CANDELARIA. Suele pasar a menudo y cualquiera diría que es un sueño, pero todo parece demasiado real. “Mamá, ya vine, me voy a dormir”. La voz se escucha clara y fuerte. La luz se enciende enseguida, casi como un acto reflejo. El último rayo alcanza el rincón más recondito de la casa. Y descubre el vacío. No hay nadie, no hay nada. Otra vez.Los fantasmas golpean cada tanto a la puerta de María Teresa Martínez (61) desde que José Germán San Martín (24), su hijo, desapareció el 11 de julio de 2009. Desde entonces, el único varón de diez hermanos es sólo eso, un recuerdo, una ilusión. Pero también una lucha por saber qué pasó y dónde está. Una lucha por la verdad.“Parece que todavía lo escucho por las noches”, le dice María a PRIMERA EDICIÓN, a punto de quebrarse. Sin embargo, enseguida retoma fuerzas y deja lugar a la esperanza: una nueva pista surgió en los últimos días y la mujer pide desesperada a las autoridades que la ayuden a encontrarlo. Ese es ahora su motivo para seguir.Para ella, la vida se transformó en pesadilla aquel sábado de hace seis años que los posteriores sucesos le marcaron a fuego en la memoria. “Había cobrado y me fui a comprar unas cosas a Posadas. Volví a eso de las 19 y él estaba acá en casa. Me dijo que lo habían invitado a un ‘quince’ en Paraguay”, cuenta María. En Candelaria, hablar de Paraguay es lo mismo que decir Campichuelo, el paraje que está inmediatamente enfrente, del otro lado del Paraná, en el distrito de Cambyretá.Aunque no existe paso fronterizo oficial, el tráfico de personas en el lugar es cosa de todos los días y cuenta incluso con cierta “fiscalización” de Prefectura. Y aunque la idea no fue de su agrado, “Doña Pelu” -como llaman a María- llamó al puerto para saber si sería posible que su hijo cruzara esa noche el río. Le dijeron que no, que las condiciones meteorológicas no eran las mejores. Pero los jóvenes son jóvenes.“Él salió para ir a un kiosco de acá a la vuelta, yo miré televisión y me fui a dormir. Al otro día, cuando me levanté, no estaba en su pieza. A eso de las 11 vino mi hija y me contó que Germán se había ido nomás al Paraguay con otros tres muchachos, que dos de ellos ya habían regresado, pero que él y otro más no lo habían hecho”, rememora. El otro joven es Francisco Ariel Benítez Soto, del que tampoco se sabe nada hasta hoy.De inmediato, María radicó una denuncia en la comisaría de Candelaria. Y le dio dinero a la madre del otro joven para que viajara hasta Campichuelo. Durante las primeras horas pensó que quizás su hijo estaba retrasado. Sin embargo, recuerda que la noche del día después su instinto maternal encendió el alerta. “Estábamos todos en casa reunidos, ya era de noche, y por ahí vemos en el canal paraguayo que apareció la otra madre. Estaba en un monte y gritaba ‘¡Ariel! ¡Ariel!’”, recuerda María. Y hace una pausa para secarse las lágrimas. Después sigue. “Ahí si me di cuenta de que todo esto era más grave de lo que habíamos imaginado”, agrega.La desesperada lucha por saber qué fue de Germán comenzó en ese mismo momento. Junto a sus hijas, María se embarcó a Campichuelo. Cruzó al menos dos veces hacia el otro lado del río. No más. Las sospechas de un crimen comenzaron a rondar y entendió que aquel no era un territorio seguro para una madre decidida a descubrir la verdad.“Fuimos a la comisaría de Campichuelo a hablar con el jefe, pero nos dijo que no sabía nada de mi hijo”, cuenta María. Las dos veces obtuvo la misma respuesta, aunque su sexto sentido le permitió olfatear que los uniformados sabían algo más.Desde entonces, Martínez y sus nueve hijas se la pasan golpeando distintas puertas para reactivar la investigación, de un lado y del otro del río. Así fue como hace menos de un mes obtuvieron una nueva pista que confirmaría un rumor que sonó con fuerza hace algunos años: Germán fue asesinado y su cuerpo estaría oculto en una cantera de Campichuelo.“Le pido a la Justicia que nos ayude, que abra un camino con el consulado argentino en Encarnación para tener una posibilidad de hablar con ellos y pedirles que busquen a mi hijo. Queremos saber si, como dicen, el está en ese pozo. Sólo así vamos a poder cerrar esta historia, calmar esta herida”, pide María desde el alma. Lo hace por ella, por las nueve hermanas del joven y también por Gimena, la pequeña hija de Germán que nació apenas una semana después de su desaparición.“Yo no sé qué pasó con él, pero siento en mi corazón que está vivo. Esto es una angustia inexplicable, no hay aliento ni consuelo que sirva. Hay noches que quiero poner un trapo en mi boca. Le pregunto por qué se fue, por qué no se quedó. Y paso las horas así, retándolo. Tuve que sacar su foto de al lado de mi cama porque pasaba las noches con la luz prendida, conversando con él. Yo sé que tengo que seguir, por mí y por estas nueve hermosas hijas que tengo. Pero nada ni nadie llena el vacío que me dejó su ausencia”, cierra María, con los ojos repletos de dolor.
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