Como un ritual, dos veces al mes, se juntan en la casa de Armando Duarte para diagramar los detalles para una nueva peregrinación a la Basílica de Itatí (Corrientes) que en forma ininterrumpida cumplen en diciembre y desde hace diez años. No son ciclistas profesionales, simplemente utilizan ese medio para llegar hasta la ciudad correntina como demostración de fe, “más que nada a agradecer, porque la Virgen nos da la dicha de poder llegar hasta ella, de sentirnos vivos”, destacan.“Somos un grupo que empezó a formarse a partir del dueño de la Agencia 226 (de quinielas), ‘Beto’ Falcón, quien falleció y nosotros seguimos adelante con esto. Yo lo había conocido por accidente en la ruta y seguimos con el hijo. Participan más que nada las familias, porque la mayoría ya somos personas grandes. Nos organizamos para juntar los fondos necesarios y armar la logística, que cuesta dinero, somos trabajadores, a los que les cuesta ganar el peso a diario. Vendemos pollo, para mantener el grupo que este año tendrá a 17 pedalistas, más los que van en tres autos con toda la asistencia necesaria y los que acompañan, seremos casi cincuenta en total”, comenzó explicando Duarte a PRIMERA EDICIÓN.El punto de encuentro es la casa de Duarte, sobre la avenida San Martín y Cerro Corá, allí todos los años empiezan a reunirse antes de septiembre, mes en el que ya deben concretarse las ventas de pollos o si surge otra idea, ponerla en práctica, para juntar los fondos. “Se planifica, cada uno aporta su idea, y la base es pollo a la parrilla que se vende los sábados, dos veces al mes. Eso nos permite cubrir la compra de frutas, agua y comida para los peregrinos. Siempre terminamos ayudando a otros que salieron sin las provisiones, algunos no llevan ni siquiera agua, por desconocimiento la mayoría y no podemos negarles una mano”.Los relatos de las experiencias vividas durante la peregrinación por este grupo de amigos son muy fuertes y brotan uno tras otro. “Mi mamá había sufrido unos ataques y me fui prometiendo a la Virgen para que ella se mejore. Yo sufro pancreatitis y no tuve ningún problema para pedalear hasta la basílica. Cuando volví mi madre ya se había mejorado”, recuerda Duarte y agrega que “mi hija sufrió eclampsia post parto, estuvo 28 días en terapia y su hijo, mi nieto, ya cumplió cinco años y nunca faltó desde el primer mes que le llevamos a Itatí. ¿Cómo no ir a agradecer? Es por el año que pasó y por lo que viene”.Así, con la fe intacta, este grupo de amigos, como tantos otros, empiezan a armar su peregrinar a Itatí.
Discussion about this post