Miguel Soto es un vecino de Puerto Rico, tiene 42 años y vive hace más de dos décadas en Colonia San Alberto, a 300 metros del barrio San Francisco y a unos 400 de la Ruta Nacional 12. Está casado con Sandra y tienen 9 hijos; 5 nenas y 4 varones: Soledad (19), Orlando (17), Pablo (15), Margarita (14), Ramona (13), Samira (12), Malena (9), Jonatan (7) y Damián (4); y 2 nietitos hijos de Sole: Matías (4) y Luz de 11 meses. En Puerto Rico se lo ve a menudo por los barrios con su bicicleta cargada de bolsas de abono, las que intenta vender ya que son el sustento de su familia. Lo que muchos no saben es que Miguel es ciego, ya que perdió totalmente la vista hace un año luego de un accidente laboral mientras tarefeaba. Pero este hombre admirable herido a diario por un arsenal de dificultades no es de los que se deprimen fácilmente, ya que todos los días, a pesar de estar totalmente ciego, a tientas se abre paso en el monte con la ayuda de alguna de sus hijas para conseguir abono, lo carga en bolsas y sale a vender casa por casa con la guía de sus hijas que lo acompañan a todos lados y nunca lo dejan solo. A principio de año, la historia de Miguel se hizo conocida en la red social Facebook. En ese momento, la realidad de la familia era que su único sustento económico consistía en la venta de abono, ninguno de sus hijos cobraba Asignación Universal y aunque Sandra es madre de siete hijos, tampoco cobraba el subsidio; ni siquiera Miguel a pesar de encontrarse en una situación de discapacidad para trabajar, cobraba ninguna pensión. Luego de que trascendiera la realidad de la familia en las redes sociales, funcionarios de Anses se acercaron hasta su domicilio y les ayudaron con los trámites. Hoy, todos los niños cobran su Asignación Universal. Sin embargo, Miguel sigue sin una pensión, y a pesar de las múltiples promesas de los políticos de que le operarían sus ojos para que vuelva a ver, todo quedó en promesas que nunca se concretaron. PRIMERA EDICIÓN visitó al hombre en su casa de la Colonia San Alberto, de este modo relató la desilusión vivida: “cuando vinieron los políticos y me llevaron a Posadas, hicieron que me vea un médico, me dijeron que me iban a operar. Me quedé tan contento que no podía ni dormir de la felicidad, pero al final me hicieron un raspaje y me dijeron que no me podían operar porque tengo seca la retina y aunque me operen igual no iba a volver a ver. Pero yo tengo fe, me gustaría poder volver a ver y a trabajar para mantener a mis hijos, yo creo que si alguien me ayuda un poco, Díos va a ayudarme otro poco y voy a poder recuperar la vista”, expresó.Pero esta no fue la única desilusión de la familia, ya que la ocasión en la que sus problemas se hicieron visibles por primera vez, habían manifestado que tanto el intendente Federico Neis como la directora de Acción Social de la Municipalidad, Mirian Salquero, estaban perfectamente al tanto de la situación y que era muy poco lo que hicieron por ellos más que darles una bolsa de mercadería por mes. Según las palabras de Sandra a este diario, luego de contar los que les estaba pasando en la Municipalidad se enojaron mucho: “la señora Mirian de Acción Social vino acá a gritarnos y a tratarnos muy mal y a exigirnos que vayamos a las radios a desmentir lo que habíamos dicho, pero nosotros no mentimos con nada, todo es verdad, así que desde ahí ya no fuimos más ni a buscar las mercaderías ni la leche y tampoco queremos ir para tramitar la pensión de Miguel porque nos tratan demasiado mal las mujeres que atienden en Acción Social, incluso él tenía que ir a Posadas a hacerse ver los ojos cada tres meses pero no pudo ir porque es muy caro el pasaje y no nos animamos a ir a pedir en la Municipalidad porque no podemos ni pisar ahí”, manifestó. Miguel recorre todos los días los barrios intentando vender abono, lo que le permite tener 40 o 60 pesos por día. Pero hace un año, cuando todavía veía, trabajaba en lo que surgiera, como changarín o en la tarefa. Hasta que un desafortunado día por accidente se cayó un raído de yerba sobre su espalda, al otro día comenzó a perder la vista hasta quedar totalmente ciego. “La gente me ayuda, pero yo lo que necesito es recuperar la vista para poder trabajar; y tal vez tiene solución mi problema, o aunque no se solucione del todo, con que pueda ver un poco nomas yo ya me arreglo para trabajar, no necesito mucho, pero así como estoy nadie me quiere dar trabajo porque no veo nada” explicó Miguel. Y agregó: “por eso no me queda otra que arreglarme con la venta de abono, llueva o no llueva, me obligo a trabajar todos los días porque llega la hora y los chicos quieren comer, tiene que haber porque si no hay es jodido”, contó.
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