El escrutinio definitivo de las recientes elecciones nacionales, que se dio a conocer el pasado miércoles, amplió la diferencia final entre las fórmulas presidenciales que obtuvieron el primero y segundo lugar en las últimas elecciones, elevando hasta casi tres puntos, al 2,93% de los votos, la diferencia a favor del Frente para la Victoria sobre el frente Cambiemos, que se ubicó en segundo lugar. Daniel Scioli y Carlos Zannini obtuvieron 9.338.449 votos contra 8.601.063 de la fórmula Mauricio Macri-Gabriela Michetti, cifras que representan un 37,08% y un 34,15% respectivamente. Sergio Massa, de quien se esperaba un mejor resultado en los últimos pronósticos previos a la elección, terminó con 21,39% y detrás de la alianza entre partidos de izquierda, FIT, se ubicó el voto en blanco, con el 2,57% de los votos válidos.El resultado final no desmiente la pérdida de sustento de la fórmula oficialista, que había superado en forma holgada al segundo en las Paso, y ratifica un escenario de final cabeza a cabeza impredecible. La diferencia no es insalvable, pero sí significativa al obligar al retador en el ballotage, el candidato de Cambiemos, a sumar por lo menos algo más de esos tres puntos que lo alejan de la cima en un contexto en el que se espera una dispersión de los votos de la tercera fuerza. El escenario, sin embargo, se describe a menudo a esta altura de la campaña como un leve plano inclinado a favor de Mauricio Macri cuando se deja la severidad objetiva de los números en favor del terreno más flexible y subjetivo de las expectativas. El posicionamiento del líder del PRO cabalga, mayoritariamente, en una ola “anti K” que alienta fuertes expectativas especialmente en los sectores medios, ancladas más en el mal humor social acumulado durante más de una década, que en propuestas en cuanto a políticas económicas o sociales.A esto se deben el tono emocional de la campaña de Macri, que elude dar definiciones precisas de medidas de gobierno, y prefiere hablar de “cambio” en abstracto o lanzar promesas polémicas como la de abrir el cepo cambiario “en un día” o “crear millones de puestos de trabajo”. Por lo general, el discurso del candidato de Cambiemos no incorpora argumentos de los dos períodos de Macri al frente del distrito porteño, y se mantiene en una retórica “anti”, claramente dirigida a explotar la cantera del cansancio que provoca en muchos sectores el extenso ciclo de gobierno K. A dos puntasDel lado del candidato del FpV, por el contrario, se trata de sumar certezas y definiciones que reafirman las grandes líneas del modelo K, aunque el perfil moderado de Scioli, y la necesidad de jugar a dos puntas, conciliando el electorado cautivo del kirchnerismo con la necesidad de ganar a otros sectores, lo hace caer por momentos en una tierra incógnita. En este marco, en una escena plagada de fuertes maniobras electorales, si bien el debate no termina de definirse en la forma en que sería deseable que lo hiciera, surgen aquí y allá definiciones que marcan la cancha hacia uno y otro lado, como, por ejemplo, en la visión de la cuestión cambiaria. En este sentido, fue significativo el cruce de las declaraciones radiales de ambos candidatos, en un escarceo previo a un debate televisivo en ciernes. El candidato presidencial del FpV, Daniel Scioli, afirmó que si se impone en el ballotage “no hay que esperar ningún sobresalto” y que el valor del dólar se ubicará “abajo de los 10 pesos en enero”. Aseveró además que asumió el compromiso de incrementar en u$s 20 mil millones las reservas del Banco Central para el mes de marzo, en base a los acuerdos que están en marcha con China y con Brasil.En diálogo con radio Rock & Pop, opinó que el resultado del ballotage es “con final abierto”, pero que la gente “quiere un cambio previsible, sin riesgos” y que existe “una profunda preocupación” por los planes económicos de Cambiemos. Macri respondió a los dichos de su contrincante afirmando que “el dólar que promete Scioli en enero no lo consigue nadie”. “El Gobierno inventó los dólares múltiples. Yo digo que va a haber un único tipo de cambio, un dólar que se va a poder comprar y vender, por lo cual te olvidás y ya no lo necesitás”, explicó en declaraciones a radio Mitre. “Quiero que la Argentina vuelva a ser una tierra de trabajo para todos y genere oportunidades de crecer y desarrollarse. Basta de mentiras, este cambio no viene a quitarle nada a nadie”, enfatizó.