías con gusto y tranquilidad, me decía”, refiere el Mono y vuelve a estos tiempos en la chacra del kilómetro 214. Su infancia humilde, su vida laboral de policía con salarios bajos y su actual presente de éxito laboral y ofertas constantes de trabajo no solo en toda la provincia, sino en la región, hacen que el Mono sea un agradecido a cada instancia que le tocó vivir y a las instituciones que lo siguen convocando para que cocine para cientos con la única vocación de ayudar. Es que “Dios me devuelve diez veces más de lo que doy”. Empresa familiar que sigue creciendoLa empresa de catering que formó el Mono Cristaldo empezó a brindar servicios hace tres años, cuando era él, prácticamente solo, quien se encargaba de los pedidos y servicios menores. Al poco tiempo los encargos aumentaron en cantidad de comensales y en nivel del menú solicitado, por lo que incluyó en la “sociedad” a su esposa Jacinta, y a sus cuñados Raúl y Marta. Hoy son una empresa familiar en la que cada quien se está especializando en algunos de los variados aspectos de la cocina. Jacinta y su hermana Marta estudian panadería y repostería, por ejemplo. “Ellos siempre me ayudaron sin cobrar un peso durante estos quince años de parrilla y cocina solidaria, así que cuando tuvimos la posibilidad de agrandarnos en la empresa, nos asociamos porque es lo justo”, cuenta. También suele sumar a cocineros y cocineras de Posadas cuando los eventos son de mayor envergadura. “Siempre gente buena”, aclara. “Mi amigo Google”Antonio “Mono” Cristaldo es autodidacta y, según él mismo confiesa, aprendió a cocinar en “la universidad de la vida”, alentado por sus amigos que “siempre me dijeron que era bueno en esto, siempre me alentaron y encima están todos gorditos” y por las enseñanzas de su mamá que a los siete años le enseñó a hacer embutidos y toda
la comida regional con la que hoy puede lucirse. Pero su gran aliado es “mi amigo Google, al que siempre le estoy consultando para aprender cosas nuevas, porque hay que innovar permanentemente y yo tengo muchas ganas de aprender” cuenta, simpático.
Discussion about this post