“Llegó la hora de luchar por lo que nos corresponde, por una mejor calidad de vida, que ninguna ciudad, ningún pueblo vuelva a expulsar a los jóvenes por falta de trabajo. Eso es lo que se define en estos quince días”, remató. Sobre las expectativas de devaluación, que se admite en ambos bandos pero con diferentes visiones, en los últimos días el kirchnerismo salió a advertir la debacle que provocaría, a su juicio, un eventual gobierno macrista. La ofensiva K mereció una también altisonante réplica del campo opositor, que habló de una “campaña sucia”. Dado este escenario polarizado, los analistas independientes o terminan de arriesgar una opinión sobre el inminente desenlace final, que -según la imagen de un dirigente peronista con experiencia en el rubro- a esta altura está en la fase de la “moneda en el aire, que puede caer hacia cualquier lado”.Es que en el oficialismo, frente a la “sensación térmica” que generaron los últimos resultados electorales, no descartan un “efecto Bicentenario”. Mensaje polémicoEn tanto, en medio de un intenso despliegue proselitista que hizo coincidir esta semana en Posadas a Mauricio Macri y Daniel Scioli prácticamente el mismo día, los dos candidatos presidenciales que se enfrentarán el próximo 22 del corriente en el ballotage, la presidenta Cristina Kirchner, volvió a sumarse a la campaña, en el contexto de una inauguración oficial, exhibiéndose por primera vez con el candidato oficialista luego de las elecciones del 25 de octubre pasado. El discurso de la mandataria volvió a transitar por una veta programática, subrayando la presencia de dos modelos en pugna, y adoptó un fuerte tono polémico, que tuvo un momento álgido al contestar a las declaraciones de Alfonso Prat Gay, economista sindicado como probable integrante del gabinete de Macri, quien había advertido sobre los “caudillos” populistas que vienen del interior del país “y se llevan todo”, entre otras desafortunadas afirmaciones que, no sin razón, Cristina caracterizó de propias de la ideología unitaria asociada al puerto de Buenos Aires, fuente de históricas divisiones en la historia argentina. El desliz del economista y extitular del Banco Central le permitió a la mandataria augurar que un eventual gobierno de Macri terminaría como De la Rúa, presidente que saltó al cargo desde la jefatura de la Ciudad Autónoma en medio de las promesas de cambio de la Alianza, pero sucumbió antes de tiempo abri
endo el camino a la crisis terminal de 2001. Como ya había ocurrido en su primera intervención luego de las elecciones de octubre, Cristina optó por no subrayar la candidatura de Scioli, sino los -a su juicio- logros del proceso kirchnerista, dando la razón a quienes observan que, tras los inesperados resultados de los comicios, se desató un mar de fondo que va in crescendo y profundiza las divisiones preexistentes en el oficialismo. La llamada de Scioli a Sergio Massa, pidiéndole disculpas por su actitud en ocasión del sospechado robo en la casa del tigrense, y hablando de coincidencias en muchas medidas de gobierno propuestas por el candidato opositor, entre otras actitudes del candidato del FpV, confirman las tensiones internas y, por otra parte, la estrategia de Scioli de reforzar el lado peronista y lanzarse a buscar aliados entre la dirigencia encolumnada en el massismo, enfrentada al ala izquierda que representa La Cámpora y a la propia Presidenta.De hecho, en los análisis de dirigentes peronistas, no son pocos los que se inclinan a responsabilizar a la Presidenta de los resultados electorales, que permitieron a Macri situarse en un mano a mano final en el que pocos creían antes de los comicios.
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